Mujer

4/7/2020

Las mujeres en la primera línea de batalla, también en Ciencia y universidades

agrupación Naranja de Ciencia y Técnica

El contexto de pandemia mundial ha puesto de manifiesto las profundas inequidades de género en el mercado laboral, dejando a las mujeres expuestas en las primeras líneas de batalla frente al Covid-19: enfermeras, cuidadoras de adultos mayores y niños/as, trabajadoras de los servicios de limpieza y precarizadas en comercio y reparto, así como también aquellas vinculadas con la rama de producción alimenticia, entre otros sectores altamente feminizados.


En Ciencia y universidad, es conocida la brecha jerárquica y salarial entre varones y mujeres. En este contexto de pandemia se suma el desborde de lxs docentes (otro de los rubros feminizados) por el dictado de clases online a través de plataformas y formatos desconocidos, compartiendo dispositivos con sus hijxs (y sus respectivas clases) y sorteando problemas de conectividad y disponibilidad de tecnología y de tiempo propias y de lxs estudiantes. Lxs docentes se están haciendo cargo no solamente de las clases y de generar nuevos contenidos, sino además de los medios tecnológicos y medioambientales necesarios para llevarlas adelante: compra y arreglo de dispositivos, pago de conexión a internet y a plataformas pagas, electricidad, todos a su cargo en un contexto de crisis económica y congelamiento de paritarias.


Hace pocas semanas, asimismo, se ha difundido desde distintos medios académicos internacionales un dato muy significativo: existe una marcada diferencia en el volumen de envíos de papers a revistas especializadas por parte de hombres y mujeres durante la cuarentena. Este dato no nos sorprende. Por el contrario, evidencia la persistencia de una profunda desigualdad en la dedicación a tareas domésticas y de cuidado entre mujeres y hombres. Estas tareas no remuneradas e invisibilizadas material y simbólicamente son clave para la reproducción social y para garantizar la sostenibilidad de las familias trabajadoras.


Sin dudas, la crisis que desató la pandemia del Covid-19 y el impacto de las medidas adoptadas para frenar su propagación, han agudizado la desigualdad de género estructural. La suspensión del funcionamiento de los espacios de escolarización, instituciones de cuidado, personal de casas particulares y redes de cuidado informal supone una sobrecarga de trabajo, especialmente para mujeres-madres a cargo de hijxs, de personas con discapacidad o personas de riesgo, y más aún en los casos de familias monoparentales (o aquellas en las que uno de los progenitores realiza tareas consideradas “esenciales”). Ello ha provocado una situación de estancamiento en las carreras profesionales de estas mujeres (mayoritariamente), quienes ni hoy ni en un futuro cercano podrán concursar en igualdad de condiciones que sus compañerxs.


A las dificultades de la disponibilidad tecnológica y de tiempo, la responsabilidad de los quehaceres domésticos y de cuidados, se suman además los efectos del encierro y el aislamiento sobre la salud mental. La cuarentena está acompañada del distanciamiento de seres queridos, la reclusión prolongada en el hogar, incertidumbre respecto del alcance de la enfermedad y de la crisis económica, así como una abrupta reducción de ingresos familiares. Numerosos estudios reportan el negativo impacto psicológico que esto produce en adultos y niños/as. Síntomas como el insomnio, la ansiedad, la irritabilidad y dificultad en la concentración acompañan la frustración y la angustia producto de la adaptación obligatoria a las nuevas modalidades de trabajo, de estudio y de vida.


Por último, el aislamiento obligatorio ha exacerbado la violencia de género y doméstica y se han visto multiplicados los femicidios a los valores más altos registrados en la última década: uno cada 27 horas. A la habitual falta de respuestas del Estado, se sumó la irrisoria iniciativa del barbijo rojo que descarga la responsabilidad sobre las víctimas y lxs farmacéuticxs. Lamentablemente, lxs docentes e investigadorxs no somos ajenxs a dichas problemáticas. En nuestro ámbito laboral, gran parte de las desigualdades de género se asientan sobre relaciones laborales donde el abuso, la discriminación y la violencia son moneda corriente. La virtualización de nuestras tareas no suspende dichas condiciones, más bien las potencia, penetrando en la intimidad de nuestros hogares, en horarios y de formas inaceptables.


En este escenario descrito, pareciera que para algunas instituciones nada ha cambiado. En Conicet, los cronogramas de convocatoria a informes e ingresos de investigadorxs se mantuvieron con total “normalidad” y sólo luego de la lucha encabezada por Jóvenes Científicos Precarizados de Buenos Aires se logró conquistar las prórrogas para quienes las necesitaban. Mientras tanto, la patronal se niega a otorgar verdaderas licencias por cuidado para becaries. En la UBA y otras universidades se han virtualizado nuestras tareas sin respetar las licencias otorgadas mediante resolución del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social (Nº 207/2020 del 16 de marzo último) a todx trabajadorx a cargo de niñxs en edad escolar mientras dure el aislamiento obligatorio y la suspensión de clases en las escuelas. Con absoluta falta de sensibilidad sobre esta realidad, la UBA comunica a sus docentes la obligatoriedad de completar un curso virtual… ¡sobre género!, como si estuviéramos ante un contexto de especial disponibilidad de tiempo libre, cuando la situación es exactamente la opuesta.


A ello se suma que miles de docentes ad-honorem siguen sosteniendo las cursadas sin cobrar por su trabajo y sin contar con cobertura médica. En el caso de lxs investigadorxs en formación, a través de los plazos de finalización de becas (y sus salarios) se busca ejercer presión para que lxs becarixs vuelvan a sus tareas sin tener en cuenta el cierre de los lugares de trabajo, las particularidades de sus investigaciones y su derecho a las licencias. Al momento de las evaluaciones que hará el organismo sobre las convocatorias probablemente continúe aplicando criterios de productividad que, hoy más que nunca, perjudicarán el futuro laboral de quienes durante esta pandemia se han visto mayormente afectadxs en su desempeño laboral. En este contexto, las prórrogas generalizadas de becas, convocatorias y concursos –acompañadas por medidas de discriminación positiva al momento de su apertura- son la respuesta necesaria ante la pandemia, para evitar que se profundicen las brechas de género en la investigación científica y las universidades.


Para no quedar a merced de relaciones opresivas y desarrollarnos como docentes e investigadorxs en ambientes más equitativos y libres de violencia de género, exigimos:


Un aumento salarial de emergencia y apertura urgente de paritarias docentes y estatales; salario para todxs lxs ad-honorem; ningún docente, investigadorx, becarix por debajo de la línea de pobreza. Dispensas por cuidados y por violencia de género; estabilidad laboral para quienes ejercen su derecho a la licencia. Protocolos contra la violencia de género y laboral. Prórrogas generales de becas y suspensión de plazos de evaluación y concursos; políticas de discriminación positiva que garanticen la igualdad de género en ciencia y universidad. Obra social para todxs lxs trabajadorxs y su grupo familiar.