Todos somos presos del derecho desde antes de nacer, durante nuestra vida e incluso después de muertos. Vivir la vida desconociendo el derecho que la regula, es no sólo arriesgar nuestra individualidad, sino por sobre todas las cosas, es contribuir al deterioro de nuestro esquema de convivencia social. Ese desconocimiento que a todos nos afecta, muestra su peor cara, produce sus peores efectos cuanto mayor es el grado de vulnerabilidad social, cultural, laboral, etc., del grupo que lo padece y en este sentido las mujeres y los jóvenes aparecen como uno de los sectores más perjudicados. De allí que la única manera de conocer los derechos y las obligaciones que tenemos es apelar a la iniciativa de uno mismo, por otro lado, conociendo cuáles son mis derechos podré defenderlos de mejor manera ante los abusos y las discriminaciones de las que puedo ser víctima.

Las leyes, redactadas por unos pocos en representación de todos deben volver a todos, para que desde su conocimiento cada uno tenga la libertad de vivirla como más quiera asumiendo las responsabilidades que imponen y gozando de sus beneficios. Las mujeres organizadas luchemos por nuestros derechos.