Mujer

7/7/2005|907

Violación como forma de control social

Romina Tejerina, Marela y Mónica, las chicas de La Dársena, María Soledad, la adolescente de Bahía Blanca, y las miles de víctimas de violaciones silenciosas que ocurren día a día, las que no se denuncian por temor o vergüenza, o porque la policía no las recibe, o por la sencilla razón de que el violador está casado legalmente con la víctima.


La violación es la violencia contra la mujer en su grado más extremo, ya que se ejerce sobre su cuerpo, sobre su genitalidad, aquello sobre lo cual construye su personalidad, lo más íntimo de su ser.


Por eso la violación tiene efectos permanentes sobre las víctimas, secuelas imborrables; como en Romina, que en su imaginario después de la violación pensaba que su bebé estaba muerta: ¿cómo podría salir algo vivo de esa aberración?


Es tal el miedo que genera la violación, que no debe haber una sola mujer que no camine asustada por la calle, que no piense en ello cuando se pone ropa “provocativa”, que no pasen por su cabeza las frases “quedate en tu casa”, “buscate un hombre que te proteja”, “no salgas sola”, “que te acompañe”, “tomate un taxi que está muy oscuro”, “no pierdas de vista a tus hijos”.


El control del cuerpo de la mujer es el control de la mujer. La mujer es ubicada en el rol de reproductora de la vida, dentro de su cuerpo produce el fenómeno biológico más importante para la “continuidad de la especie”. Esta biologizacion de la mujer es utilizada por el capitalismo para administrar toda su vida. La sociedad la convierte en una cosa que produce vida. Entonces no es una mujer, sino una madre, que debe dedicarse a sus hijos antes que a sí misma o de lo contrario es una “madre desnaturalizada”. Su cuerpo entonces no es más que una incubadora. Pero no contento con ello el capitalismo sigue cosificando el cuerpo de las mujeres a través de modelos estéticos. La utilización del cuerpo femenino como una forma más de venta y publicidad, por dar un ejemplo, es un negocio que mueve millones y millones.


Entonces el Estado capitalista no hace ni debería hacer nada para terminar con las violaciones; lo prueba la complicidad policial, la falta de atención adecuada, la falta de centros de recepción de denuncias, la culpabilización de las víctimas. Y no lo combate porque saca su tajada, su parte en todo esto. El Estado como capitalista colectivo, es el garante de las condiciones de explotación, y el sistema capitalista se basa tanto en la explotación del trabajo asalariado, como en la explotación de la mujer. De varias maneras.


En primer lugar, la explotación económica de la mujer es fundamental: el no pago del llamado trabajo invisible (las tareas del “ama de casa”) permite pagar al obrero un salario mucho menor. Imaginémonos por ejemplo si la mujer le exigiera al patrón que le pague por las tareas del hogar al costo de una empleada doméstica: aquél debería pagar por lo menos el doble de sueldo. En segundo lugar, aún no se han inventado máquinas que fabriquen hombres, esa función la cumplen las mujeres, dado que el obrero es la única mercancía que genera valor, es de interés vital para la burguesía controlar el proceso de la maternidad, convertir a la mujer en la “máquina de carne”; en ese sentido, una violación con embarazo es una forma más de conseguir un obrero. En tercer y último lugar, no alcanza con parir al obrerito, con cocinarle y lavarle la ropa y mandarlo al colegio. Además hay que educarlo, y la principal educadora y sociabilizadora es la madre. Entonces, es necesario que ésta actúe como correa de transmisión, educando obreritos y madrecitas sumisos y obedientes, que a su vez eduquen obreritos y madrecitas sumisos y obedientes, que a su vez…


Pero la burguesía debería tener cuidado. Así como la primera reacción ante una violación es la paralización y el asco, luego viene la furia. Ya están habiendo casos de puebladas contra los violadores y el sistema policial que los encubre y protege, y en este país la bronca se está organizando. Los piqueteros representan este proceso de organización del país sobre nuevas bases. Bases que no sólo deben liberar a los obreros sino también a la mujer. Así lo demuestran las multitudinarias movilizaciones por la libertad inmediata de Romina Tejerina, las marchas contra la violencia hacia la mujer y por el derecho al aborto, y el reclamo de casas de refugio a la mujer víctima de violencia.


El derecho de la mujer a gobernar su cuerpo, a decidir sobre él, a cuidarlo y protegerlo, abre una perspectiva revolucionaria en su organización, con una única alternativa, la obrera y socialista.