Partido

21/9/2006|964

El “regreso” del PRT

SOBRE “LECCIONES DE BATALLA”, DE GREGORIO FLORES

El aspecto novedoso del último libro de Gregorio Flores, Lecciones de Batalla, es la reivindicación política del PRT y de su máximo dirigente, Roberto Mario Santucho, de cuyo asesinato por la dictadura militar acaban de cumplirse treinta años. “Creo que cuando se conozcan más datos sobre el pensamiento de Santucho su figura se agigantará, y es probable que sea tan o más grande que la del Che Guevara. Dueño de una audacia intelectual encomiable, Santucho fue quien más lejos llegó en el sinuoso camino por la toma del poder. Porque el PRT bajo su conducción, atacó uno de los pilares donde se asienta el orden burgués: las Fuerzas Armadas, la clase patronal y su aparato jurídico” (pág. 84).

Para Gregorio Flores, el mérito político sustancial de Santucho es haber sido un “batallador infatigable” en la construcción del partido, del ejército y del frente, tres herramientas necesarias para la toma del poder. Con relación a estos objetivos, dice Gregorio, “no he conocido a nadie que haya luchado con tanto tesón y esmero por la unidad de la izquierda” (ídem).

Dicho esto, defiende las acciones militares del PRT como el corazón de una estrategia de poder fundada en la lucha armada, porque “hasta ahora… no estoy enterado que alguien haya logrado despojar a la burguesía por otro medio”. Sin detenerse en la caracterización política de una sola de las acciones armadas protagonizada por esta corriente, reivindica a todas con un argumento del propio arsenal del PRT: “aunque desde distintas corrientes de la izquierda se lo caracterizaba como foquista, Santucho sostuvo siempre que las acciones armadas tenían que estar ligadas al accionar de las masas”. Formaban parte de una estrategia proletaria hacia la toma del poder y “si muchas veces no se hacían las cosas como él quería, esa es otra cuestión (porque) Santucho insistió una y mil veces en que había que combinar sabiamente lo legal y lo ilegal” (pág. 85).

Gregorio Flores reconoce que “el PRT tuvo una política frentepopulista (y que) los frentes populares, con alguna excepción que confirma la regla, son contrarios a la lucha de clases”, pero esto (a diferencia de su segundo libro) es concebido sólo como un límite relativo en el accionar revolucionario de una organización obrera y socialista. “Santucho creía que era casi inevitable para llegar a la toma del poder la construcción de un frente popular, incluso con representantes políticos de la burguesía como Oscar Alende o Raúl Alfonsín, a quienes se les propuso incorporarse al FAS** o a algún Frente Patriótico Antiimperialista”, lo que Flores atribuye, “tal vez”, a una confianza excesiva en “lo militar” en desmedro de “lo político” (pág. 88). En esta línea, Gregorio reconoce que “el PRT consideraba al PC como un aliado estratégico” que, “aunque a regañadientes, apoyaría la revolución”. Pero, en todo caso, esto sería sólo un matiz porque “los objetivos del PRT-ERP eran la revolución socialista… fuera de toda duda”.

