Obituarios

25/9/2003|818

Liborio Justo (1902/2003)

Liborio Justo nació casi con el siglo pasado, en 1902, en una importante familia de la oligarquía argentina.


En la década del ‘20 se lanzó a lecturas febriles del pensamiento social, adoptando rápidamente el marxismo. También se interesó por los debates que acontecían en la URSS y la Internacional Comunista, y con determinación tomó partido por León Trotsky. Es de esta época, 1933, el episodio que lo hizo internacionalmente conocido, cuando, durante la visita del presidente norteamericano Roosevelt a “nuestro” Congreso Nacional, interrumpió su discurso (transmitido nacional e internacionalmente) y le arrebató el micrófono para gritar: “¡Abajo el imperialismo norteamericano!”, provocando un tumulto de proporciones y repercusiones en toda la prensa continental.


Vinculado a los pequeños grupos trotskistas argentinos, que existían desde 1929 (habiéndose originado en el Pcra, una ruptura “izquierdista” del Pca) se esforzó, en la década del ‘30, por poner en pie lo que sería la sección argentina de la IV Internacional. Sus dos grandes méritos, en aquel momento, fueron exigir una actitud claramente militante (contra la tradición de “diletantismo trotskista”, de hombres como Héctor Raurich o Antonio Gallo – hoy muy reivindicados por Juan José Sebreli, et pour cause – , lo que le llevó a ganar la adhesión del más importante dirigente obrero trotskista de la época, Mateo Fossa, que había presidido el congreso de fundación de la CGT, en 1936); y, al mismo tiempo, plantear que la “unificación del movimiento cuartainternacionalista argentino” (título de una serie de folletos que editó) debía hacerse sobre sólidas bases programáticas, de caracterización del país, de América Latina, de la etapa y la situación mundial, y de las tareas políticas que emergían de esas caracterizaciones, cuestiones a las que la mayoría de los otros cuadros trotskistas de la época daban respuestas totalmente empíricas. Publicó una serie de folletos de divulgación de las ideas de Trotsky y de la IV Internacional, que evidenciaban que su adhesión al trotskismo estaba lejos de ser superficial, además de varios escritos del propio Trotsky. Fue el primero en plantear la caracterización de la Argentina como país semicolonial, oprimido por el imperialismo (inglés y norteamericano), integrante del conjunto de las naciones oprimidas y parte de la revolución latinoamericana.


Esta caracterización era rechazada por el resto de los trotskistas y, principalmente, no era parte de la tradición de la izquierda argentina y latinoamericana. Liborio Justo realizó una crítica plenamente consciente y acertada de toda esa tradición político-programática que arrancaba en Juan B. Justo.


Liborio Justo también sacó conclusiones políticas: el lugar argentino (y latinoamericano) en la cadena imperialista mundial planteaba la posibilidad (o mejor, la perspectiva) de choques entre la burguesía nativa y el imperialismo, o sea, de movimientos nacionalistas burgueses. Puede decirse que fue el único pensador argentino que, en la década del ‘30, aventó la posibilidad de un fenómeno político como el peronismo. El planteo de Justo, sin embargo, poseía una imprecisión, pues afirmaba que, frente a esa eventualidad (resistencia burguesa limitadamente antiimperialista), el proletariado podría “acompañarla mientras durase”, en vez de plantear la necesidad de la independencia de clase frente a la inevitable traición burguesa a la revolución democrática. Sintetizando su idea, en 1942, Justo escribió que “la vanguardia proletaria de los países coloniales y semicoloniales debe plantearse, en primer lugar, la revolución agraria y antiimperialista”, ciertamente que como parte de un proceso de “revolución permanente”. Ahora bien, señalar que el proletariado debería realizar, como precondición histórica, una revolución diferente de la proletaria (y, para peor, acompañando durante un trecho a la burguesía) significaba reintroducir el bagaje menchevique-stalinista dentro del programa de revolución permanente de la IV Internacional.


La mayoría de los trotskistas de la época despreciaban la cuestión de la lucha antiimperialista en el país y la existencia de una “cuestión nacional”, pues consideraban a la Argentina un país avanzado. Esos “trotskistas” recibieron el apoyo del enviado de la IV Internacional, el norteamericano Sherry Mangan (o “Terence Phelan”), quien se justificó ante la dirección internacional con el magnífico argumento de que los proto-“socialistas puros” (entre los que se encontraban el futuro menemista Jorge A. Ramos, “J. Posadas”, Esteban Rey, Reinaldo Frigerio, Oscar Posse, Carlos Liacho, Margarita Gallo – hermana de Antonio – , etc.) eran “mayoría”.


Después de denunciar a la dirección de la IV Internacional y proponer una obviamente fracasada “IV Internacional revolucionaria” (llegó a entablar tratativas con pequeños grupos ultraizquierdistas desprendidos de la IV Internacional en otros países), Justo prácticamente se retiró de la política activa: después de 1943, no tuvo ninguna intervención en el proceso del primer y segundo gobiernos peronistas.


Volvió a la actividad política a mediados de la década del ‘50. De esa época data su libro León Trotsky y Wall Street (también publicado en Perú, con el título Trotsky y el Fracaso Mundial del Trotskismo). Dando rienda suelta a su peor aspecto (el personalismo megalomaníaco, que lo llevó incluso a concebir una “Quinta Internacional”, inspirada, por lo menos, por sus ideas), Justo decidió endilgar su decepción con el trotskismo argentino (y con la dirección de la IV Internacional, entonces ejercida por el SWP norteamericano) a las ideas y trayectoria del propio Trotsky, que habrían llevado a éste a transformarse, hacia el final de su vida… en un agente del imperialismo norteamericano.


Así fue Liborio Justo. Y si sus errores no borran sus aciertos, lo contrario también es verdadero.


* Extractos de un trabajo de mayor extensión que será publicado, en su versión completa, en la próxima edición de En Defensa del Marxismo.