Opinión

30/11/2020

La cultura de la cancelación y Maradona

La cuestión de la “cancelación” se coló en medio de la conmoción que atraviesan el país y el mundo. La muerte del 10 abrió las puertas a un debate profundo dentro del movimiento de mujeres, la posibilidad de reivindicarlo a pesar de la misoginia y de la descomposición que lo caracterizaban. Tomando su caso, intentaremos aportar algunas cuestiones al debate.

#Canceladx

La cancelación de referentes o ídolos de diversos temas surge de las redes sociales (particularmente de Twitter). El objetivo sería que el repudio a determinado hecho, conducta o comportamiento que esté relacionado a la violencia de género se vea reflejado en una anulación de la persona que está siendo cancelada. Esto implicaría suspender el tráfico en redes sociales y el consumo de los productos que llevaron a la fama a esa persona. Se busca borrarla del mapa con el fin de “bajar de un pedestal” a los violentos.

Se trata de una lógica que parte de concebir la violencia de género como una cuestión que es llevada adelante por ciertos individuos, es una concepción de la humanidad que divide al mundo en “buenos y malos”, y por lo tanto la liberación de las mujeres sería posible cuando ningún machirulo tenga algún tipo de protagonismo.

Está claro que es un tema mucho más complejo: La opresión hacia mujeres y diversidades es uno de los pilares sobre los que se sostiene este régimen, está inserta en todos los espacios de la vida cotidiana. Leer las cuestiones de la problemática de violencia de género únicamente como una cuestión individual niega la existencia de un régimen que es el principal responsable de su generación y reproducción. Poner bajo la alfombra a todo aquel que la ejerce es un callejón sin salida, es un camino que no lleva a la transformación social que quienes cancelan aspiran a realizar. Nos paraliza y no resuelve el problema. Nadie rompe de un día para otro con aquellos esquemas en los que creció.

La descomposición social a la cual se somete a la clase obrera, con vicios, excesos, violencia, y con acciones que son totalmente repudiables e injustificables y contra la cual luchamos se derriba más allá del individuo. Derribar esa descomposición es organizarnos colectivamente contra el principal responsable: este régimen social podrido y opresor que lo único que nos ofrece es miseria y violencia.

Quien esté libre de contradicciones que tire la primera piedra

No podemos separar al artista de la obra, tampoco podemos eliminar el impacto que esas obras hayan tenido en nosotres o en un sector de la sociedad. Ver a las personas en su integralidad, matices y aristas es una herramienta para debatir y luchar, no un insumo para quienes desde la comodidad de un teléfono castigan contradicciones y sentires ajenos.

Maradona es, sobre todo, esa contradicción. Concentró las aspiraciones de les que nada tienen y las alegrías de un pueblo y una clase que no tiene otra cosa que esperar más que miseria y explotación así como también la descomposición de un régimen que se alimenta y se reproduce de conductas violentas y misóginas hacia las mujeres. La exaltación de su figura fue directamente proporcional al cuadro de destrucción y decadencia en su vida personal. Estos días se veló al pibe de Fiorito que burló al destino trazado para los pobres de este país y que logró lo imposible con su talento. A quien, no solo en Argentina, trascendió la figura del ídolo para convertirse en un símbolo y en la identidad de muches.

El Diego crece en su carrera en un contexto en que las tribunas vibraron (y todavía lo hacen) con canciones homoodiantes, misóginas y racistas. Son generaciones enteras consumiendo a Olmedo, Francella o Tinelli jugando a calentarse con una adolescente. Y la figura de Maradona reproduce la cultura y los valores en los que se educó y crió, él y toda su generación. El archivo de Maradona no es muy diferente al del resto de las figuras y poderosos que le fueron contemporáneos (y ni hablar de las generaciones previas). Es el producto de todas las miserias de esta sociedad potenciadas con todo tipo de excesos a los que se exponen quienes ocupan lugares similares al suyo. Maradona no asciende a la fama por haber sido un vocero de la misoginia, como lo han hecho tantos otros que hoy en día conducen programas de TV. El pueblo que hoy le rinde homenaje es el mismo que vivió con tristeza el devenir que tuvo la vida del 10.

Quienes nos organizamos contra toda forma de opresión nos enfrentamos a este tipo de contradicciones a diario. Es válido no estar conmovide o incomodarse por su caso, pero no podemos ser ajenos a la experiencia de quienes pretendemos defender (y para intentar comprender ese dolor, tan genuino como profundo para todo un pueblo, es necesario salirse de la barrera generacional entre quienes conocieron la figura de Maradona en su apogeo, regalándole a la Argentina una copa del mundo, alegrando a miles de laburantes desde Buenos Aires hasta Nápoles y quienes solo conocieron la etapa de decadencia y descomposición de una persona que tuvo todas las vivencias y vicios de una escalada a la fama en los ’80 y ’90). ¿Qué tipo de cambio esperamos lograr parandonos en un pedestal con un dedo acusador hacia el duelo popular?

Gracias a la organización y la inmensa lucha logramos que este tipo de conductas sean cuestionadas y repudiadas y continuaremos haciéndolo. Colocando nuestras energías contra los verdaderos responsables y no contra la propia masa oprimida. Quien pretenda no tener que lidiar y enfrentar prácticas machistas en el camino, acabará por darse cuenta que la competencia para ver quién es más deconstruide es un camino estéril que solo recorren quienes tienen los recursos y el tiempo para hacerlo. Luchar es hermoso, tanto como la pasión que despertó en la clase obrera Diego Maradona, que con sus tantas oscuridades supo darle voz y alegría a les más golpeades por este sistema.