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20/5/1994|419

Los obreros industriales entran en escena

La situación del movimiento obrero fue uno de los debates más ricos de nuestro último congreso. Hoy, a la luz de los hechos, se aprecia que se destacó por su elevada elaboración política y por sus acertados pronósticos.


En diciembre pasado (fecha en que realizamos el Congreso), veníamos de un proceso de derrotas de huelgas; se había disipado la movilización educativa del ’92, habían sido derrotadas las luchas de SOMISA y Ferroviarios; avanzaba el des­empleo, la “flexibilidad laboral”, la liqui­dación de los convenios y el ataque a la salud y a la educación


Sin embargo, el debate del congreso permitió rechazar la idea de que este “retroceso” (textual) fuera un factor de apaciguamiento de la lucha de clases.


“Sólo si la burguesía consigue Im­poner un nuevo equilibrio en las rela­ciones sociales, el retroceso de la cla­se obrera podría convertirse en un sinónimo de apaciguamiento de la lu­cha de clases. De lo contrario las con­tradicciones de clase y las tensiones sociales crecerán y se agudizarán las tendencias a un enfrentamiento pro­fundo” (Resoluciones PO N° 410, 6/1/ 94).


“La burguesía de conjunto es inca­paz de encontrar un nuevo equilibrio de las relaciones entre las clases: ésta es una característica del presente mo­mento histórico. En este cuadro se agudizan violentamente todas las con­tradicciones de clase; las fábricas son un infierno de explotación, en los hos­pitales, en las escuelas y en las barria­das obreras fermenta el odio de las masas, este odio sólo busca la oportu­nidad para expresarse. Los centros de concentración proletaria son una enor­me olla a presión, un hervidero de conflictos latentes” (ídem PO 410).


“Si se examina detenidamente —decíamos— se pueden observar seme­janzas entre la actual situación y la que existía poco antes del ‘cordobazo´: re­troceso social y político, huelgas de­rrotadas, reflujo (1968 fue uno de los años de menor cantidad de huelgas), “invencibilidad” de la dictadura. Pero bajo esta aparente calma las tensiones sociales se agudizaban violentamente y bastó una pequeña chispa (la elimi­nación del “sábado inglés’) y la afecta­ción de los convenios metalúrgico y mecánico (no muy diferentes a los que ya antes la burguesía había logrado imponer sin resistencia) para que sal­tara la lucha. Pero hoy, por la amplitud y profundidad de las contradicciones sociales y del odio popular, por su extensión nacional, porque engloba a amplísimas capas de la población y por la profundidad de la crisis capita­lista, tanto nacional como internacio­nal, el marco de enfrentamiento plan­teado es incluso superior al que existía en la época previa al “cordobazo” (PO 410 —Resoluciones del congreso).


Estas caracterizaciones fueron formu­ladas en los últimos días de diciembre, cuando sólo existía el antecedente del comienzo de las movilizaciones en La Rioja. Días después del Congreso, los acontecimientos de Santiago del Estero pusieron en marcha lo que caracteriza­mos como el “cordobazo de los años ’90”


Pero aún faltaba verificar una parte sustancial de nuestro pronóstico, que pre­veía la entrada en escena del proletariado industrial.


Jubilación “Privada”


Cuando parecía que el pronóstico no se verificaría de inmediato, la agitación política partidaria en las grandes fábricas permitió advertir síntomas significativos que avalaban la caracterización del Con­greso.


Después de más de dos años de agi­tación y propaganda en contra de la estafa, de, la “jubilación privada” después de centenares de miles de volantes y de varios folletos explicando el carácter confiscatorio de las AFJP, después de dece­nas de volantes polémicos con la política de los burócratas sindicales comisionis­tas en sus propios gremios, comenzamos a observar la reacción de rechazo del movimiento obrero.


Este rechazo de la clase obrera fue el primer síntoma del surgimiento de una nueva situación entre los trabajadores. El 7 de abril pasado, 24 días antes de que comenzara a regir el plazo para optar entre la “jubilación privada” y la “esta­tal”, alertábamos: “Nuestro Partido Obrero ha detectado, ya con cierta firmeza, que los compañeros en las fábricas están rechazando la incorpo­ración a la jubilación privada, en lo que puede ser uno de los mayores golpes que la clase obrera le dé a este gobier­no entreguista” (Jorge Altamira, discur­so acto de cierre del FIS en Plaza Once, PO 416).


