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3/11/2005|923

25 DE NOVIEMBRE: JORNADA DE LUCHA | Contra la violencia hacia la mujer

Un hecho terrible pasó casi inadvertido: el 13 de octubre, en Salta, una nena de 11 años se encerró en el baño de su escuela y se suicidó. Creía que estaba embarazada. La autopsia demostró que no era así, pero ella, como la mayoría de los chicos de su edad, nunca había recibido educación sexual para saber cómo cuidarse o cómo reconocer un embarazo. No trascendió su nombre, pero quedará en nuestra memoria como un símbolo atroz de los asesinatos “invisibles” del capitalismo y de la curia.

Según el Centro de Estudios de la Población, los más pobres del país tienen entre 13 y 25 años. En el terreno de la sexualidad, las cifras impactan: según una muestra del Banco Mundial (11/4) “40% de los jóvenes no utiliza métodos anticonceptivos. De los entrevistados, el 41% de los casos terminó en embarazo”. Los datos de la ONG Celsam, que trabaja con adolescentes, son rotundos: “Sólo cuatro de cada 10 menores de 20 años usan algún método anticonceptivo. Si consideramos que la edad de iniciación sexual es entre los 14 y los 16 años, es increíble que aún el gobierno no se siente a discutir la despenalización del aborto como un asunto de Estado”. Un trabajo de Unicef Argentina lo explica, probablemente sin proponérselo: sólo el 32% de las adolescentes de la clase trabajadora conoce algunos métodos anticonceptivos, contra el 61% en la clase media alta. Esta información incide directamente en el embarazo adolescente: el 27,3 por ciento de las más pobres fueron madres antes de los 20 años contra el 1,6 por ciento de las chicas de ingresos altos. Estas últimas o tienen acceso a la anticoncepción, o abortan. No engrosan el 35% de la muerte materna en adolescentes, que desde el año 2000 incluye a menores de 14 años (12.000 chicas de esa edad fueron internadas en hospitales con aborto séptico el mismo año).

El Fondo de Población de Naciones Unidas advirtió que el índice de embarazo adolescente va en aumento en la Argentina. Cada año nacen 3.400 hijos de madres niñas (entre 9 y 14 años) mientras que uno de cada seis nacimientos corresponde a chicas de entre 15 y 19 años. La mayoría ya no estudiaba o dejó la escuela al embarazarse. La conclusión del FPNU es taxativa: “Esto demuestra la necesidad de que el sistema educativo formal se haga cargo de la educación sexual” (Clarín, 12/10).

Aunque la inmensa mayoría de la población (en la Capital, el 97%) opina que el Estado a través de la escuela debe brindar una educación sexual que incluya específicamente prevención de embarazos, sida y preservativos, nadie piensa mover un dedo, a juzgar por las respuestas que ofrecieron Macri, Carrió y Bielsa a Página/12 días antes de las elecciones (21/10). Macri está de acuerdo con la educación sexual, pero “también la participación de los padres es central (…) la familia es el principal educador de los hijos”. En buen romance: el Estado no puede meterse en la educación sexual que enseñen los colegios privados o religiosos. Bielsa, dos días antes de las elecciones, dijo a todo que sí, olvidando que los legisladores kirchneristas fueron a discutir el proyecto de la frustrada ley de educación sexual porteña… con Bergoglio. O sea, reconocieron a la Iglesia el derecho a intervenir en los contenidos. A la respuesta de Carrió, en cambio, no se le puede atribuir hipocresía: “Estoy de acuerdo con que el Estado garantice contenidos mínimos, dejando libertad a la forma y el modo en las comunidades escolares, sobre todo en la enseñanza privada religiosa”.

Ni educación sexual, ni preservación de la vida, ni maternidad como elección, ni libre ejercicio de la sexualidad. El cercenamiento de estos derechos —reconocidos incluso en la vacilante Ley de Derechos Reproductivos— es un acto de violencia cotidiana que compromete la vida y la supervivencia de nuestras adolescentes. Es tarea de las jóvenes conquistarlos. El camino es formar comisiones de mujeres —grandes y chicas— en los barrios, en las escuelas, en las universidades, que sumen cada vez más mujeres para que ninguna piense que tiene que acabar con su vida en la soledad de un baño del colegio. Que arranquen los anticonceptivos al gobierno. Que exijan seguimiento profesional en los hospitales. Que definan por sí mismas los contenidos de la educación sexual, sin injerencias de sotanas o políticos patronales. Que acorralen a un gobierno que ejecuta estos actos de mortífera y silenciosa violencia que tiene como víctimas a las más débiles.

El 25 de noviembre, día contra todas las formas de violencia hacia las mujeres, nos volvemos a encontrar en la calle, con la misma consigna que atronó en Mar del Plata:

Kirchner sos un chamuyo

vos de progre no tenés nada

las pibas se mueren por abortos

y vos no hacés nada

Pero ahora las Romina

no se quedan calladas

el Encuentro está en la calle

para liberarla.

Olga Cristóbal