Partido

21/9/2006|964

"ANTISEMITISMO" | Una operación de Estado

El intento de catalogar de antisemitas a los que repudiaron la masacre sionista en el Líbano y Palestina se propone impedir cualquier viraje a la izquierda de las masas judías, dentro y fuera de Israel, aterrándolas con el cuco del antisemitismo y estigmatizando a los judíos progresistas.

El Congreso Judío Mundial — controlado por el lobby sionista yanqui — fue recibido por Kirchner en Buenos Aires mientras Israel bombardeaba Beirut, y el domingo se entrevistó con Olmert. Es una operación de Estado, a gran escala, que está siendo usada también para disciplinar a los políticos latinoamericanos detrás de Bush e Israel, en momentos en que continúa la masacre en Gaza y amenazan con bombardear Irán. Incluye un ataque frontal contra Venezuela, el único país del Mercosur que se pronunció contra la invasión. Y quiere curar en salud al peruano Alan García, al Frente Amplio uruguayo y al gobierno mexicano, que se quejaron por la masacre de Qana. Aunque todos se abstuvieron de condenar la invasión, la tolerancia sionista es cero.

Israel Singer, presidente del Congreso, advirtió que la guerra socavó la idea de que Israel es “todopoderosa, y esto ha estremecido a la gente”, y que le preocupa especialmente “la situación en Venezuela, sobre todo si Chávez es reelegido”. Lo que lo acosa es la repercusión entre los judíos de la debacle imperialista en Medio Oriente que, según James Carter, ha dejado a EE.UU. e Israel “tan solos como no lo estuvieron en generaciones” (Perfil, 17/9).

Esta semana, los líderes máximos del sionismo norteamericano se reunirán con Cristina Kirchner y el canciller Taiana, en Nueva York. “La reunión estará teñida por los hechos ocurridos en Buenos Aires y otras capitales latinoamericanas… pero sobre todo les preocupa la situación en Venezuela, el presidente Chávez se muestra como aliado del gobierno iraní (…) Para los dirigentes comunitarios es muy importante el papel que pueda ejercer Kirchner en ese sentido” (La Nación, 15/9). Como se ve, el elegido para defender los intereses sionistas y del imperialismo — como ante el Octubre boliviano — es Kirchner. “El judaísmo americano va a presionar para que se den respuestas claras”, declaró el secretario de la Amia. La campaña incluyó un acto de judeoargentinos en Israel, que dijeron que “una extraña mezcla de grupos patoteriles, piqueteros, partidos de izquierda y organismos de derechos humanos se mezclan con representantes de Hezbollah y Hamas en marchas para denostar a Israel y su derecho a la existencia”, y anunciaron que “se empieza a gestar un movimiento antijudío de carácter antisemita similar al que precedió al nefasto nazismo” (Clarín, 3/9). A los ‘manifestantes’ no se les ocurrió involucrar entre los que fogonearon al nazismo a líderes sionistas, como Jabotinsky, que colaboraron abiertamente con Mussolini.

En la Argentina, la maniobra abarca todo el espectro patronal. Dos centenares de políticos — entre ellos López Murphy y Patricia Bullrich — y escritores de derecha — Marcos Aguinis y Juan José Sebreli — exigieron al gobierno “una acción contundente” y la persecución penal de Quebracho y de “los responsable de escribir pintadas en la Facultad”. A coro con la Embajada israelí, la Daia y la Amia, exigen la investigación de la “células de Hezbollah” en Buenos Aires y la detención de iraníes a los que acusan — sin prueba alguna — de estar vinculados con los atentados contra la Embajada de Israel y la Amia (sobre la ‘conexión local’ amparada por los secretos de la Side, ni una palabra). También Lavagna se reunió con el Comité Judío Americano, y Carrió, aprovechando la volada, dice que el antisemitismo es impulsado por sectores del gobierno. Un programa completo a tono con la política imperialista en Medio Oriente, que intenta reforzar la participación argentina en “la guerra infinita contra el terrorismo”.

En realidad, apuntan contra la izquierda, el movimiento estudiantil y el movimiento piquetero, y pretenden intimidar a los intelectuales y académicos — muchos de ellos judíos — que firmaron una solicitada condenando el genocidio. Le ‘pegan’ a Quebracho porque resulta un ‘ángulo más conveniente de cara a la opinión pública argentina’.

La directora del Inadi, María José Lubertino, desmintió el ‘brote antisemita’ e informó que en 2006 se recibieron sólo nueve denuncias, pero fue llamada inmediatamente a “aclarar el malentendido”. El jefe de Gabinete, Alberto Fernández, declaró tajantemente que “el gobierno en pleno rechaza las actitudes contra la comunidad judía” (La Nación, 16/9), pasando por alto el Estado de Israel y sus permanentes masacres.

Los instigadores de la campaña son la derecha política, incluidos algunos nietos de las bandas armadas de ‘niños bien’ que salieron a matar ‘judíos bolcheviques’ durante la Semana Trágica de 1919. Fue la izquierda la que se movilizó contra los crímenes en la Alemania nazi, no la derecha que desfilaba por la avenida Santa Fe al grito de “Mueran los judíos, viva Cristo rey”. Es la reacción la que históricamente impulsó el antisemitismo, acá y en todo el mundo, y hoy cierra filas con el terrorismo sionista, consciente de que los legítimos herederos del Ghetto de Varsovia no están en Tel Aviv sino en la Franja de Gaza y Cisjordania. Los palestinos, sometidos a una limpieza étnica, luchan no sólo por sus derechos nacionales sino por el derecho a existir, mientras Israel mantiene con el beneplácito de todos los poderosos del mundo un campo de concentración a cielo abierto donde viven un millón y medio de personas.

Olga Cristóbal