Después de la liquidación de la garan­tía del Banco Nación (también advertido anticipadamente en un volante—“La peor de todas”) —, después de la renuncia de los propios capos de la superintendencia de las AFJP, y del rechazo masivo del movimiento obrero, este pronóstico del Congreso ha pasado a la categoría de irrefutable.


“Flexibilizados”


Ahora, cuatro meses después de las caracterizaciones efectuadas por el con­greso, han estallado la UTA, SEVEL y el SMATA (también en Córdoba se están desarrollando abandonos de planta y mo­vilizaciones).


Las patronales del transporte habían “flexibllizado” a los choferes con 13 horas de trabajo e imponiendo el destajo, con lo que crearon una situación límite en los trabajadores. El gobierno ha tenido que dar un paso atrás e implantar las máquinas expendedoras de boletos o, en su defecto, el guarda, lo que constituye una victoria de los choferes y una quiebra de la “flexibilidad laboral”.


Ahora estalló SEVEL, una de las pa­tronales más negreras de la Argentina, que también llevó al límite los infernales ritmos de producción, congeló los sala­rios, y que cuenta como su principal alia­do a los gángsters de Curto, que con 50 matones patotean la planta y refuerzan el régimen carcelario. El estallido de SEVEL constituye un salto cualitativo de la lucha í contra la “flexibilidad laboral”. Curto fue el primero en aceptar las nuevas “nor­mas” de hecho antes que se lo autorizara ninguna ley laboral.


La semana pasada estalló el SMA­TA, y no precisamente por la actua­ción de José Rodríguez, que acaba de firmar un convenio con la General Motors que es un modelo de política anti-obrera, que liquida vacaciones, categorías y horas extras, sino por los ritmos brutales de Autolatina, y por el congelamiento salarial


La cuestión salarial


Cuando arreciaban los despidos en la administración pública y las grandes fá­bricas parecían inmovilizadas, el PO co­menzó a alertar sobre las desigualdades del proceso económico y a “desmitificar” la llamada “crisis de la burguesía En octubre del *93 señalábamos lo si­guiente:


“la caracterización que hacemos de sectores protegidos por la política oficial a través de la política arancela­ría, ‘cupos’, subsidios o integración a escala regional (automotores, petro­química) plantea precisar nuestra in­tervención en sectores claves del pro­letariado industrial. En los centros obreros siderúrgicos y mecánicos exis­te una situación de reactivación y de inmensos beneficios para los pulpos” (Informe Político al VI° Congreso). “La mitad de los obreros siderúrgicos del ’87 produce la misma cantidad física que entonces, con una productividad obrera que está en los niveles del sudeste asiático y con salarios marcada­mente inferiores. Se han introducido convenios por empresa, cláusulas de productividad y las horas extras forman parte de la jornada diaria” (ídem).


“Esta superexplotación es una fuen­te permanente de conflictos porque los trabajadores no pueden aguantarla en el tiempo y ya unido al reclamo salarial frente al congelamiento y los inmensos súper beneficios que están obteniendo las patronales” (ídem). “Constituye toda una línea de desarro­llo Intervenir en el corazón del proleta­riado industrial que ha aceptado esa superexplotación para salir de la difícil encrucijada ocupacional y salarial…”. “Sin la desmitificación de la crisis de la burguesía (que significa enormes beneficios capitalistas para determi­nada rama de la industria y de la ban­ca), de los sobrecostos laborales, no será posible penetrar en el proletaria­do industrial. Si para la burguesía es­tos ataques constituyen una línea del desarrollo, para el PO la intervención jurando estos atropellos es clave para atinar el movimiento obrero industrial, es decir, para su propio desarro­llo” (Conclusiones del Comité Nacional, 10/93, BI N°9).


La aparición en SMATA y Sevel, y en varias fábricas metalúrgicas, del proble­ma salarial, y del “basta” a la “flexibilidad”, confirma este pronóstico político en toda su magnitud.


Ha entrado en escena la clase obrera industrial, y con esto comienza la cuenta regresiva para el gobierno y para la buro­cracia sindical.


El método del marxismo y la práctica revolucionaria han permitido superar el espejismo en el cual creyó la inmensa mayoría de la izquierda, la pequeña bur­guesía en su conjunto y hasta un sector de la vanguardia de bs trabajadores.