La iglesia contra las mujeres y las madres
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Hartas. Las mujeres estamos hartas. Las trabajadoras estamos hartas. Las empleadas domésticas estamos hartas. Las maestras estamos hartas. Las enfermeras estamos hartas. Las estudiantes estamos hartas. Las desocupadas estamos hartas. Las viejas estamos hartas. Las jóvenes estamos hartas. Las madres de familia estamos hartos y las que no tenemos hijos ni los pensamos tener también estamos hartas. Y las lesbianas también estamos hartas. Y hasta Cinthia, que con sus cuatro años se ha criado en la asamblea del Polo, está harta.
Este 25 de noviembre, día internacional contra la violencia hacia la mujer, es un buen día para salir I a la calle a decir que estamos hartas. Como lo dijimos, miles, en el Encuentro de Mendoza. Como lo decimos, cada día, en los desalojos, en los comedores, en los paros por el salario, en las marchas piqueteras, 6n las marchas por nuestros presos y nuestras presas, en la lucha contra los crímenes policiales. ¿Cómo se escribe un artículo sobre la violencia contra la mujer si nuestra vida es un catálogo completo de violencias? Y no podría ser de otra manera: la violencia contra la mujer la institucional y la doméstica- es Estructural a nuestra vida porque la violencia contra los oprimidos es estructural a todo régimen de opresión. Y las mujeres somos las oprimidas, aun entre los oprimidos.
Vivimos bajo un gobierno que ha revelado que sus promesas “nacionales y populares” eran sólo una estrategia para recomponer el aparato del Estado que tembló en los días del Argentinazo, para garantizar el pago de la deuda. Caída la máscara, se vale de la vieja receta: más hambre y más represión. Vivimos bajo un gobierno que está de rodillas ante el imperialismo pero también ante las sotanas: el más feroz enemigo que a lo largo de la historia hayan tenido los derechos de las mujeres.
Los planes Familia
Hoy pretenden usarnos a las que somos madres como ariete contra el movimiento piquetero. Los planes Jefes -dice el gobierno obedeciendo el dictado de la Iglesia- deben dar paso a los planes Familia. Y los planes Familia (un máximo de 200 pesos) se reservarán para las mujeres con tres o más hijos, siempre que se ocupen de la educación y la salud de su prole. Hipócritas. ¿El mismo gobierno que ha permitido -en verdad, provocado- que 100.000 chicos abandonen la escuela en 2003, sólo en la provincia de Buenos Aires , pretende responsabilizar de esto a las madres? ¿El mismo gobierno que ha llevado a que tres de cuatro chicos vivan bajo la línea de pobreza pretende que los problemas de salud de éstos son fruto de nuestro descuido? Es un plan también contra las jóvenes, que no han tenido tiempo de llegar al “cupo de maternidad” establecido por el gobierno! Hemos salido a luchar contra el hambre desde Tartagal hasta Caleta arrancando la comida para nuestros comedores, arrancando los planes Jefes -que pretendían repartirse como mafiosos en los Consejos Consultivos-, arrancando trabajo genuino en el Sur. Cuando el gobierno salteño, en enero de 2002, organizó a las “paleras” (policías femeninas especialistas en apalear mujeres), ¿dónde se expresó la caridad de Cáritas?
Por el contrario, la Iglesia -que se dice preocupada por el destino de “las familias”- ha recomendado al gobierno que nos muela a palos, ha aplaudido cuando nos molió a palos y se quejó cuando no lo hizo -por ejemplo, en el acampe-.
El gobierno y la Iglesia quieren usarnos a las madres como excusa para debilitar al movimiento piquetero. ¿Es que acaso la Iglesia no ve que las mujeres somos la mayoría del movimiento piquetero? Porque lo ve, es que quiere mandarnos a casa, sacarnos de la calle. El pionero fue Cassaretto y su vocera Chiche Duhalde. Eso también es parte de la estrategia de destrucción del movimiento que es la única oposición al gobierno kirchnerista. ¿Sueñan quizás dividimos de nuestros compañeros, con lo£ que hemos compartido uno y mil días de lucha?
Somos enemigas de la jerarquía eclesiástica, que abusa de nuestros hijos en sus institutos de menores y que prefiere ver muertos de HlV-Si- da a nuestros hijos adolescentes antes de que usen forros. Somos enemigas de una institución que en nombre de “los niños no nacidos” -o sea, de nadie- promueve la clandestinidad del aborto y se opone a la anti- concepción. Somos enemigas de una institución que dice que la sexualidad es una sola y justifica así la per- secudón y el avasallamiento de los derechos de lesbianas, gays y travestís. Y decimos: el progresista Kirchner es ejecutor de estas políticas retrógradas.
