Partido

7/10/2004|871

Hasta siempre compañero Walter

Es difícil encontrar las palabras para comenzar esta despedida. Generalmente uno piensa que primero va a despedir a los más viejos, como dicta la naturaleza. Walter López tenía solo 33 años. Además de cinco hijos, con una mujer de su edad, una sonrisa y un saludo afectuoso que nunca iba a negarle a ningún compañero; un kiosquito que no le rendía lo que necesitaba para mantener a su familia- razón por la cual se subió a un remis 16 horas por día-; y por ultimo un corazón enorme ero que no le aguanto la demanda.


Quienes conocimos a Walter nunca esperamos que su final fuese este. Quien lo hubiese visto enfrentar la represión en Brukman, filmando en la primera línea de fuego sin haber apagado por un segundo su cámara de video, seguramente habría pensado, por lo menos, para él había reservado algo semejante a su cuñado Coco: un bala que le atravesara el cuello en un piquete (y de la que saliera ileso, por supuesto). Pero este proyectil que recibió y que le costó la vida, fue mucho más certero; el desempleo, la dificultad para seguir con su actividad militante, 7 pesos por día por manejar alienado a un auto y tener que vender el suyo propio para seguir tirando; en definitiva todo el peso que deposita este sistema sobre un joven luchador, hasta dejarlo absolutamente extenuado.


Hasta aquí parecería que esto es una derrota, una pérdida irrecuperable para el Partido, pera la regional de Berazategui  que, gracias a su esfuerzo como el de tantos otros compañeros, es hoy una zona de vanguardia y organización del proletariado del Conurbano. Pero contrariamente a lo que perece, asía no ha sido una derrota. Quienes hayan estado en su entierro podrán afirmarlo con toda certeza: su mujer marchando, sos­teniendo el estandarte del Partido Obrero de Berazategui que ella misma había pedido que le cedieran para transportarlo momentos antes, sus hijas ayudándola a cargar la bandera más pesada que se ha visto en mucho tiempo portar, cientos de comporteros con gorros y pecheras del Polo Obrero, los gritos a garganta pelada entonando la pla­garía más sentida y justa para asa jus­to luchador “¡Piqueteros Carajo!"; la bandera del PO flameando a modo de lápida improvisada por una compañeras sobre la tumba: todos indicios de que lo que ha construido Walter, desde lo personal y lo político, seguirá presente a pesar de que su cuerpo ya no transite más por esta tierra tan escarpada por la cual a veces cuesta andar. A quien pudiera, desde un ángulo religioso, vincular su muerte a los 33 años con algún símbolo cristiano, la redención, é descanse en paz y la vida alema, no­sotros, ateos confesos, que vemos Ir obra de Walter que trasciende su edad física, y que perpetuará su présanos solía medida en que continuemos lo labor que él ha comenzado, le contestamos desde este mundo: Walter López, ¡Pre­sente ahora y siempre!


Desde el Ojo Obrero, a modo de homenaje sentido, asumimos sí compasé so de continuar con la investigación que Walter había comenzado sobre la utilización del veneno PCB en los transformadores de Berazategui; Además de adelante esta película, seguiremos luchando por los objetivos por los que Walter peleaba sin descanso: le revolución social y el gobierno de los trabajadores.