Mujer

24/3/2019

“Pongamos”: el exabrupto reaccionario de los enemigos de la mujer en una marcha fracasada

Alrededor de 40 mil personas se dieron cita en la movilización reaccionaria impulsada por las iglesias católica y evangélica.

Foto: Página 12

Alejandro Gleyer, coordinador de la así llamada “marcha por la vida” (en realidad un conglomerado reaccionario en el que se aglutinan sectores clericales y derechistas en contra de la legalización del aborto) se mandó un: “Pongamos” ante la pregunta de la periodista Valeria Sampedro, que no pudo ocultar su ofuscación. Acababa de preguntarle, en referencia al caso de la niña embarazada en Tucumán y ante la afirmación del militante oscurantista de que podría no haber sido una violación: “¿Pero usted está diciendo que una nena de once años podría haber elegido tener relaciones sexuales con su abuelastro?”. “Pongamos”, respondió Gleyer y reveló, de este modo, más que tres manuales acerca de los verdaderos objetivos y concepciones de los sectores “pro-vida”, como los denomina el diario La Nación. Gleyer acababa de justificar un delito para darle cobertura a la postura generalizada de estos sectores acerca del uso de los cuerpos infantiles femeninos como envases para preservar embarazos no solamente no deseados, sino productos criminales de una violación.


El intercambio, que culminó con Gleyer intentando retractarse de su propia honestidad, se había producido al finalizar la jornada de movilización por los “derechos del niño por nacer” –que no es otra cosa que una marcha contra los derechos de la mujer– que reunió a decenas de miles de personas en todo el país, motorizada por los sectores eclesiales que responden al papa Bergoglio, tributario de los favores políticos de sectores kirchneristas que se autodenominan progresistas, como aquel que levanta la candidatura de Cristina Fernández y es liderado por el abogado papal Juan Grabois. La marcha, en la que intervinieron curas y monjas ataviados con sus disfraces habituales y para los que la iglesia católica y congregaciones evangelistas movilizaron a sus feligresías, contó con la participación de partidos de ultraderecha como Bandera Vecinal, del militante nazi Alejandro Biondini, o el nuevo engendro llamado Partido por la Vida. También formó parte de la marcha el reaccionario empresario esclavista Alfredo Olmedo, político de discurso de biblia en mano y aspiraciones presidenciales truncas. Y, como no podía ser de otra manera, militantes del oficialista Cambiemos contrarios a la legalización del aborto no faltaron a la cita.




La movilización estuvo signada por la proliferación de banderas celestes y blancas y el uso de “pañuelos celestes”, los mismos que reivindica la ex presidenta kirchnerista Cristina Fernández. Si bien las estimaciones policiales calcularon en alrededor de cuarenta mil los asistentes a la movilización porteña, los organizadores exageraron la cifra para hacerla llegar a los tres centenares de miles de manifestantes y más de dos millones de personas marchando en todo el país. Compenetrados con el mensaje papal, las cifras fantasiosas se multiplicaban como panes y peces al son de una marcha regimentada por las iglesias cristianas y financiadas, en particular, por la católica.


A menos de un mes de la multitudinaria movilización por el día de la mujer realizada el 8 de marzo, el eco reaccionario mostró un fracaso en su convocatoria si se trata de comparar asistencias, pero a la vez señaló la presencia de las fuerzas en disputa: por un lado, las mujeres organizadas por sus derechos y en particular por el triunfo del derecho al aborto legal, seguro y gratuito, y por el otro las fuerzas animadas por la Iglesia católica aliada al Estado patronal en alianza con las congregaciones evangelistas, todos unidos por una política reaccionaria contra la mujer. Deberán tomar nota las mujeres que participan de esta contienda de un hecho incontrastable: la única fuerza que lleva inscripto en su programa el derecho al aborto es el Frente de Izquierda. El resto de las fuerzas políticas sortea la reivindicación esencial en defensa de la vida de las mujeres a las negociaciones de turno en el parlamento o de acuerdo a los intereses de sus mandantes vaticanos.