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22/12/2005|929

EL PAGO AL FMI ES UN DESFALCO CONTRA ARGENTINA

El pago adelantado de la deuda pendiente de diez mil millones de dólares con el FMI, que el Senado estaba aprobando al cierre de esta edición, es en forma incuestionable un desfalco de la riqueza nacional. Es una variante agravada de los 14.000 millones que ya fueron desembolsados desde principios de 2002. El cinismo oficial inscribe el pago en una llamada política de ‘desendeudamiento’. Al mismo tiempo, sin embargo, la provincia de Buenos Aires refinancia su deuda pública, reconociendo los intereses corridos desde la cesación de pagos, unos cuatrocientos millones de dólares, algo que nunca ocurre en un proceso normal de quiebra. La deuda nacional se incrementó, en 2005, en seis mil millones de dólares como consecuencia del ajuste que sufrió por la incidencia del 12% de la inflación.

El pago adelantado al FMI representa, con sus 30.000 millones de pesos, cinco años del presupuesto de la ciudad de Buenos Aires y doce años del presupuesto de Salta. Esto significa que se ha descartado concientemente la posibilidad de usar ese dinero para resolver enormes problemas de subsistencia y de inversión. Falta agua en el Norte y hay cortes de luz en la Capital, pero Kirchner entendió prioritario pagarle a los usureros. El próximo 9 de julio lo va a celebrar como un segundo episodio de la independencia económica de Argentina.

A diferencia de Brasil, que le devolvió al FMI la misma plata que éste le había prestado, y que incluso la sacó de la misma cuenta en que el FMI la había depositado dos años y pico atrás, la plata que devuelve Kirchner no existe más, fue gastada para fugar capitales en 2001. Los dólares que entrega Kirchner fueron duramente arrancados al consumo de los trabajadores, ya que salen de una exportación extraordinaria de la producción nacional. Detrás de cada dólar que se paga hay un salario que no se ha cobrado.

Obviamente no existe ‘desendeudamiento’ cuando la deuda con el FMI se sustituye por otra deuda con el Banco Central. Pero mientras la obligación con el Fondo tenía un interés del 4% anual, la que se contrae con el Central implica un 9% al año. Kirchner ha tratado hasta último momento de llevarse esta plata como si fuera un sobrante, sin contraer una deuda, pero los fondos internacionales le advirtieron que si hacía eso provocaría una fuerte especulación contra el peso argentino. Kirchner tuvo que arrugar como bandoneón y endeudar al Estado a una tasa superior.

Lo ridículo de toda la situación es que para echar los garfios al tesoro del Banco Central Kirchner tuvo que resucitar la ley de convertibilidad. Créase o no hemos vuelto al régimen monetario de Menem y Cavallo. Pero como las segundas partes nunca fueron buenas (de acuerdo al dicho popular), en especial si las primeras partes ya habían sido catastróficamente malas, esta neoconvertibilidad puede convertirse en una pesadilla. Para mantener este régimen el Banco Central ya ha contraído una deuda de 28.000 millones de pesos (nueve mil millones de dólares, o sea casi la mitad de las reservas que han quedado luego de pagarle al Fondo). Esta deuda va a aumentar de aquí en más, porque el Central compra dólares y por lo tanto emite pesos, que luego absorbe entregando a cambio títulos públicos a los bancos privados. Las deudas del Banco Central fueron las que provocaron la hiperinflación bajo el gobierno de Alfonsín. Kirchner, como se puede ver, vive anclado en el pasado.

De todos modos, el endeudamiento del gobierno con el Banco Central nos va a costar bastante, porque los títulos que se van a entregar a cambio de los dólares que van a parar al FMI se cotizan en el mercado a un 10% por debajo del valor de emisión. Para pagar diez mil millones de dólares al Fondo, el gobierno tendrá que emitir deuda pública por once mil millones. Para jugar al juego del ‘desendeudamiento’, Kirchner no ve inconvenientes en incurrir en un sobreendeudamiento.

Los voceros oficiales dicen ahora que van a incrementar el ajuste, o sea bajar más el consumo y aumentar todavía más las exportaciones, para reponer los dólares que se entregan al FMI. La ‘independencia económica’ se transforma, en manos de la burguesía nacional, en una maldición para los trabajadores.

La tontería mediática atribuye el desfalco de Kirchner a la voluntad de imitar los pasos de Lula. En realidad es la consecuencia de una crisis internacional, porque tiene lugar después que Bush, en Mar del Plata, y Rodríguez Zapatero, en el reciente viaje de Felisa Miceli y Alberto Fernández a Madrid, le negaron a Kirchner el apoyo para negociar un nuevo acuerdo con el Fondo. Kirchner ha preferido el riesgo de una desestabilización financiera como consecuencia de la pérdida de diez mil millones de dólares, que la desestabilización que podía sobrevenir si no llegaba a ese acuerdo con el FMI. En este último caso hubiera debido colocar más deuda en el mercado internacional; prefirió en cambio manotear las reservas del Central.

Con el método de sacarle las reservas oficiales arbitrariamente para salvar un impasse político, Kirchner se ha colocado en la ilegalidad. El decreto que emitió, de libre disponibilidad de reservas, es un mamarracho, porque para tener reservas sobrantes con relación a la cantidad de moneda en circulación, el Banco Central no tiene otro recurso que endeudarse para sacar pesos del mercado. La neoconvertibilidad lleva a la quiebra al Banco Central, o sea a la hiperinflación. Kirchner ha tenido también que violar la carta orgánica del Banco Central, la cual pone un techo del 12% de la recaudación impositiva para prestarle al gobierno.

La manifiesta ilegalidad del gobierno no impedirá que el Congreso convierta en ley los decretos presidenciales. El kirchnerismo contará con el apoyo de Macri, o sea del economista ‘ortodoxo’ López Murphy. ¿Por qué haría López Murphy una cosa así? Porque todavía tiene fuertes ligazones con el grupo Techint, el cual se opone a algunos reclamos del FMI que lo perjudicarían. Por ejemplo dejar bajar el dólar.

Un gobierno que opera a golpes de mandoble no es un gobierno fuerte sino débil. Obviamente, el destino de este gobierno débil, a corto plazo, está condicionado por una situación comercial internacional beneficiosa. Los precios de la exportación argentina siguen altos y los costos de producción de esta exportación son excepcionalmente bajos.

La conclusión que se desprende de todo esto para los trabajadores es que el gobierno se encuentra obligado, por sus intereses de clase y sus contradicciones, a reforzar la presión contra los aumentos salariales. Tiene que frenar las luchas obreras, para lo cual cuenta y cree contar con los Moyano y los De Gennaro. Los activistas debemos acentuar entonces nuestro trabajo de organización y explicar a los trabajadores la orientación anti-obrera del oficialismo K.

Cuando Kirchner se dispone a exhibirse como el paladín de los intereses populares bolivianos, el pago al FMI delata su condición proimperialista. La defensa de la revolución boliviana exige desenmascarar a los Kirchner y mostrar que los compromisos que el nuevo gobierno de Bolivia pretenda armar con los Kirchner y los Lula conspiran contra el mejor interés nacional. Después de todo son los comisionistas de Repsol y de Petrobras (el 49% de ésta lo controlan los fondos de inversión internacionales).

Jorge Altamira