Los obreros industriales entran en escena
Seguir
La situación del movimiento obrero fue uno de los debates más ricos de nuestro último congreso. Hoy, a la luz de los hechos, se aprecia que se destacó por su elevada elaboración política y por sus acertados pronósticos.
En diciembre pasado (fecha en que realizamos el Congreso), veníamos de un proceso de derrotas de huelgas; se había disipado la movilización educativa del ’92, habían sido derrotadas las luchas de SOMISA y Ferroviarios; avanzaba el desempleo, la “flexibilidad laboral”, la liquidación de los convenios y el ataque a la salud y a la educación
Sin embargo, el debate del congreso permitió rechazar la idea de que este “retroceso” (textual) fuera un factor de apaciguamiento de la lucha de clases.
“Sólo si la burguesía consigue Imponer un nuevo equilibrio en las relaciones sociales, el retroceso de la clase obrera podría convertirse en un sinónimo de apaciguamiento de la lucha de clases. De lo contrario las contradicciones de clase y las tensiones sociales crecerán y se agudizarán las tendencias a un enfrentamiento profundo” (Resoluciones PO N° 410, 6/1/ 94).
“La burguesía de conjunto es incapaz de encontrar un nuevo equilibrio de las relaciones entre las clases: ésta es una característica del presente momento histórico. En este cuadro se agudizan violentamente todas las contradicciones de clase; las fábricas son un infierno de explotación, en los hospitales, en las escuelas y en las barriadas obreras fermenta el odio de las masas, este odio sólo busca la oportunidad para expresarse. Los centros de concentración proletaria son una enorme olla a presión, un hervidero de conflictos latentes” (ídem PO 410).
“Si se examina detenidamente —decíamos— se pueden observar semejanzas entre la actual situación y la que existía poco antes del ‘cordobazo´: retroceso social y político, huelgas derrotadas, reflujo (1968 fue uno de los años de menor cantidad de huelgas), “invencibilidad” de la dictadura. Pero bajo esta aparente calma las tensiones sociales se agudizaban violentamente y bastó una pequeña chispa (la eliminación del “sábado inglés’) y la afectación de los convenios metalúrgico y mecánico (no muy diferentes a los que ya antes la burguesía había logrado imponer sin resistencia) para que saltara la lucha. Pero hoy, por la amplitud y profundidad de las contradicciones sociales y del odio popular, por su extensión nacional, porque engloba a amplísimas capas de la población y por la profundidad de la crisis capitalista, tanto nacional como internacional, el marco de enfrentamiento planteado es incluso superior al que existía en la época previa al “cordobazo” (PO 410 —Resoluciones del congreso).
Estas caracterizaciones fueron formuladas en los últimos días de diciembre, cuando sólo existía el antecedente del comienzo de las movilizaciones en La Rioja. Días después del Congreso, los acontecimientos de Santiago del Estero pusieron en marcha lo que caracterizamos como el “cordobazo de los años ’90”
Pero aún faltaba verificar una parte sustancial de nuestro pronóstico, que preveía la entrada en escena del proletariado industrial.
Jubilación “Privada”
Cuando parecía que el pronóstico no se verificaría de inmediato, la agitación política partidaria en las grandes fábricas permitió advertir síntomas significativos que avalaban la caracterización del Congreso.
Después de más de dos años de agitación y propaganda en contra de la estafa, de, la “jubilación privada” después de centenares de miles de volantes y de varios folletos explicando el carácter confiscatorio de las AFJP, después de decenas de volantes polémicos con la política de los burócratas sindicales comisionistas en sus propios gremios, comenzamos a observar la reacción de rechazo del movimiento obrero.
Este rechazo de la clase obrera fue el primer síntoma del surgimiento de una nueva situación entre los trabajadores. El 7 de abril pasado, 24 días antes de que comenzara a regir el plazo para optar entre la “jubilación privada” y la “estatal”, alertábamos: “Nuestro Partido Obrero ha detectado, ya con cierta firmeza, que los compañeros en las fábricas están rechazando la incorporación a la jubilación privada, en lo que puede ser uno de los mayores golpes que la clase obrera le dé a este gobierno entreguista” (Jorge Altamira, discurso acto de cierre del FIS en Plaza Once, PO 416).
