Mujer

4/9/2008|1053

Por qué fuimos sólo seis mil en el Encuentro de la Mujer

El Encuentro de Neuquén finalmente bordeó la mitad de las participantes en Córdoba y Jujuy. No hubo tampoco una presencia importante de las “locales”, las mujeres de Río Negro y Neuquén, a pesar de su enorme tradición de lucha en el movimiento piquetero, en la toma de tierras, en el gremio docente y en la denuncia de violadores y golpeadores.

En principio, parece inexplicable: la situación de la mujer se deteriora diariamente en todos los órdenes. El gobierno ha vuelto a cancelar la entrega de anticonceptivos; la muerte y el abandono de bebés nacidos de madres niñas se repite (La Pampa, La Plata); también la muerte de nenas en la sala de partos (Río Negro) o por abortos clandestinos.

Los niveles de golpizas, violaciones y asesinatos – contra mujeres que habían denunciado ante la Justicia agresiones de sus parejas-  alcanzan ribetes de catástrofe social ante el silencio de radio de los responsables políticos. Las redes de trata trasladan criaturas miles de kilómetros mientras el ministro Fernández asegura: “No hay delito”.

¿Por qué, entonces, fuimos sólo 6.000? No es porque las mujeres hayamos decidido aceptar pasivamente esta barbarie. Nada de eso: estamos en todos los frentes de lucha: por el salario, por la vivienda, contra los violadores, contra el gatillo fácil, contra las redes de trata, las estudiantes secundarias.

¿Por qué miles de estas luchadoras no llegaron al Encuentro? Una primera respuesta puede provenir del hartazgo de un sector ante un Encuentro que se programa como una sesión de lamentos colectivos donde nada se puede organizar ni resolver. El “espíritu testimonial”, defendido a rajatablas por los sectores conciliadores, opera como una política deliberada de desmoralización del movimiento de mujeres y de vaciamiento del Encuentro…

Otro factor fue el sabotaje -también deliberado- de todas las “organizaciones sociales” que responden al kirchnerismo. En la agenda “femenina” del gobierno sólo hay lugar para los ataques a las masas: no les queda resto ni para la demagogia. En ese cuadro, Barrios de Pie, la FTV y otros dieron la espalda al Encuentro, conscientes del potencial explosivo de una reunión masiva de luchadoras y para preservar de la discusión a sus bases, que comparten las mismas penurias que el resto (algo que ya vivió Milagros Salas en Jujuy). El gobierno apostó a desactivar el Encuentro, al punto que rechazó el pedido de la Comisión Organizadora para correr el feriado del 12 de octubre. Pasado el Encuentro, amplió ese feriado para mayor lucro de la industria turística.

Otro ausente con aviso fue la CTA, con la dirección partida entre el apoyo al gobierno o el apoyo al frente de la patronal rural. Con mucha de su base gremial -docentes, municipales, estatales- en franca rebelión por el salario, la CTA no movió un dedo para que sus afiliadas se encontraran en el sur a discutir cómo sacarse de encima el corsé de la burocracia sindical. De esta política participó también la dirección de Aten Neuquén, que no integró la Comisión Organizadora y no hizo la menor campaña para que las maestras convirtieran el Encuentro en una caja de resonancia de sus reivindicaciones.

Pero la intención de vaciamiento también fue encarnada por varias de las fuerzas integradas a la Comisión Organizadora. En primer lugar el PCR, que en ningún momento denunció el vaciamiento del Encuentro por parte del oficialismo, porque este vaciamiento era funcional a su interés de ligar el Encuentro a su política sojera y a su habitual conciliación con el clero – ¡el cual, por primera vez, no organizó una intervención masiva ni los grupos de choque que reserva para estos Encuentros!

