Partido

29/3/2001|700

Chau, edgardo

El 11 de marzo murió Edgardo Sierra. El ‘Viejo’, como le decían sus compañeros y amigos, desde que tengo memoria fue un activista y luchador inquebrantable en el gremio de Prensa. Tenía el orgullo, decía, de haber pisado la mayoría de las redacciones de los grandes medios del país, de las que había sido despedido por huelguista o delegado.


El ‘Viejo’, además, fue un “hombre del PO”, desde la época de nuestros orígenes en Praxis. Con 77 años, en las elecciones que consagraron a Jorge Altamira como diputado por la Capital, fiscalizando una escuela de Flores, se dio el gusto de ver despuntar un progreso en el desarrollo de una alternativa por la que luchó toda su vida y a la que tanto amó.


El ‘Viejo’, al que la Noble rajó de Clarín, bajo el amparo de la Ley Antisubversiva impuesta por el gobierno terrorista de Isabel Perón, en 1975, fue también, según dicen, un extraordinario periodista dedicado al diseño gráfico. Eso le valió ganarse el premio al “Maestro” (una manzana) que daba TEA a periodistas “destacados” durante varios años. Los mismos que le dieron la “manzana”, centroizquierdistas de pura cepa, o para ser justos, gente del mismo palo con De la Rúa a la cabeza, fueron los verdugos de su último despido, cuando trabajaba en el departamento de Prensa de la Municipalidad de Buenos Aires. Entonces tenía 74 años, y todavía con todas las ganas, fue arrojado al vacío, a la inactividad, a la desconsideración y a más de un año y medio sin un mango, hasta que le dieron una jubilación de un monto cinco veces menor a su sueldo promedio en actividad.


El descarte le pegó duro al ‘Viejo’, como a tantos trabajadores que son triturados con su jubilación, algo que hoy hasta es un lujo.


Para dejar una idea de cómo era el ‘Viejo’, aún cuando estaba bajoneado, vale una anécdota que contó con varios militantes de PO que trabajamos con él de espectadores. Caída la dictadura, sin laburo, Edgardo fue contratado por un tipo que tenía una pequeña editorial y que le pidió que armara un equipo de redacción y varios proyectos para realizar una serie de revistas para empresas. Cuando el patrón presentó los proyectos diseñados por Edgardo, ganó por afano. Entonces, el tipo vino a la oficina en la que trabajábamos (el ‘Viejo’ había hecho entrar al doble de los necesarios para “el equipo”) para felicitarlo a él y a sus colaboradores, de una manera tan efusiva como empalagosa.


Edgardo le respondió: “Mire, fulano, no me dore la píldora. Si usted tuviera que elegir entre todos nosotros y un billete de un dólar, y nos pone en los dos platillos de una balanza, todos nosotros terminamos reventados contra el techo”.


En la última conversación telefónica que mantuvimos, se despidió sin saber que lo hacía, igual que yo, “caracterizando” cómo se iba a ir a la mierda López Murphy.


Chau, Viejo.