Después de la liquidación de la garantía del Banco Nación (también advertido anticipadamente en un volante—“La peor de todas”) —, después de la renuncia de los propios capos de la superintendencia de las AFJP, y del rechazo masivo del movimiento obrero, este pronóstico del Congreso ha pasado a la categoría de irrefutable.
“Flexibilizados”
Ahora, cuatro meses después de las caracterizaciones efectuadas por el congreso, han estallado la UTA, SEVEL y el SMATA (también en Córdoba se están desarrollando abandonos de planta y movilizaciones).
Las patronales del transporte habían “flexibllizado” a los choferes con 13 horas de trabajo e imponiendo el destajo, con lo que crearon una situación límite en los trabajadores. El gobierno ha tenido que dar un paso atrás e implantar las máquinas expendedoras de boletos o, en su defecto, el guarda, lo que constituye una victoria de los choferes y una quiebra de la “flexibilidad laboral”.
Ahora estalló SEVEL, una de las patronales más negreras de la Argentina, que también llevó al límite los infernales ritmos de producción, congeló los salarios, y que cuenta como su principal aliado a los gángsters de Curto, que con 50 matones patotean la planta y refuerzan el régimen carcelario. El estallido de SEVEL constituye un salto cualitativo de la lucha í contra la “flexibilidad laboral”. Curto fue el primero en aceptar las nuevas “normas” de hecho antes que se lo autorizara ninguna ley laboral.
La semana pasada estalló el SMATA, y no precisamente por la actuación de José Rodríguez, que acaba de firmar un convenio con la General Motors que es un modelo de política anti-obrera, que liquida vacaciones, categorías y horas extras, sino por los ritmos brutales de Autolatina, y por el congelamiento salarial
La cuestión salarial
Cuando arreciaban los despidos en la administración pública y las grandes fábricas parecían inmovilizadas, el PO comenzó a alertar sobre las desigualdades del proceso económico y a “desmitificar” la llamada “crisis de la burguesía En octubre del *93 señalábamos lo siguiente:
“la caracterización que hacemos de sectores protegidos por la política oficial a través de la política arancelaría, ‘cupos’, subsidios o integración a escala regional (automotores, petroquímica) plantea precisar nuestra intervención en sectores claves del proletariado industrial. En los centros obreros siderúrgicos y mecánicos existe una situación de reactivación y de inmensos beneficios para los pulpos” (Informe Político al VI° Congreso). “La mitad de los obreros siderúrgicos del ’87 produce la misma cantidad física que entonces, con una productividad obrera que está en los niveles del sudeste asiático y con salarios marcadamente inferiores. Se han introducido convenios por empresa, cláusulas de productividad y las horas extras forman parte de la jornada diaria” (ídem).
“Esta superexplotación es una fuente permanente de conflictos porque los trabajadores no pueden aguantarla en el tiempo y ya unido al reclamo salarial frente al congelamiento y los inmensos súper beneficios que están obteniendo las patronales” (ídem). “Constituye toda una línea de desarrollo Intervenir en el corazón del proletariado industrial que ha aceptado esa superexplotación para salir de la difícil encrucijada ocupacional y salarial…”. “Sin la desmitificación de la crisis de la burguesía (que significa enormes beneficios capitalistas para determinada rama de la industria y de la banca), de los sobrecostos laborales, no será posible penetrar en el proletariado industrial. Si para la burguesía estos ataques constituyen una línea del desarrollo, para el PO la intervención jurando estos atropellos es clave para atinar el movimiento obrero industrial, es decir, para su propio desarrollo” (Conclusiones del Comité Nacional, 10/93, BI N°9).
La aparición en SMATA y Sevel, y en varias fábricas metalúrgicas, del problema salarial, y del “basta” a la “flexibilidad”, confirma este pronóstico político en toda su magnitud.
Ha entrado en escena la clase obrera industrial, y con esto comienza la cuenta regresiva para el gobierno y para la burocracia sindical.
El método del marxismo y la práctica revolucionaria han permitido superar el espejismo en el cual creyó la inmensa mayoría de la izquierda, la pequeña burguesía en su conjunto y hasta un sector de la vanguardia de bs trabajadores.