La mujer, la Iglesia y los piqueteros
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Un hecho relativamente nuevo asusta a nuestros obispos: que los reclamos de la mujer son levantados en forma cada vez más pronunciada, por capas de mujeres más humildes, provenientes de los barrios y zonas más postergadas de una punta a otra del país.
El giro que describimos quedó claramente reflejado en el XIX Encuentro de la Mujer, realizado hace pocas semanas en Mendoza, donde la batalla contra la Iglesia, en defensa del derecho al aborto y los derechos de la mujeres fue enarbolado por millares de mujeres piqueteras, trabajadoras, desocupadas, luchadoras provenientes de numerosas provincias, incluidas aquéllas donde el peso conservador de la Iglesia es mayor.
La mujer piquetera no se limita a una demanda de asistencia, sino que es portadora de un programa y un planteamiento más general. Expresa la tendencia de la clase obrera a reconstituirse como la clase que concentra la oposición histórica al capitalismo y que se propone reconstituir la nación, su educación, su cultura, la actividad humana (incluida la vida en pareja, afectiva y familiar), en forma integral sobre nuevas bases sociales.
No hay que ser muy perspicaz para atar cabos y advertir la conexión de este fenómeno con el reclamo de la Iglesia exhortando a que el gobierno “reemplace progresivamente el plan Jefas y Jefes de Hogar desocupados por un subsidio para madres de familias indigentes, cuyo monto depende de la cantidad de hijos” (Clarín, 17/10). El “clientelismo” que alega la Iglesia es puro verso, porque el clientelismo se acabaría con una medida sencilla como lo es la universalización de los planes. Pero en lugar de generalizarlos, pretenden hacerlos desaparecer. El objetivo de su “recomendación” de la curia -y que fue saludada por Duhalde y conspicuos representantes de la clase capitalista-, es político y está dirigido a acabar con el movimiento piquetero.
Es útil recordar que la implantación de los planes Jefas y Jefes de Hogar fue fogoneada por la Iglesia en el Diálogo Argentino, quien vio a través de esta iniciativa un dique de contención a la marea popular del Argentinazo. La jerarquía acompañó con entusiasmo la creación de los consejos consultivos de crisis, a través de los cuales se buscó cooptar y anular al movimiento piquetero. Pero eso fracasó y lo mismo ocurrió luego con la cooptación kirchneriana. La burguesía se ve forzada, por eso, a un replanteo.
En este contexto, el Encuentro de Mujeres ha oficiado como señal de alerta y ha terminado por acelerar este nuevo planteamiento de la Iglesia. La liquidación de los planes apunta a desmantelar todas las conquistas y la organización independiente y de clase que armaron las asambleas barriales y los cuerpos de delegados del movimiento piquetero. Cada uno de estos movimientos trascendió ampliamente el horizonte asistencialista, transformándose en centros de organización y lucha por todas las reivindicaciones.
Los progresistas que hoy sostienen al gobierno kirchnerista no han tenido empacho en cerrar filas con la Iglesia. Tienen diferencias entre sí, pero se unen a la hora de atacar al movimiento piquetero. Inclusive se han sumado al coro de los que plantean suprimir los planes de empleo, eso con el argumento del trabajo genuino, cuando la realidad es que la patronal capitalista apunta a acabar con el movimiento piquetero sin poner fin a la desocupación. La única forma consecuente de acabar con la desocupación es con la victoria piquetera (como expresión de una irrupción general de los explotados) y poner fin al dominio ancestral del capitalismo y la Iglesia.
La organización de la mujer trabajadora es una tarea estratégica. El creciente protagonismo de la mujer expresado en tantos y variados escenarios de la lucha de clases y puesto en evidencia en el reciente Encuentro de la Mujer, encierra un enorme potencial revolucionario.