Partido

25/3/1999|619

Un homenaje a la calidad

Dora siempre quiso tener más tiempo para militar. Sufría porque su trabajo no le permitía estar todo el tiempo que hubiera querido.


Sin embargo, todos los com­pañeros del local de su barrio de Palermo sabemos de la impor­tancia de su actividad. No sólo el periódico semanal llegaba a ma­nos de una decena de suscriptos, también convirtió a muchos de ellos en aportistas e incluso char­listas. La calidad de sus intervenciones en las reuniones de círculo hacían notar su ausencia cuando no podía estar. A todos nos importaba su opinión profundamente crítica y autocrítica.


Los compañeros nuevos y al­gunos simpatizantes se inicia­ron en la comprensión de la teoría marxista del Estado en un curso que ella preparó y dio lujo­samente.


Ella es parte de la historia de este Partido Obrero, no sólo de los ‘70, también de los ‘80 y de los ‘90.


Seguramente las circuns­tancias de su vida de lucha, muchas veces difíciles, hicieron que no viviera más que los 57 años que cumplió pocos días antes de morir. Tampoco quiso morir: estaba convencida de que se iba a curar.


Triste porque no viviera más, pero feliz porque los vivió de esa manera suya. Muerta, pero ¡tan viva!