Mujer

6/12/2019

Ministerio de la mujer, género y diversidad: el asedio de las mujeres

Elizabeth Gómez Alcorta fue la elegida para ocupar el anunciado Ministerio de la Mujer, Géneros y Diversidades. Su reconocimiento público, limitado, se produjo como abogada defensora de Milagro Sala, para cuya defensa en su momento justamente eligieron el bajo perfil de la flamante ministra. Es integrante de Patria Grande, sucedáneo político partidario de la militancia universitaria en la agrupación La Mella y actual aliado de Juan Grabois en el Frente Patria Grande. Forma parte del CELS y fue funcionaria del Ministerio de Justicia en el gobierno de Cristina Kirchner, como subcoordinadora del programa Memoria verdad y Justicia. Aunque se reivindica feminista y está a favor de aborto legal, su militancia específica no estuvo vinculada directamente al movimiento de mujeres, sino a la defensa de integrantes de pueblos indígenas.


Macri intentó también resolverlo por arriba las demandas del movimiento de mujeres, incorporando a una feminista destacada para el que luego sería un devaluado Instituto de la Mujer cuyo fracaso fue rotundo, como el del gobierno que integró.


Sin programa, políticas activas ni presupuesto, el Consejo nacional de la mujer ha sido un organismo que a lo largo de la historia argentina sirvió para cooptar a sectores femeninos activos contra el “techo de cristal” y no pasó de tener  un rol marginal.


Una ministra sin programa


Según señala una nota muy elogiosa que realizó LATFEM, Elizabeth Gómez Alcorta fue a su primer Encuentro de Mujeres en 2015 en Mar Del Plata y desde allí “sólo faltó al del Chaco, porque coincidía con el aniversario de la muerte (sic) del Che y decidió viajar a Bolivia” (LATFEM, 6/12). Es interesante que Alberto Fernández haya elegido a una militante de los derechos humanos como ministra de la mujer, sin trayectoria ni un bagaje político específico, cuyo renombre como abogada defensora de la líder mapuche Moira Millán y de Milagros Sala también es reciente. Asume así una ministra en un área clave, cuyo programa de gobierno se desconoce.


La tarea de Gómez Alcorta estará inscripta en la encrucijada de un gobierno que pacta con el FMI y las iglesias, pero empodera a una “feminista popular” como ministra de gobierno.


El antecedente inmediato, el de la feminista de trayectoria Fabiana Tuñez, alcanzó para mostrar que sin independencia política no hay políticas en favor de la mujer.


Consejo autónomo de la mujer


La cooptación de una militante a un gobierno no es novedad, que la misma haya asumido sin un programa definido tampoco. Todo lo relativo a las demandas de las mujeres está envuelto en una nebulosa de cara al futuro gobierno, aunque es evidente que el área de mujer será el flanco que Alberto Fernández buscará presentar como el izquierdo. Frente a un movimiento de lucha que ha puesto la vara muy alta, el gobierno irá maniobrando como lo viene haciendo con el tema del aborto legal, tanteando los compromisos con las iglesias que serán las grandes armadoras del asistencialismo que se viene, la crisis económica y sobre todo, la intervención obrera independiente.


Tenemos una larga lista de reivindicaciones que tenemos que presentar como lo hemos hecho hasta ahora: en las calles y junto a la lucha de todos lxs explotados. La desocupación y la precarización laboral, la falta de viviendas, salud y educación gratuita y científica, son las bases materiales que “atan a la mujer al hornillo de la cocina” y someten a las disidencias a los crímenes de odio. Los mecanismos de opresión de la mujer y las minorías están al servicio de la reproducción de la familia nuclear, la célula básica de la sociedad capitalista que los Fernández no pretenden subvertir. Ni podrán superar colocando a una militante popular en un ministerio. Con ajuste, femicidios, abusos, aborto clandestino, injerencia de las iglesias, no hay Ni una Menos.


Desde el Plenario de Trabajadoras insistimos en la puesta en pie de un consejo autónomo de la mujer y disidencias, elegido y revocable por padrón mayor a 13 años, que parta de un debate democrático entre todas las fuerzas que construimos este movimiento de lucha en base a un programa. Defendido y puesto en marcha con total independencia política de intereses sociales ajenos a nuestras necesidades.