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6/3/2008|1028

Crisis mundial: Un 2001 a la americana

Mientras continúan los debates sobre si Estados Unidos ingresó o no en recesión, la caída del precio de las casas se acentúa. Lo mismo ocurre con la Bolsa. Esta presión deflacionaria (caída de precios de los activos) se combina con los aumentos de combustibles y materias primas, que fogonean la inflación. El incremento de los precios de los alimentos ya está provocando un generalizado descontento social en varios países.
La baja del precio de la vivienda paraliza las ventas, afianzando la deflación de precios y alargando el plazo de ventas inmobiliarias a un año. En ciudades otrora prósperas, la baja de precios ya supera el 20% desde fines de 2005. Un "creciente número de deudores debe más por sus casas que lo que valen, …y  han decidido dejar de pagar sus hipotecas" (Wall Street Journal, 29/2).
De 8,8 millones de hipotecas, un 17% tiene préstamos mayores que el valor de la casa. Si el precio de las casas cae otro 10%, como se espera, unos 14 millones de hipotecas quedará por encima del precio de los inmuebles.
Las hipotecas son, en promedio, de "225.000 dólares, más de 3 billones (millones de millones) de deuda serían afectados. Dado que el costo de un desalojo se come el 25% o más del valor del préstamo, las pérdidas pueden ser enormes si una amplia fracción  de estos endeudados se va" (The Economist, 28/2).
La desvalorización de las viviendas reduce el patrimonio de sus propietarios y, por consiguiente, sus gastos de consumo. Cada 10% de declinación en el valor de las propiedades recorta 2 billones (dos millones de millones) del patrimonio de las familias, y esto eventualmente reduce el gasto anual en consumo en unos 100.000 millones. La construcción de nuevas casas está 38% debajo de hace doce meses (Wall Street Journal, 20/2).

Sin plan B
El secretario del Tesoro, H. Paulson, ha subrayado su oposición a cualquier plan de rescate de los deudores hipotecarios.
Las masivas tenencias de bonos garantizados por hipotecas del Citigroup, UBS AG, Royal Bank of Scotland, Wachovia, Barclays, Société Generale, BNP Paribas y Dresdner Bank cuentan con un seguro que garantiza el pago ante eventuales incumplimientos (swap).
Pero los fondos aseguradores están quebrados, agotaron su capital. Si las agencias de calificación les reducen la nota, se perdería un valor contable de bonos por 2,4 billones (millones de millones) de activos nominalmente garantizados.
Los reguladores gubernamentales han intimado a los bancos a que aporten capital nuevo para hacer frente a lo que sería una situación de quiebra.
La advertencia apresuró a los bancos "involucrados" a rescatar a sus propios aseguradores, reuniendo 3 mil millones de dólares, y evitaron (por ahora) la reducción de calificación. Se trata de un rescate decorativo.
A pesar de la catástrofe, el secretario Paulson, ex ejecutivo de un banco, declaró: "no creo ver ningún escenario donde los contribuyentes americanos necesitan participar con más dólares en impuestos" (Wall Street Journal, 28/2). ¿Por qué excluye un rescate masivo, como sería una estatización de los bonos en default?

La devaluación del dólar
El presidente de la Reserva Federal (banco emisor) indicó esta semana "que la debilidad del dólar es una de las escasas luces en el panorama de la economía estadounidense, al ayudar a las exportaciones, el empleo y (reducir) el déficit comercial" (Wall Street Journal, 29/2). El anuncio de nuevas reducciones de tasas de interés ayudó al derrumbe del dólar frente al euro y otras divisas. O sea que impulsa la devaluación del dólar, lo cual significa abaratar las exportaciones norteamericanas, impulsar la inflación y licuar las deudas externas e internas del Estado y de las corporaciones norteamericanas. Licúa los 3,2 billones en títulos de deuda pública (treasury) y privada (bonos de empresas), nominados en dólares, que se encuentran en manos de bancos centrales y fondos privados extranjeros y de la banca privada norteamericana, trasladándoles pérdidas gigantescas. La devaluación impulsa hacia arriba los precios de las materias primas hasta que choquen con los límites de la demanda y se produzca su derrumbe. 

