Mujer

25/7/2020

Revista Caras: un discurso demagógico sobre los cuerpos gordos

Sobre la tapa de la princesa "plus size".

A partir del pasado 22 de julio, la tapa de la revista Caras estuvo en boca de todes. Eso se debió a una nota de tapa sobre Máxima Zorreguieta, reina consorte de los Países Bajos, y su hija Amalia, la princesa heredera al trono. Abrió una polémica tras publicar que la adolescente de 16 años lucía orgullosamente un “look plus size”, un eufemismo fashion para decir gorda. Esta publicación nos presenta una serie de problemas para analizar.

Esta elección de tapa no es inocente. Se inscribe en medio de un debate que proliferó en redes sociales a través de un video publicado en Instagram por Oriana Sabatini, reflexionando sobre su cuerpo y los trastornos alimenticios que atravesó. Estos múltiples debates que se gestan en las redes sociales son un reflejo de la ola verde y de los cuestionamientos que fueron colocados en nuestro país gracias al movimiento de mujeres y LGBT+, especialmente desde el 2015 con el primer “Ni una menos”.

A raíz de esto, un medio como la revista Caras trata de mostrarse amistoso con los cuerpos que se corren de la “norma delgada”, para hacer un lavado de cara de su propio contenido. Esto cuando históricamente ha desplegado en sus tapas y sus páginas imágenes de mujeres flacas, formando parte de la transmisión de un ideal único de belleza.

La revista pertenece al grupo Editorial Perfil, que en los últimos años fue denunciado por sus trabajadores por pagar los aguinaldos en cuotas, despedir y recortar salarios. Es decir, estamos ante un grupo capitalista que tiene un interés particular en difundir este tipo de estereotipos sobre los cuerpos, no por una mera cuestión cultural sino para reproducir una forma de opresión en particular hacia las mujeres, que comprenden más del 80% del consumo de esta revista.

La opresión capitalista sobre los cuerpos

No es posible analizar por qué existe una “norma delgada” sin estudiar cuáles son las bases de este tipo de opresión, que afecta al conjunto de la población sin distinción de género, pero que recae fuertemente entre las mujeres y les jóvenes. Por un lado, podemos afirmar que los estereotipos de belleza no son consensos entre las mayorías sino que son impuestos desde el discurso de las grandes asociaciones médicas, los medios de comunicación e industrias de todo tipo. Una minoría social dueña las industrias impone a una mayoría cuál es el ideal al que deben apuntar. Este ideal, entonces, se presenta como la delgadez, la tez clara, facciones “europeas”.

Nada de esto es azaroso, pues detrás de estos ideales de belleza se esconden los negociados médicos de las cirugías plásticas, la industria farmacológica de consumo de pastillas de dieta y la industria de la dieta en general, que mueven millones de dólares por año. En el caso particular de las mujeres, el rechazo de los cuerpos gordos, y hasta de los cuerpos musculosos, puede inscribirse en el marco de la necesidad capitalista de promover la fragilidad del cuerpo femenino para sostener el imaginario del “sexo débil”: mientras el ideario masculino es el cuerpo fuerte y “poderoso”, a las mujeres se les inculca desde pequeñas la delgadez y el alejamiento de cualquier actividad que atente contra esto.

Así, la reproducción de los estereotipos de género se manifiesta en la socialización de los cuerpos de les trabajadores, repercutiendo en sus peores formas: los desórdenes alimenticios, la adicción a la actividad física, las consecuencias de las cirugías plásticas clandestinas, el consumo de fármacos, entre otras.

Contradictoriamente, al mismo tiempo que hay una fuerte presión para alcanzar el ideal de belleza impuesto por un puñado de empresaries, el aumento de la pobreza y la miseria social lleva al conjunto de les trabajadores a tasas de obesidad nunca antes vistas. El consumo de hidratos de carbono como única fuente de alimentos, sumado a los alimentos ultraprocesados, lejos de llevar a la población hacia una pobreza delgada, hace aumentar de peso a una mayoría social, profundizando aún más los problemas que deben atravesar las personas gordas.

¿Es el “empoderamiento” una salida real?

La revista Caras no elige cualquier persona para hablar del “plus size” y el bullying que sufren las personas gordas. En su tapa coloca a la heredera al trono de Países Bajos, perteneciente a la actual familia real, descendiente de la casa Orange-Nassau, dinastía que viene gobernando alternadamente desde el siglo XVI.

Aún en el siglo XXI la monarquía sigue teniendo relevancia a nivel social, económico e incluso político, jugando un rol fundamental en el sostenimiento de la explotación de miles de trabajadores. Actualmente, les monarcas neerlandeses tienen un patrimonio calculado en mil millones de dólares y cuatro castillos entre sus impresionantes posesiones. El carácter clasista de la tapa no escapa a nadie; no entrevistan a une joven perteneciente a la clase trabajadora, o a une activista gorde, quienes sufren verdaderamente las consecuencias de la producción de estos estereotipos violentos. Se entrevista a una adolescente que, aunque no posee el ideal de cuerpo delgado y esbelto, sigue cumpliendo con otros patrones “hegemónicos” de belleza: es rubia, blanca, de ojos claros y de la realeza.

Esto también nos permite reflexionar sobre quiénes tienen la posibilidad de hablar de aceptación y amor propio: les que pertenecen a las clases sociales dominantes únicamente tienen la posibilidad de ser tomades en cuenta. A les jóvenes y trabajadores solo nos queda la marginalización y banalización de nuestros cuerpos.

La revista pretende seguir reproduciendo los mismos patrones pero maquillándolos con un falso progresismo. Lo que pone de relieve la tapa de Caras es cómo, en este caso, las mujeres somos sometidas a los estereotipos de belleza impuestos por la cultura burguesa, donde ser flaca es la regla, y aquellas personas con cuerpos diversos, cuerpos que desafían la norma, deben envalentonarse para poder mostrarse con “orgullo”. Aquí reposa el discurso del empoderamiento y el amor propio como salidas individuales a la discriminación hacia les gordes, y la industria “gordx friendly” que alimenta este discurso, y pretende mostrar como una solución la venta de artículos diseñados para personas gordas.

Solo la organización colectiva de les trabajadores para modificar de raíz el régimen social capitalista, y el reordenamiento de las bases materiales para erradicar todo tipo de control sobre los cuerpos de una minoría social hacia las grandes mayorías podrá eliminar completamente el yugo al que somos sometides. En palabras de Rosa Luxemburgo, luchar “por un mundo donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres” es también la lucha por la autonomía y libertad de todos los cuerpos.