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21/12/2006|977

La ‘claudicación’ detrás del voto a Chávez

(RESPUESTA A UNA CRÍTICA DESDE VENEZUELA)

El llamado movimiento bolivariano representa un enorme desafío político para el socialismo revolucionario, mucho más del que pueda significar para el imperialismo. Es el desafío político fundamental, en América Latina, en el presente período. Después de todo, el chavismo tiene en común con el imperialismo la defensa de la propiedad privada de los medios de producción, o sea, un terreno estratégico compartido, disimulado por diferencias de grado, que pueden llegar a ser muy importantes, porque tienen que ver con la autonomía nacional de Venezuela. Mientras los choques circunstanciales pueden adquirir la primacía fundamental, como ocurriera con el golpe de abril de 2002 y, luego, con el lock-out patronal de finales de ese año, si se pierde de vista la divergencia histórica y de principio entre el socialismo y el nacionalismo, el socialismo queda suprimido como fuerza independiente.

La izquierda, en general, no solamente en Venezuela, ni siquiera percibe esta situación, al extremo de que ha presentado a Chávez como el pivote de una revolución permanente en América Latina. O sea que, por la combinación de la presión de las masas, de un lado, y de la naturaleza radical que le adjudica al chavismo, por el otro, el movimiento bolivariano transformaría al actual proceso nacional en socialista. Como es natural, el chavismo alimenta esta ficción histórica, y para eso habla de un “socialismo del siglo XXI”. Este travestismo político, sin embargo, no es nuevo, pues ya caracterizaba al populismo ruso del siglo XIX; ni qué decir de los movimientos nacionales en Asia, a principios del siglo XX, y de los de Africa y América Latina, luego de la última guerra mundial. Perón reivindicaba al “socialismo nacional” o, indistintamente, a “la patria socialista”. Este ‘socialismo’ de los movimientos nacionalistas cumple una función importante: disimular el carácter de clase del nacionalismo, es decir, su carácter capitalista. Ha sido el propio Chávez, no la izquierda, quien ha salido a clarificar un poco la situación, al pronunciarse recientemente contra “la dictadura del proletariado, como decía Marx”. Es decir, contra el poder político de la clase obrera y la expropiación política de la burguesía. Pero sin esta dictadura del proletariado como punto de partida, no hay socialismo de ninguna clase, no importa el siglo que se invoque.

Estas limitaciones estratégicas de la izquierda explican que no se hayan preparado para intervenir en forma independiente en las recientes elecciones venezolanas. Lejos de ello, abrazaron tempranamente la consigna de Chávez de reunir “diez millones de votos” para su candidatura. Prepararon el terreno político, pero no para presentar a la izquierda como alternativa estratégica al nacionalismo, sino para reforzar al nacionalismo. En el caso de corrientes como El Militante, de Alan Woods, o de la ahora llamada IV Internacional (ex SU), esa política responde a una tradición histórica de seguidismo. En lo que respecta a El Militante, cuando ese seguidismo lo pone en conflicto con dos movimientos populares, enfrentados históricamente, como ocurrió entre el nacionalismo irlandés o argentino y el laborismo de la Inglaterra imperialista, ha tomado partido por el imperialismo.

En otra posición se encuentra el PRS de Venezuela, que integran diversas corrientes, incluido el ex SU. El problema es que este partido no desempeña una función política independiente; por eso, entre otros ejemplos, apoyó, muy rápidamente, la campaña por los ‘diez millones’ para Chávez. Para resumir, las corrientes que se reivindican socialistas en Venezuela no se dieron ninguna política para preparar las condiciones de una presentación electoral independiente, por la sencilla razón de que se consideran parte del ‘movimiento bolivariano’ o de la ‘revolución bolivariana’. Propugnan que esta ‘revolución’ se transforme en socialista, con medidas de expropiación del capital, pero bajo la dirección del chavismo, o sea de las fuerzas armadas que sostienen a la ‘revolución bolivariana’.