Naturaleza del PRT-ERP

Presentar al PRT como un producto de la lucha de la clase obrera no resiste el menor análisis. Como otras organizaciones militaristas, caracterizó que las masas no triunfaron en el Cordobazo porque “estaban desarmadas y desorganizadas (por lo que) debieron resignarse ante las balas del ejército” (El Combatiente 11, junio 1969). El Cordobazo hirió de muerte a la dictadura militar y abrió un período revolucionario en el cual el problema crucial de la clase obrera era la ausencia de dirección política frente a la crisis de poder. La constitución del ERP no estuvo determinada por este análisis, ya que fue proyectada desde 1967 a partir de una caracterización que daba derrotada a la clase obrera por un largo período. Si se repasa cada una de las acciones del ERP queda expuesta su impotencia histórica y política, sus métodos aventureros y el grado en que confundió a la vanguardia obrera. Con la asunción del peronismo el ERP sostuvo que sus acciones no iban a estar dirigidas contra el gobierno. Pretendió establecer así una arbitraria oposición entre el gobierno y las FFAA, como si el gobierno peronista pudiera ser empujado a luchar contra las Fuerzas Armadas. Lo mismo planteó Montoneros de forma más grotesca. Los asaltos a los cuarteles, producidos en un período de franca intervención de la clase obrera (1973/75), desmintieron esta hipótesis, pues tempranamente Perón lanzó una escalada derechista. La realidad obligaba al guerrillerismo a luchar contra el peronismo, para lo cual estaba completamente impreparado. La tarea esencial de ese momento consistía en esclarecer el rol de Perón como centro político de reagrupamiento de la burguesía contra el ascenso de las masas. La acción guerrillera del PRT-ERP actuó en contra de esa clarificación, recurriendo a la acción militar y de terrorismo frente a un gobierno que podía manejar todavía un amplio apoyo popular.

El proyecto político del PRT-ERP en ese período no fue la “revolución socialista” sino erosionar al gobierno con vistas a crear las condiciones de un frente de colaboración de clases con los llamados sectores liberales (“las fuerzas populares podemos darnos después una política de Frente Popular más amplio y dirigido a neutralizar y después a ganar a sectores de la burguesía media o nacional uniéndolos al pueblo”, decía Santucho en agosto de 1973, en oportunidad del Congreso del FAS; una política de “unidad más amplia” con la burguesía frente al “peligro fascista”). Una copia de lo que hacía el PC para estrechar filas en torno a Perón pero sin asalto a los cuarteles. Ante el golpe militar el PRT-ERP lanzó la consigna “Argentinos a las armas”, caracterizando que “la aventura golpista del enemigo significará entonces un salto en el proceso revolucionario” (Estrella Roja 70).

¿”Triunfo a lo Pirro”?

La defensa del PRT-ERP en el libro de Gregorio Flores llega a un punto pocas veces alcanzado por otros autores. “La derrota de la guerrilla fue un triunfo a lo Pirro de los explotadores porque el deterioro de las instituciones ha sido tan significativo que parece muy difícil que la burguesía, a pesar de todos los esfuerzos que hacen sus representantes, logre sanearlo”, dice Gregorio. Y sigue: “en todo este desprestigio de las instituciones del sistema capitalista mucho tuvo que ver la lucha de nuestro pueblo, y la guerrilla fue parte de él. De esto no tengo ninguna duda” (pág. 89).

Ninguna “victoria a lo Pirro”: la masacre del Proceso se llevó a gran parte de los mejores cuadros de la vanguardia obrera y quebró un proceso político en el que estaba en discusión la puesta en pie de un partido de la clase obrera (esto es, la independencia política de clase).

El “regreso” del foquismo

En el último período, varios autores han exhumado la trayectoria del PRT-ERP y otras organizaciones políticas de la década del setenta, reivindicándolas como alternativas políticas, “no dogmáticas” e innovadoras en un planteo de poder.

El PRT fue un antecedente en este punto. El “partido” era depositario del “programa máximo” (socialista), mientras el ERP lo era del “democrático”; el Movimiento Sindical de Base, la colateral del PRT en el movimiento sindical, no tenía un planteo de independencia política, como lo reconoce el propio Gregorio Flores; el FAS, finalmente, jamás se propuso un programa de reorganización social y lucha por el poder sino armar una variante de frentismo burgués. Cada una de las “capas de la cebolla” pensada en función del frente popular, a pesar de que, como asevera el propio dirigente del clasismo cordobés, “existen abundantes pruebas de cómo los frentes populares conducen al aplastamiento de la clase obrera, porque la política de éstos es la conciliación de clases en oposición a la dictadura del proletariado” (pág. 94).

Christian Rath