Un homenaje a la calidad
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Dora siempre quiso tener más tiempo para militar. Sufría porque su trabajo no le permitía estar todo el tiempo que hubiera querido.
Sin embargo, todos los compañeros del local de su barrio de Palermo sabemos de la importancia de su actividad. No sólo el periódico semanal llegaba a manos de una decena de suscriptos, también convirtió a muchos de ellos en aportistas e incluso charlistas. La calidad de sus intervenciones en las reuniones de círculo hacían notar su ausencia cuando no podía estar. A todos nos importaba su opinión profundamente crítica y autocrítica.
Los compañeros nuevos y algunos simpatizantes se iniciaron en la comprensión de la teoría marxista del Estado en un curso que ella preparó y dio lujosamente.
Ella es parte de la historia de este Partido Obrero, no sólo de los ‘70, también de los ‘80 y de los ‘90.
Seguramente las circunstancias de su vida de lucha, muchas veces difíciles, hicieron que no viviera más que los 57 años que cumplió pocos días antes de morir. Tampoco quiso morir: estaba convencida de que se iba a curar.
Triste porque no viviera más, pero feliz porque los vivió de esa manera suya. Muerta, pero ¡tan viva!