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14/12/2006|976

"En defensa del catastrofismo"

“En defensa del catastrofismo”, de Pablo Rieznik (En Defensa del Marxismo N° 34) es una respuesta a la acusación que realiza el economista Claudio Katz a aquellos que, debido a su visión catastrofista, interpretarían “cualquier desequilibrio” del sistema como síntoma del “derrumbe del capitalismo” y, por lo tanto, desecharían la posibilidad de obtener mejoras bajo este sistema. Katz intenta señalar en su crítica cuáles son los errores del catastrofismo e indirectamente apunta a dos artículos escritos por intelectuales del Partido Obrero como muestra de esos errores.

Uno de esos artículos es “La cuestión del poder, los luchadores y la izquierda”, de Jorge Altamira (Prensa Obrera N° 865). Aquí el autor plantea una alternativa obrera y socialista como salida al visible agotamiento del sistema. Alternativa que “está sujeta al vendaval de las luchas y reivindicaciones parciales… pero debe partir de esta crisis de poder como su premisa estratégica. De otro modo se limitaría a hacer de segundo violín de las fuerzas extrañas a los trabajadores”. Vale mencionar que Altamira hace referencia a la impunidad que gozan los aparatos represivos, que hoy vemos expresada en su máximo nivel con la desaparición de Julio López.

El otro artículo es “La crisis capitalista y la ‘política social’ de la burguesía”, de Luis Oviedo (En Defensa del Marxismo N° 20). El mérito de Oviedo es hablar de las luchas de la clase obrera organizada y movilizada como un puente que la llevará “a la comprensión de la necesidad de acabar con la dominación de la burguesía”, señalando correctamente que “las reivindicaciones de transición y la lucha por la conquista del poder político” es “la política social del proletariado” y poniendo como claro ejemplo de la catástrofe del sistema el grado de desempleo.

Por lo tanto, estos dos artículos, más que servir como evidencia de los errores del catastrofismo, cumplen la función contraria, pues muestran claramente que el Partido Obrero, con su visión catastrofista, ha luchado a lo largo de su existencia por reivindicaciones transitorias, siempre con la vista puesta en la superación de este sistema, pues, como bien dice Rieznik, “la catástrofe del capital no cancela la lucha reivindicativa sino que la potencia y, en última instancia, la convierte en revolucionaria”. Es él quien se encargará de despejar cualquier duda poniendo como ejemplos más sobresalientes de la lucha reivindicativa la iniciativa parlamentaria del PO para reducir la jornada laboral en el subte sin afectar el salario, y la lucha piquetera, que tiene al Polo Obrero como una de sus máximas expresiones.

Sin embargo, “En defensa del catastrofismo” es más que una simple respuesta a una falsa acusación. Va mucho más allá de eso y allí reside el mayor acierto del autor. Porque al defender con uñas y dientes la posición catastrofista está defendiendo a la vez la concepción fundamental del marxismo acerca de la inminencia de la revolución. Pues si es correcta la conocida afirmación de Marx que nos dice que cuando un sistema obstaculiza el desarrollo de sus fuerzas productivas, cuando no puede mantener en pie ni siquiera a sus propios esclavos (¿la mitad de la población mundial viviendo con menos de dos dólares diarios no es acaso prueba suficiente?), se encuentra en su etapa de agotamiento y es necesaria su completa superación, plantear entonces que este sistema camina al borde del precipicio y en cualquier momento puede caer ayuda a dar cuenta de que la revolución es posible y no sólo eso, sino que “puede acontecer al instante siguiente”. Por ende, el discurso del derrumbe sirve a la unidad y a la lucha, y el de los desequilibrios… a la desmoralización. El camino de la historia va de la catástrofe a la revolución, nos dirá Rieznik, manteniendo viva la tradición marxista.

Pero para hablar de revolución resulta indispensable, como indica Rieznik, hacer foco en la cuestión del poder y la política, pues sólo es posible superar este sistema inhumano que no es más que la explotación de una minoría sobre la mayoría y que se reproduce con guerras, destrucción del medio ambiente, crisis, desocupación, miseria, etc., es decir, con más catástrofes, con la organización política autónoma de la clase trabajadora que debe nutrirse y hacerse cada vez más fuerte con los logros obtenidos en las luchas transitorias y que tiene como fin supremo la destrucción de la “maquinaria estatal de la burguesía” y la toma del poder, es decir, la revolución obrera y socialista.

Podemos resumir “En defensa del catastrofismo” en las siguientes palabras de su propio autor: “…tanto Marx como Engels, siguieron siendo ‘catastrofistas’, inclusive cuando estimaron que las vicisitudes de la economía capitalista y la maduración insuficiente del proletariado postergaban la revolución, por lo cual sacaron la conclusión de que esto reclamaba un trabajo de preparación política más prolongado para enfrentar adecuadamente… ‘el derrumbe del capitalismo’. El catastrofismo, este catastrofismo, está unido umbilicalmente a las concepciones de un socialismo riguroso, científico, revolucionario. Siempre fue así y siempre lo será”.

Por último, “En defensa del catastrofismo” debe servir como pie para que los militantes socialistas, sobre todo los más jóvenes, participen de lleno en los distintos debates que se van presentando y de esta manera cuenten con la oportunidad de, como dijo Trotsky alguna vez, juzgar “todo a la luz de la razón y la experiencia. La juventud no puede aceptar el marxismo por mandato; debe asimilarlo por sí misma, mediante un esfuerzo independiente del pensamiento. Precisamente por eso debe tener no sólo la posibilidad de educarse sino también de equivocarse…”. No basta sólo con leer “En defensa del catastrofismo” o cualquier otro artículo. El Partido tiene que contar con más lugares (aquí me sumo al pedido de un foro de publicación y discusión) de expresión para la comprobación y la crítica por parte de sus miembros y simpatizantes. De esta forma, seremos cada vez más los que estemos en condiciones de defender al marxismo.

 

Matías L. Rivas