Partido

10/10/1995|468

Derrumbe menemista

El pasado domingo se produjo el hundimiento electoral del menemismo, que muchos parecían esperar sin esperanza. Por un tiempo, al menos, desaparecerá del escenario de las conversaciones cotidianas el ya fastidioso ‘pero lo siguen votando’. Se trata de un progreso, por cierto, porque ahora una parte importante del pueblo podrá descubrir que tampoco alcanza con que no lo voten.


La característica fundamental de los resultados del domingo pasado, fue su aspecto, por asi decir, ‘negativo’.  El menemismo perdió un cuarto de millón de votos si la comparación se efectúa con la que obtuvieron en mayo pasado sus diferentes listas para  diputados (PJ, Ucedé, otros); esa pérdida llega a casi 400.000 votos si se la coteja con la que sacó para presidente. En términos de porcentajes, se trata de caídas del 20 y 30%, respectivamente, en solamente cinco meses. El hecho de que el PJ haya sido disparado al tercer lugar, por debajo del vapuleado radicalismo, es un dato que no deja lugar a dudas.


Aunque Menem se haya apresurado a afirmar que en las recientes elecciones “No… se puso en riesgo la capacidad política del gobierno”, es exactamente eso lo que sí ocurrió. Porque el derrumbe electoral del menemismo no es sino la consecuencia de dos grandes factores: la fractura que se operó en el gobierno desde mayo pasado y la reacción del electorado contra una política económica liquidada, que siembra a su paso mayor desesperación y miseria.


Con relación a los reflejos de la fractura electoral del gobierno, recordemos simplemente que Erman González fue reiteradamente atacado por Cavallo como uno de los agentes del grupo Yabrán; el propio Cavallo acaba de decir que las “denuncias de corrupción pudieron ejercer su influencia en la elección de los porteños” (Clarín, 9/10).  El candidato menemista no tuvo el apoyo de los poderosos sectores económicos, internacionales, políticos y de prensa ligados al equipo económico. A Fernández Meijide, en cambio, se le dio un espacio inusitado en los medios de comunicación y se escamoteó el hecho de que como consecuencia de su elección a senadora un hombre del partido comunista pasará a ocupar el puesto de diputada que ella deja vacante. Si el Frepaso no representara, en parte, a uno de los sectores oficialistas en disputa y a los grandes capitalistas en general, los medios de comunicación hubieran hecho una carnicería política con ese dato. El estrepitoso resultado electoral del menemismo es, entonces, una consecuencia de la disminuída ‘capacidad de gobierno’ que Menem niega y que, sin embargo, se acentuará cada vez más.


La elección del domingo ha plantado un cóctel explosivo. Es que, por un lado, fue repudiado el sector político del gobierno, que quiere modificar el ‘plan Cavallo’, como lo reclama confusa y violentamente la mayoría de los trabajadores que le votó en contra, mientras que, por el otro, salió ganando en la disputa palaciega el sector que defiende a rajatablas el ‘plan’, a pesar de que el electorado votó contra el oficialismo, precisamente como reacción al hundimiento del ‘plan económico’.


Que la  disputa entre las camarillas oficialistas se ha acentuado como consecuencia de las elecciones y de que ‘la capacidad de gobierno’ se ha debilitado, lo confirman las versiones de que el cavallista Béliz se pasaría al Frepaso en el caso de que le fuera negada la candidatura del PJ para la próxima elección de intendente. El Frepaso se ha convertido desde hace mucho en la guarida de los excluidos de las prebendas del PJ, la UCR e incluso el PC.  Las elecciones en la Capital, como las que se hicieron en Chaco y Neuquén, confirman el hundimiento del ‘plan Cavallo’ y la crisis política creciente que ha generado.


La elección del domingo pasado estuvo monopolizada por alternativas patronales y pro-imperialistas en mayor medida aún que en el pasado 14 de mayo. Un buen número de partidos de izquierda ni siquiera se presentó con el pretexto de que les quitaba posibilidades el hecho de que no se disputaran candidaturas proporcionales. Pero en medio de la inmensa crisis política actual, esa posición no es otra cosa que derrotismo y deserción política, y en la práctica se sumaron, ellos también, por acción u omisión, a la candidatura del Frepaso, apoyada por el propio imperialismo. Para el Partido Obrero es en circunstancias como éstas, cuando el proletariado no tiene expresión propia, que resulta necesario dar la batalla política y programática más intensa contra los explotadores, porque ella  es fundamental para la preparación de las futuras luchas y victorias.


El voto del domingo pasado no resuelve nada, ni hubiera podido hacerlo; la parcialización de la elecciones, además, está concebida para independizar al poder político del electorado; en este sentido Menem tuvo razón al decir “No estuvo en juego ningún resorte vital del poder” (ídem). Pero el hundimiento electoral del menemismo en un distrito caudaloso es un registro del creciente derrumbe político de la burguesía y de la inevitabilidad de inminentes reacomodamientos políticos.


En todos estos reacomodamientos, el Frepaso será un factor de apuntalamiento de los grandes explotadores, nunca una fuerza independiente.