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10/11/2005|924

Cumbres, “contracumbres” y política revolucionaria



Mar del Plata fue castigada durante más de una semana por una militarización sin recuerdo histórico. En sí mismo, este operativo cipayo basta para testimoniar el carácter colonial de la Cumbre.

Pero el operativo militar sólo aumentó el repudio popular a Bush. Para ‘encuadrar’ ese repudio, funcionarios del gobierno y variantes diversas de la burocracia sindical organizaron durante seis días la “Tercera Cumbre de los Pueblos de América”.

La “contracumbre” pretendió transformar la explotación imperialista y la barbarie de las carnicerías yanquis en “talleres de debate”, y evitar que el día viernes 4 —cuando Bush llegó al país— se realizara una marcha nacional de repudio. La “movida cultural” concluyó con una movilización a partir de las 7 de la mañana desde la terminal de trenes hasta el estadio mundialista, donde se realizaban los “talleres”, a cincuenta cuadras del genocida y de los presidentes cipayos.

Micros, pesos y clientelismo

En las primeras horas del viernes 4 llegó el “Expreso del Alba” con “músicos, actores, militantes de derechos humanos, diputados, funcionarios y dirigentes sociales”, con Bonasso, D’Elía y Eduardo Macaluse (ARI), además de Maradona, Evo Morales y cantantes varios.

Junto con el tren, miles de micros de la FTV de D’Elía, del partido de Bonasso y del Frente para la Victoria, “ómnibus especialmente charteados desde Buenos Aires” (Clarín, 5/11). La marcha oficialista estaba encabezada por una bandera con los rostros de Kirchner, Chávez, Tabaré Vázquez, Fidel y Lula.

Los marplatenses fueron aterrorizados por los medios con “la marcha de los vándalos”, con la marcha de los “piqueteros duros”, que se realizaba a la tarde y en contraste con la marcha oficialista. El esquema represivo desplegado para una y para otra marcha, tampoco dejó dudas. Para la movida kirchnerista, durante todo el trayecto, “no se vio ni a un solo policía. Lo mismo que en el estadio. Ni siquiera se oyó el golpeteo de los rotores de los helicópteros de la Prefectura, un sonido al que los marplatenses están a punto de acostumbrarse en medio del imponente operativo de seguridad dispuesto para la cumbre de los presidentes” (Clarín, 5/11).

Otra integración es posible

Chávez proclamó en el estadio mundialista que la “contracumbre” era la “tumba del Alca”, pero un funcionario de la Cancillería argentina dijo: “No es una cuestión ideológica, sino de conveniencia: si bajan las barreras arancelarias y dejan de subsidiar, firmamos mañana” (Crónica, 4/11). Kirchner y cía son los representantes de un “nacionalismo” que pelea migajas; por eso “llamó a los Estados Unidos a asumir como primera potencia su liderazgo en relación a la región” (discurso inaugural).

En Mar del Plata, la subordinación de la izquierda democratizante argentina a la burguesía nacional adquirió carácter internacional. La ex Izquierda Unida apoyó de lleno la “deliberación” de la “contracumbre”, incluso aportando sus propios “talleres”.

La cumbre de la subordinación fue cuando, luego de cinco días enclaustrados en los talleres de la “contracumbre”, el PC y el MST (este último transformado al bolivarismo) salieron a la calle para marchar detrás de la bandera de Kirchner, junto con Bonasso y D’Elía.

Cinco días de agitación

El viernes 4 de noviembre, el Partido Obrero encabezó la marcha de repudio a Bush y al pacto de Kirchner-Bush, un marcha vigilada por aire, tierra y mar por las fuerzas represivas de los imperialistas y del gobierno cipayo. Fue la culminación de una ardua agitación antiimperialista en la ciudad de Mar del Plata, que contó con la realización del único acto contra la Cumbre, contra la presencia del carnicero y por el no pago de la deuda externa, el retiro de las tropas yanquis de Irak y del fin de la intervención militar argentina de Haití. Un acto en el que habló Néstor Pitrola y en el que el PO dejó claro a la población y los trabajadores de Mar del Plata su postura de que esta Cumbre y su contracara (la “contracumbre”) estaban al servicio de una política de hambre y miseria contra los pueblos de los gobiernos que se reunían con el carnicero y al servicio de armar la reacción contra la revolución latinoamericana (Bolivia).

La marcha antiimperialista que el PO defendió a muerte sumó a miles de trabajadores y de jóvenes, y fue violentamente reprimida.

Los resultados de la Cumbre son una vuelta de tuerca en la subordinación de las burguesías latinoamericanas al imperialismo.

Para enfrentar los planes que se vienen, el PO llama a la izquierda a romper con sus políticas derechistas y sumarse a la tarea de poner en pie la unidad de los luchadores y de la izquierda.

Daniel Sierra