El gobierno y la Iglesia, “protectores de las familias”, tienen en la cárcel a medio centenar de luchadores, entre ellos a una nenita. Han impedido que un preso asistiera al nacimiento de su hija. Las mujeres que mandó el Opus Dei a Mendoza defendieron que los presos sigan presos con el mismo fervor que defendieron la penalización del aborto. Exigimos la libertad de nuestros compañeros, en la certeza de que sin el derecho a luchar no se puede luchar por ningún derecho, y levantamos sus nombres con orgullo.
A la violencia de la represión y el hambre hay que sumar la violencia en el trabajo: por el empleo en negro, por el salario miserable, por los maltratos y el acoso sexual, por la exigencia de la “buena presencia” -que no significa otra cosa que estar apetecible a los ojos del patrón y sus clientes-, porque un embarazo es riesgo de despido (y si trabajamos en negro, certeza). Los defensores de la familia, sobre esto, no abren la boca.
La Policía y la Iglesia
Y violencia hay también en las barriadas, donde nos hemos organizado en contra de la Policía y sus socios de la droga, de los empresarios de la prostitución, de la prostitución infantil. El secuestro de Fernanda, en Entre Ríos, dejó al desnudo una amplia red interprovincial de trata de niñas y niños; la organización Angel, de Río Cuarto, denunció que por lo menos 300 nenas ejercen la prostitución, ¡y De la Sota ofreció 8 becas para solucionarlo! (La Voz del Interior, 16/1). El gobierno ampara a los proxenetas y el abuso sexukl infantil como ampara al gatillo fácil. Y como ampara la violencia sexual contra las mujeres. En Córdoba hay más de 50 mujeres violadas y la Policia no logra encontrar al violador serial. Una de sus víctimas afirmó que éste se conduce “como un integrante de una fuerza de seguridad” (Clarín, 27/10). Y están impunes los crímenes de Santiago del Estero, y los de Cipolleti, y los de las prostitutas de Mar del Plata, y tantos otros en los que dejaron sus huellas los hijos del poder y la Poli- da.
Pero la violencia también irrumpe en nuestras propias casas, promocionada como gesto de pasión por la televisión, las novelas, la música popular. Todo el desprecio y el odio capitalista y clerical hada las mujeres se encama muchas veces en nuestros propios padres, maridos, hijos. Que en vez de levantar el puño contra los culpables de su situación, lo descargan contra su compañera, contra su madre, contra su hija, tomando en su casa el papel de verdugo. El Partido Obrero denuncia que el Estado alienta esta situación, negándose a aplicar sus propias leyes contra los golpeadores.
La Policia y el sistema judicial intentan evitar las denuncias y disuadir a las víctimas. ¿Con qué argumento? ¡La defensa de la familia! El caso de Roxana, la joven salteña asesinada por su marido a pesar de que había denunciado repetidas veces que estaba en situación de grave riesgo, es un ejemplo de la complicidad de todos los poderes del Estado con la violencia doméstica. El asesinato de la esposa es de pena leve para los jueces, que se desmelenan buscando atenuantes para el criminal. En tanto, Paola Sosa se pudre en la cárcel por haber matado en defensa propia a su marido, un policía que la violaba habitualmente con el arma reglamentaria. Según un seguimiento de la Asociación Argentina de Prevención de la Videncia Familiar, entre 1997 y 1999, 540 personas murieron en situaciones de violencia conyugal; un cómputo pardal que sólo tiene en cuenta lo que se informa a diario en los medios de comunicación y dentro del ámbito de la Capital Federal Las estadísticas de las víctimas de violencia doméstica son uno de los secretos mejor guardados del régimen.
Exigimos la exclusión de los golpeadores, subsidios del Estado para la mujer y sus hijos, y nos proponemos construir grupos de defensa en todas las barriadas, lugares de trabajo, etc. que dejen en claro que nadie puede golpear a las compañeras. Ni en la calle ni en la casa.
Organización
Tenemos por qué estar hartas. Pero no somos víctimas. Somos las mujeres del Argentinazo, de los cortes de ruta, de los piquetes. Es hora de que forjemos una gran organización revolucionaria de mujeres que se constituya en un factor de la lucha de la clase obrera en la construcción de una alternativa obrera y socialista. Ese es el camino hacia la emancipación de la mujer.