Tras la gran movida del 4 de abril, sigue el plan de lucha piquetero

Foto: Nicolás Parodi

Cuando miles y miles de desocupados piqueteros acompañados por fuertes columnas de sindicatos clasistas nos acercamos desde tres columnas convergentes que partieron de manera sincronizada desde el Obelisco, Constitución y la Plaza de Mayo al Ministerio de Desarrollo Social, nos esperaban centenares de policías de la Ciudad, de los batallones de Infantería, armados hasta los dientes.


El operativo tenía la intención de desalojar el anunciado acampe del Polo Obrero, Barrios de Pie, Cuba MTR, MAR, Votamos Luchar, MTR 12 A Cotel -entre otros-, mediante la represión, como lo habían hecho por la mañana con los compañeros del FPDS, FOL, MTD en la autopista 25 de Mayo. Se apoyaban políticamente en la cobardía y complicidad de la burocracia sindical de la CGT y las CTA, que organizaron ese día una jornada de regimentación de la clase obrera sin paro ni acto.


Valiéndose de esa regimentación, el gobierno creyó que podría desalojar por la fuerza la determinación de las organizaciones piqueteras de acampar en rechazo a la política social y económica ajustadora de Macri y el FMI, y organizaciones que levantan un programa elemental frente al estallido de pobreza que sacude al país.


La derrota de la represión fue total. Una enorme multitud de más 15.000 trabajadores ocupados y desocupados no sólo no retrocedió un paso, sino que rodeó a la Infantería y la obligó a replegarse hasta cortar la totalidad de la 9 de Julio, incluyendo los “sagrados” carriles del Metrobús.


El intento represivo tuvo heridos de bala de goma y de gas pimienta, pero los altos mandos entendieron que no íbamos a retroceder y secuestraron a la compañera Lidia, de la Cuba MTR de La Matanza, organizadora de un comedor popular, que resistió el ataque dando muestras de un alto grado de militancia combativa, a pesar -o tal vez por eso mismo- de sus 60 años y una salud deteriorada. La multitud piquetera, con todas las direcciones a la cabeza, no se movió un milímetro hasta que la compañera fue arrancada de las garras represivas y festejó su liberación inmediata como lo que fue: un primer triunfo de la movilización popular.


Simultáneamente, hubo acampes y cortes en 20 provincias, entre ellas, Córdoba, Mar del Plata, San Juan, Chaco e interior de la provincia de Buenos Aires (Pergamino), mientras además acampamos y cortamos rutas y calles en Misiones, Salta, Corrientes, Río Negro, Mendoza, Tucumán, Tierra del Fuego y San Nicolás.


La derrota propinada (la segunda en cuatro meses) por el movimiento piquetero heredero del Argentinazo a la intentona represiva del gobierno, tiene enorme significado para toda la clase obrera. Por un lado, rompió la regimentación de la jornada del jueves 4 de la burocracia sindical, mostrando la fuerza de la movilización cuando está al servicio de las reivindicaciones obreras; por otro, fortaleció objetivamente a la clase obrera y al movimiento popular, mostrando el camino para derrotar el ajuste.


Balance


La jornada del 4 de abril dejó enseñanzas para las masas oprimidas. Por un lado, por la obvia capitulación de la CGT y las CTA frente a la burguesía que pretende que la crisis la paguen los trabajadores mediante despidos y reformas laborales que atacan las conquistas obreras históricas. El trabajador de Fate, de Altos Hornos Zapla, de Interpack, de la construcción o del Conicet, se ve en el espejo de los desocupados que salen a enfrentar la situación.


Pero, por otro lado, tal vez como nunca hasta hoy, el activismo pudo referenciarse en el Plenario Sindical Combativo (PSC) que, con el Sutna, la UF Oeste, AGD-UBA, Ademys, Cicop, los Suteba multicolores, delegados y directivos de telefónicos, Subte, gráficos, estatales, Inti, etcétera, y una enorme columna piquetera del Polo Obrero, el MTR 12 de Abril, Cuba-MTR, Votamos Luchar y Teresa Vive, marchó a la plaza para impulsar el paro activo nacional de 36 horas y un plan de lucha para imponer un pliego de reivindicaciones obreras y derrotar el ajuste. El PSC planteó una perspectiva y un programa para toda la clase obrera, en unidad de clase de ocupados y desocupados.


Consumada la victoria contra la represión, el gobierno sintió el golpe que le propinamos y comenzó una serie de llamadas para negociar. Habíamos ganado la primera batalla, íbamos por la segunda, con un método, y mostrando la voluntad inquebrantable de los piqueteros de luchar hasta ganar.


Entrada la noche y con el acampe a pleno llegaron rumores, luego confirmados por funcionarios, de una reunión de emergencia de la ministra Stanley y Macri. La envergadura de la crisis social y la tenacidad piquetera abrían una crisis política, mostrando por un lado que el ajuste no tiene límites si no lo paramos con la “lucha ahora” y, por otro lado, que es posible derrotar el ajuste luchando.


Los funcionarios que establecieron la negociación con las organizaciones señalaron con claridad que el impacto de la medida transmitida en cadena por los medios y que contó con una enorme solidaridad de numerosas organizaciones populares -con la notoria excepción del PTS-, fue decisiva para abrir una negociación de reivindicaciones, aunque de futuro incierto.


Los días transcurridos no han acercado soluciones, el movimiento debate en los barrios la continuidad del plan de lucha. Tenemos que empeñarnos en el apoyo a este contingente de la clase obrera que sale a enfrentar a los ajustadores.