Partido

7/10/2001|725

Acerca del Partido Obrero y la izquierda

Que la izquierda democratizante, partidaria de la colaboración de clases, supere electoralmente a la izquierda “extrema” o, mejor, revolucionaria, en las primeras fases de una gran crisis histórica, es un “clásico” de la historia política. El pueblo ingresa a los períodos decisivos con un bagaje tradicional de ideas y solamente accede a conclusiones más radicales en el curso de la nueva experiencia política que acaba de iniciarse. En estas primeras etapas, al pueblo le resulta extraña la diferencia que alegan tener entre si los partidos de izquierda y hasta adjudican este hecho a una extravagancia de sus dirigentes. Los intentos de delimitación política son incluso “mal vistos”. Una expresión de esta realidad, en la reciente campaña electoral, fue la virtual ausencia de debates y polémicas entre los partidos de izquierda, que estaban objetivamente obligados a concentrar sus dardos exclusivamente contra los partidos tradicionales. Es incuestionable que la manifestación más acabada de esta indiferenciación generalizada fue el ascenso fulminante de Zamora, quien además se ha jactado, precisamente, de “tener más preguntas que respuestas”. Este lugar común de la falsa modestia y de la mediocridad, significa simplemente una pretensión de hacer política sin programa.


La indiferenciación política no ocurre, sin embargo, solamente por las características de la primera fase de una crisis histórica. Para la izquierda democratizante es toda una carta de presentación; a cualquier lugar que va repite que su propósito es privilegiar “lo que une a lo que separa”, a pesar de convivir y desarrollar un despiadado faccionalismo. Esta política de indeterminación de posiciones tiene un alcance potencialmente contrarrevolucionario, porque su objetivo último, y el único que finalmente desarrolla en la práctica, es neutralizar al socialismo revolucionario.


Es un hecho de la mayor importancia, en la recién concluida campaña electoral, que en el único lugar donde hubo una fuerte pelea política entre las izquierdas fue en el norte de Salta. Como aquí la única posibilidad electoral estaba representada por los piqueteros cuartainternacionalistas, Barraza y Raineri, desde las Madres de Plaza de Mayo hasta el Credicoop de Izquierda Unida hicieron, dentro de sus límites, una feroz campaña por la abstención electoral.


La hostilidad de la izquierda democratizante en el norte de Salta (la virulencia verbal de Hebe Bonafini no desmiente la condición democratizante de su movimiento, como lo demuestra la tendencia ideológica que domina en la Universidad de las Madres); contrasta con la política del Partido Obrero: impulsar todo movimiento popular que se cobije bajo una dirección izquierdista democratizante con la finalidad de que adquiera una proyección revolucionaria, y delimitar nítidamente las posiciones, inclusive en los momentos más agudos y especialmente en esos momentos. Ahora que la izquierda democratizante ha logrado un bloque de cuatro bancas, seremos aún más perseverantes en el apoyo a toda iniciativa de ella que tenga capacidad para producir una movilización de masas, y en acentuar todavía más la delimitación política.


La “lectura” histórica de la preponderancia democratizante en la fase inicial de un período con posibilidades revolucionarias no agota, sin embargo, un análisis crítico de lo ocurrido el 14. No solamente porque una masa decisiva del electorado ni siquiera fue al campo izquierdista democratizante y prefirió el voto nulo, o las versiones más adaptadas al sistema existentes, como el grupo de Zamora o el PH. Ocurre, además, que la izquierda en cuestión carga con un deterioro histórico marcado, lo cual es absolutamente claro, por ejemplo, en el caso del Partido Comunista, pero es relativamente válido para IU en su conjunto, que ya tuvo un pasado mucho más importante que el actual. Es sintomático que sus componentes se empeñen en ocultarse electoralmente en la sigla que los agrupa, a sabiendas de que separadamente o incluso declarando su condición de un frente entre partidos específicos, tendrían resultados del todo diferentes. El ingreso al Congreso nacional y a dos legislaturas provinciales, le abre un nuevo campo de acción al ala democratizante de la izquierda y hasta le ofrece la oportunidad de superar sus propios alcances en el pasado. Por el mismo motivo, dejará más claramente a la luz sus limitaciones políticas. Pero solamente un desarrollo profundo del PO permitirá poner al desnudo el carácter potencialmente contrarrevolucionario de la izquierda democratizante y asegurar un desarrollo revolucionario de la crisis política que se ha iniciado. Es incuestionable que la relación de fuerzas recíproca es incomparablemente mejor para el PO que en el ‘87/’91, durante el gran crecimiento del Mas, cuando en la provincia de Buenos Aires estábamos 260.000 a 26.000, y cuando el PO no existía más allá de los mayores centros.


Pero los resultados del 14 de octubre abren a todo el mundo nuevas oportunidades y el desenlace no lo va dictar la historia sino la capacidad que revelen las fuerzas en presencia.