China en el corral
China, con 1,4 billones de dólares en reservas y un superavit comercial que alcanzó 19.500 millones de dólares mensuales (en enero), debe canjear ese ingreso mensual de divisas por moneda nacional (renminbi).
Para secar el mercado y evitar presión inflacionaria emite bonos nominados en moneda local, por los cuales paga tasas que son 200-250 puntos superiores a las que recibe por las inversiones de sus reservas en activos en dólares. En el caso de las inversiones que ha hecho en bancos internacionales (Blackstone, Barclay), ha sufrido fuertes pérdidas por el deterioro de esos pulpos. El banco central de China, en consecuencia, "está perdiendo miles de millones de dólares por mes de sus reservas extranjeras en las inversiones en activos en dólares" (Financial Times, 18/2).
La inflación interna en China llegó al 7,1% anual, pero la autoridad monetaria no puede aumentar las tasas de interés para reducir la demanda y la inflación, porque de ese modo aumentaría lo que debe pagar por su deuda interna, mientras las inversiones de sus reservas se desvalorizan como resultado de la caída del dólar. La alternativa de valorizar más rápidamente su moneda, el renminbi, no solamente encarecería sus exportaciones, sino que produciría algo peor: se encarecería su deuda interna en dólares mientras perderían valor sus créditos internacionales en la misma moneda.
China se encuentra atrapada por su principal socio comercial, Estados Unidos. El agotamiento del modelo chino ha producido un mercado accionario a la baja, que ya perdió un tercio de su capitalización desde su cumbre en octubre pasado. Esto explica que la pasión por penetrar en China se haya convertido en su contrario: la banca Morgan Stanley quiere vender su parte en el principal agente de corretaje de acciones. Pero la caída de los montos negociados en las bolsas de Shangai y Shentzen dificulta encontrar un comprador.

Hacia un rescate masivo de los bancos
En un cuadro de deterioro creciente, hasta los más "liberales" impulsan una intervención del Estado. "Hay una creciente sensación en Washington que el gobierno federal, durante esta administración o la próxima, se sentirá obligado a montar una respuesta más agresiva y costosa a los no pagos de hipotecas, que han desestabilizado al mercado financiero y amenzan enredar más ampliamente a la economía en recesión" (Wall Street Journal, 28/2). Pero antes de esto será necesario que la devaluación del dólar desarrolle todas sus consecuencias: que el comercio exterior de Estados Unidos pase del déficit al superávit y que la deuda norteamericana se desvalorice fuertemente. Un 2001 argentino, a la americana.
Los banqueros están presionando por diferentes salvatajes, "donde el gobierno ponga freno a la espiral de desalojos y limite las pérdidas comprando y refinanciando franjas enteras de hipotecas", recreando una versión de la institución que refinanció las hipotecas en la mitad de la década de 1930. Podría "comprar hipotecas a descuento y refinanciarlas en nuevos préstamos con garantía del gobierno. El riesgo crediticio por las hipotecas refinanciadas se trasladaría al Tío Sam" (The Economist, 28/2). Pero por sobre todas las cosas se trata de que el Estado se quede con los bonos y títulos en default, como ocurrió con México y Chile en 1982, y emita una deuda pública en beneficio de los bancos. Es lo que intentó hacer el gobierno británico con el banco Northern Rock antes de decidir su nacionalización integral.
El Banco de Inglaterra nacionalizó al Northern Rock luego de haberle prestado 50.000 millones de dólares y de darle otros 60.000 millones de dólares en garantías. Ahora ha cedido hipotecas por 80.000 millones de dólares a una sociedad, Granite, que deberá liquidarlas a precio de remate. En total ha puesto, para salvar a un solo banco, 190.000 millones de dólares. A pesar de esto enfrenta un juicio de los accionistas del banco, que se sienten perjudicados por un monto entre 76.000 millones y 300.000 millones de dólares.
Ben Bernanke, el presidente del Banco Central norteamericano, acaba de advertir ante el Senado que será inevitable, de todos modos, la quiebra de numerosos bancos. Estados Unidos se enfrenta a una gigantesca pérdida de riqueza capitalista y a un principio de disgregación de su tejido económico y social. La política temeraria de impulsar la devaluación del dólar extenderá rápidamente la crisis a todos los países.

Nicolás Roveri