El PCR restringió al máximo la difusión, intentando que pasara inadvertido a las locales del Alto Valle. Y se esmeró en despolitizarlo y presentarlo como una versión patagónica del muro de los lamentos. El PCR sólo se esforzó por llevar un contingente propio importante, que le facilitara poner al Encuentro bajo el control político de las seguidoras de la patronal rural. Miles de mujeres, en cambio, iban a trasladar inequívocamente el estado de deliberación política abierto en los sectores populares a partir de la demolición del kirchenrismo. Como es sabido, la ilusión se les hizo trizas.

El PTS participó erráticamente de la Comisión Organizadora, con una posición que alternó la provocación -conferencias de prensa y pintadas para “obligar” al cambio de fecha sin acompañar la campaña para lograrlo- y los acuerdos a espaldas del resto de la CO con la izquierda sojera. Alegando, sin motivos ni fundamentos, una supuesta defensa de Zanón, el PTS y otros grupúsculos intentaron forzar que el Encuentro se hiciera en octubre “aunque durara dos días” y fuera ultraminoritario. No se molestaron en responder quién podría viajar miles de kilómetros para sesionar un día y pegar la vuelta al siguiente. La pelea por la fecha del Encuentro dilapidó, a sabiendas, las energías necesarias para difundir su realización y para proceder a organizarlo. No acompañaron la posición del Plenario de Trabajadoras de que el acto de apertura se hiciera en la fábrica.

Para entonces, ya habían acordado con el PCR, luego de la ‘pelea a muerte’ por las fechas de agosto y octubre, que la “defensa inclaudicable de Zanón” se concretara -a espaldas de la fábrica y de un sector de la Comisión Organizadora- en un regimentado acto-festival, superpuesto a otras actividades, donde iban a ser censuradas las expresiones de lucha del movimiento de mujeres presentes en el Encuentro. El escándalo generado por el documento sojero de bienvenida y el documento independiente censurado por las chacareras pavoneándose en el escenario, y las patoteadas del acto de apertura aguaron este pacto que tenía como principales perjudicados a los trabajadores de la fábrica.

El grupo feminista La Revuelta fue un activo factor de confusión. Pasó a denunciar, desde afuera de la Comisión Organizadora, a quienes pretendían “transformar un Encuentro en una especie de congreso partidario o sindical”, intentando prefijar a su antojo cuáles son los intereses políticos y la metodología del movimiento de mujeres. Escribieron una carta abierta intentando silenciar a las y los trabajadores de Zanón, que se pronunciaron por correr la fecha del Encuentro. En los últimos tres meses, La Revuelta pegó una voltereta más e incluyó a dos militantes en la Comisión Organizadora, que actuaron en absoluta consonancia con el PCR. ¿Acaso en el ambiente agrario dominado por los explotadores capitalistas y los latifundios se defienden mejor los derechos de la mujer?

El feminismo, que pretende que la causa (de género) de la mujer y de sus derechos es ajena a la lucha de clases, fue convertido por La Revuelta en un apéndice de las clases propietarias (explotadoras) del campo. Las censoras de “las prácticas masculinistas de la izquierda”, impulsoras de una suerte de virginidad política de las demandas de género, terminaron suscribiendo el documento con las patronas rurales y compartiendo micrófono con ellas, mientras golpeaban a las integrantes de la Comisión Organizadora que defendían una alternativa independiente.

¿Cómo se sale de esta crisis? Con un plan de acción. Organizando masivas marchas el 28 de septiembre y el 25 de noviembre. Respondiendo a cada ataque contra la mujer y sus derechos, barrio por barrio, pueblo por pueblo, provincia por provincia. Exigiendo al Estado respuestas para nuestras reivindicaciones. Denunciando la política del gobierno nacional y que la oposición derechista y clerical es una variante tan enemiga de las mujeres como el kirchnerismo. Todas las necesidades están vigentes y crecen día a día. La única fórmula es poner en marcha el movimiento de mujeres por la defensa de nuestras reivindicaciones, con independencia de todo sector patronal.