Mujer

12/9/2017

Las docentes porteñas conquistamos la reglamentación de la licencia por violencia de género

El poder ejecutivo la demoró por más de un año.


Tras años de lucha por uno de los reclamos más sentidos en el conjunto del gremio docente conformado en un 80% por mujeres, hacia finales del mes de agosto de 2016 se aprobó en la legislatura porteña la licencia por violencia de género.


El proyecto original del Frente de Izquierda contemplaba un pliego integral de necesidades de las mujeres docentes, fue elaborado por ellas mismas y presentado a través de la banca de Marcelo Ramal (PO-FIT). Además de la licencia, el proyecto del FIT incluía el derecho al traslado del cargo en caso de violencia de género, fundamental para sostener la independencia económica de la víctima y colaborar al alejamiento del agresor, al igual que la ampliación de licencia de maternidad y paternidad, la licencia por tratamiento de fertilidad y licencia por trámites de adopción. Sin embargo, estos puntos no fueron aceptados por el oficialismo y los bloques mayoritarios de la Legislatura, impidiendo una defensa integral de los derechos de las mujeres.


El sindicato Ademys desempeñó un rol fundamental en la lucha por la aprobación de la licencia por violencia de género y la continuidad de la lucha por su reglamentación fue un eje central, generando una amplia adhesión expresada en pronunciamientos, petitorios, campañas de fotos en redes sociales y diversas actividades donde de forma sistemática se reclamó la reglamentación de la ley 5609. Desde Tribuna Docente y el Plenario de Trabajadoras hemos abonado a la campaña por la conquista de este derecho desde hace más de una década. Dentro de la Legislatura, el Frente de Izquierda reclamó la reglamentación mediante un pedido de informe que fue aprobado por unanimidad.


Recién un año después de la aprobación de la ley, el Ejecutivo la reglamentó, reconociendo 20 días hábiles de licencia, continuos o discontinuos, con denuncia en organismos judiciales o del ámbito de la mujer.


La conquista de un derecho tan elemental recoge una experiencia de lucha independiente, que este año se ha traducido en el paro internacional de mujeres del 8 de marzo –al que la burocracia sindical le dio la espalda–, de las movilizaciones del Ni Una Menos y del 19 de octubre pasado.


Con la fuerza de la organización independiente del Estado, los gobiernos y los partidos patronales, y el empuje que implica este avance, vamos por el reconocimiento del conjunto de los derechos laborales, contra la reforma anti-educativa de “la Escuela del Futuro” y por educación sexual, científica y laica con perspectiva género.


Sin derechos laborales, no hay Ni Una Menos.