Partido

1/11/2007|1015

Gaviota

En la madrugada del viernes 26 de octubre falleció Gabriela Torcal. Con apenas 35 años, se la llevó una enfermedad aparecida tan sólo 12 días antes y una fallida operación para intentar resolverla.


Inesperado y sorpresivo, su fallecimiento produjo un profundo impacto. A despedirla y acompañar a su familia fueron decenas y decenas de personas. Amigos, compañeros de trabajo, de estudio y de militancia, familiares, se dieron cita sin cesar. También la han llorado sus tíos en Salta y en Río Gallegos, sin comprender cómo esto pudo pasar.


Gaby estaba concretando algunos de sus sueños. Acababa de recibirse de arquitecta (pasión heredada de nuestra abuela) con entusiasmo y muchísimo esfuerzo, título que no llegó a jurar, y estaba por acceder a la posibilidad de tener una casita. Muchas cosas han quedado truncas, pero sería un grave error pensar que Gaby era una promesa a futuro. En su vida breve, Gaby supo ser una realidad que dejó una huella importante en quienes la conocieron. Era una mujer noble, solidaria y luchadora, familiera y cariñosa. Siempre dispuesta a pelear por los que no son escuchados, como en su último trabajo, ligado a la accesibilidad de los discapacitados, donde siempre trató de resolver lo que otros consideraban imposible.


Hija y sobrina de militantes, empezó a militar en un círculo de la juventud en Morón, allá por marzo de 1985. Aún estaba en la escuela primaria. A partir de allí siempre estuvo ligada al Partido: en la secundaria, en la facultad, en las cooperativas de vivienda de la Capital, en el local de Liniers, de a ratos más organizada, de a ratos menos, pero siempre allí. Es difícil pensar o entender a nuestra familia ignorando la relación con el PO.


En lo personal, siempre hubo un hilo imaginario que nos unía. Desde chicas, fortalecido en la adolescencia; ahora, muchas veces de acuerdo, a veces no tanto, pero siempre con esa especie de paralelismo en nuestras vidas. No puedo creer que al otro lado del hilo ya no estés. Entre muchas cosas, lamento que mi bebé, con el que tanto te enganchaste, no pueda disfrutarte como tía. Tus sobrinos eran una pasión.


A tus padres, Silvia y Leo, a la Negra, a todos tus hermanos, a tu compañero, un fuerte abrazo.


Chau, primita, chau, Gaviota.