Mujer

7/12/2017

Las mujeres y las reformas antiobreras

Escribe Vanina Biasi.

Desde hace varios años las mujeres han sido el sector más dinámico y movilizado en defensa de sus derechos y en búsqueda de un cambio de paradigma que es la base misma de este régimen social de explotación y que tiene a la violencia contra la mujer como uno de sus principales pilares.


“Ni Una Menos” fue bautizado el grito de las mujeres para terminar con la violencia, la discriminación en todos los terrenos y contra los femicidios que se suceden a diario. La respuesta del Estado y sus gobiernos a este clamor ha sido reforzar las condiciones que llevan a esta situación: privatización de la asistencia a la mujer, profundización de las relaciones con el clero, precarización laboral, desocupación, incremento del costo de vida, rechazo a impartir educación sexual científica y refuerzo del punterismo en las barriadas, a través de organizaciones cuya finalidad es la de contener la organización y la lucha contra el ajuste.


Las reformas en curso están directamente relacionadas con una declaración de guerra contra la clase obrera y particularmente contra las aspiraciones de las mujeres expresadas en masivas movilizaciones en las calles.


Reformas previsional y laboral


La reforma previsional no solo extiende el trabajo femenino 10 años más, desconociendo que las mujeres somos doblemente explotadas, ya que sumamos al trabajo asalariado el cuidado de la familia, el trabajo doméstico. Otro ataque fundamental de esta reforma a las trabajadoras de edad mediana es que multiplica las razones por las cuales deberán ocuparse de los mayores de la familia. El golpe contra los ingresos de los jubilados es también un golpe a ellas.


La orientación de precarización laboral que persigue el paquete que pactaron el gobierno y la CGT es también una política que perjudicará particularmente a las mujeres. En el mercado laboral actual, la diferencia salarial que existe entre hombres y mujeres se mantiene desde hace años en el 27,6%. Pero esta discriminación se profundiza entre la clase obrera más precarizada, que representa un tercio de la mano de obra ocupada, realidad que la reforma laboral pretende extender a todos los trabajadores, alcanzando una grieta en esta franja del 40% de diferencia salarial entre los dos sexos.


El universo de acceso a derechos que es necesario conquistar para materializar una vida más equitativa para las mujeres, es contrario al avance de las reformas en curso y al régimen capitalista en decadencia.


Desde mucho antes las burocracias sindicales habían entregado conquistas mediante la firma de convenios a la baja. La reforma laboral ya comenzó con la firma de paritarias del ex ultra kirchnerista Andrés Rodríguez de UPCN. Así abrió paso a los despidos en el Estado y a la implementación de presentismos que incluso violentan los derechos de las mujeres que deben tomarse licencias por maternidad, entre otros.


“El país quedó bien posicionado en el ranking de empoderamiento político, la historia es otra en la esfera económica. De acuerdo a las estimaciones del Foro Económico Mundial, Argentina se encuentra en el puesto 111 en relación a la igualdad entre varones y mujeres en relación a la participación económica y oportunidades. Esto implica que el país no solo se encuentra prácticamente en el fondo de la tabla en lo que respecta a la paridad en el mundo laboral y económico, sino que además bajó 10 posiciones con respecto a 2016”, señala el portal Economía Feminista (24/11).


Mientras que en lo que respecta a “empoderamiento político” la Argentina se ubica entre los primeros países del mundo, el país se va al fondo de la tabla en lo que respecta a realidad económica. Esta es la síntesis perfecta al respecto de un diagnóstico que señalamos hace tiempo. El llamado empoderamiento político de la mujer no puede ser separado de sus objetivos de clase. El poder está siendo ejercido en favor de una clase social cuyos objetivos y planes son contrarios al empoderamiento de las mayorías de las mujeres.


La Argentina es el primer país del mundo que –bajo el menemismo– aprobó el cupo femenino. Hoy está a la vanguardia de leyes que promueven una forma de paridad en los parlamentos que pretenden presentarse como favorables a “las mujeres”. Esas paridades estuvieron colocadas al servicio de un embellecimiento de un régimen que se disponía y dispone a golpear a las mayorías populares, a afianzar sus vínculos con la Iglesia y a beneficiar el incremento de la tasa de beneficio capitalista por encima de las necesidades de las mujeres de terminar con la discriminación y la opresión.


Los mismos bloques que se presentan progres por el impulso a la paridad de género en el armado de listas electorales, son los que aprueban una u otra reforma reaccionaria contra las mujeres trabajadoras, jubiladas y amas de casa. A esta maniobra que usa las luchas de las mujeres para edulcorar un ajuste se presta una de las corrientes del Frente de Izquierda, el PTS.


El mundo capitalista avanza en materia de precarización laboral e incluso en la esclavitud y ese esquema social y económico es incompatible con el fin de la violencia hacia la mujer al que aspiramos las miles que estamos de pie. La violencia contra la mujer cumple un servicio a los ajustadores en su carácter de mecanismo de control social y es en este terreno donde entra en escena con fuerza el Vaticano, que orienta su política a la reconstrucción de bloques políticos de la burguesía en crisis y que trabaja usando a los movimientos sociales como instrumento para la contención.


El antecedente de esta reforma laboral y de la previsional estuvo estampada en la llamada “ley ómnibus” aprobada en 2016, que quitó el estatus de jubilación para las mujeres sin aportes y lo convirtió en un subsidio, extendiendo a su vez la edad jubilatoria para poder acceder al mismo –haciendo desaparecer la posibilidad de optar por la jubilación a los 60. Este antecedente fue aprobado por integrantes de todos los bloques, menos del Frente de Izquierda.


Las mujeres paramos cuando las centrales sindicales se negaban a hacerlo. Pusimos de relieve la profunda extensión y las raíces económicas y sociales de la violencia contra la mujer. Nos tenemos que orientar fuertemente a integrar junto al conjunto de la clase obrera la lucha contra el ajuste y todas las medidas que configuran la base material de las peores violencias contra las mujeres.