En forma por cierto confusa, el compañero que critica mi artículo “No votamos a Chávez”, expresa una línea que, en el límite, se emparenta con las anteriores. Es significativo que plantee lo siguiente: “Chávez (…) ¿todavía mantiene consignas nacionalistas o va para la derecha al galope?”. Lo que se desprende de aquí es que los socialistas debemos apoyar al nacionalismo, incluso en una elección regular, mientras éste mantenga posiciones nacionalistas. De ningún modo. Los socialistas no somos nacionalistas y estamos obligados a diferenciarnos del nacionalismo, precisamente porque es nacionalista, y también estamos obligados a aprovechar las elecciones para ello. Solamente de este modo sentamos las bases que nos permitirán ganar a los trabajadores para una lucha conscientemente socialista. Llama la atención también que el compañero presente al nacionalismo de un modo unilateral, o sea como un movimiento exclusivamente progresivo. Olvida que el nacionalismo no deja de ser tal, o sea de tener diferencias o roces con el capital extranjero, incluso cuando comete masacres contra las masas, o abre el camino para esas masacres. ¿Ejemplos? Chiang Kai Sek, de China; o incluso Sukarno, de Indonesia; Arbenz, de Guatemala, o Allende, de Chile, que desarmaron a los trabajadores, o se opusieron a su armamento, con lo que pavimentaron la victoria gorila o pinochetista (hay innumerables otros ejemplos en los estados árabes, y recientemente la OLP y Arafat). Perón, en 1955, entregó el poder al gorilaje, y en 1973-74 organizó a la triple A. Este mismo Perón, sin embargo, tomaba medidas parciales contra el capital extranjero, como la ‘argentinización’ de la Standard Electric y la ruptura del bloqueo comercial a Cuba. En el nacionalismo, la contrarrevolución está presente desde el inicio como tendencia, que se manifiesta en ese inicio por la regimentación de las masas, mientras se vale parcialmente de la movilización de ellas contra el imperialismo.

Elecciones

Una falacia que es común al compañero que nos critica como al resto de la izquierda, es la caracterización puramente formalista de las elecciones recientes. Como de un lado había un representante de la vieja oligarquía y del gobierno de Bush, y del otro estaba Chávez con un intenso apoyo popular, concluyen en forma unilateral que estábamos ante un enfrentamiento entre el imperialismo, de un lado, y la nación sometida, del otro. No es así. La presentación de la oposición ‘escuálida’ fue un paso de aproximación del imperialismo hacia el chavismo, pues hasta ese momento la oposición seguía una línea de abstención y golpismo. El gorilismo venezolano logró armar una oposición electoral y obtener casi el 40% de los votos porque el régimen de la ‘revolución bolivariana’ no afectó su propiedad ni sus bases de poder (la derecha controla los medios de comunicación), y porque el sistema político solamente ha sido afectado en lo que tiene que ver con los superpoderes para Chávez y para las fuerzas armadas. Es decir que así como el gorilismo y el proimperialismo del viejo régimen engendraron a la ‘revolución bolivariana’, ésta ofrece una posibilidad de supervivencia a los viejos intereses y a sus instrumentos y recursos políticos. Votar a la ‘revolución bolivariana’ es, simultáneamente, apoyar la continuidad de la oposición derechista a la ‘revolución bolivariana’.

La necesidad de proclamar un partido independiente, en Venezuela, está planteada ahora. La formación del PRS es un reconocimiento de esta necesidad. Pero se trata de que esa proclamación sea real, práctica, concreta; que se manifieste en los hechos como una oposición estratégica, de principios. Es muy claro para nosotros que tal cosa no se puede improvisar, ni que se puede sacar un partido de la galera; que es necesario un trabajo preparatorio, pues de lo contrario ni siquiera los mejores activistas entenderían lo que estaríamos haciendo. Pero en Venezuela está ocurriendo otra cosa: la izquierda apoya al nacionalismo, refuerza el encandilamiento que éste trata de producir en las masas. Por supuesto que la izquierda prodiga críticas, y en especial prodiga consejos; por ejemplo, critica que en el régimen hay burócratas o que no nacionaliza los bancos. Alan Woods aconseja expropiar al capital; aprovecha esta receta indiscriminada para ‘chatear’, têtê à têtê, con Chávez, y quizás para otras cosas. Pero estas críticas y consejos, lejos de representar una diferenciación política entre el socialismo y el nacionalismo, son una expresión reforzada de las ilusiones en el nacionalismo, o sea del seguidismo.

Las críticas a Chávez de la organización del CRCI de Venezuela son más profundas, porque apuntan al carácter de clase del nacionalismo. Pero sólo se manifiestan en la teoría y en la agitación circunstancial. No planteó una campaña para la presentación electoral de un partido independiente, esto en oposición directa a la campaña chavista de ‘los diez millones’. Es decir que la oposición socialismo/nacionalismo tomase una forma concreta. Luego llamó a votar a Chávez porque “todavía mantiene consignas nacionalistas” o “sigue ayudando a Cuba, con 90.000 barriles de petróleo”. Pero estas no son razones para no presentar una oposición socialista en las elecciones. Al final, los socialistas tienen consignas y planteos más profundos que los ‘nacionalistas’, y el sostenimiento de Cuba, por parte de los socialistas, no se limitaría a los barriles de petróleo (que, por otra parte, sirven para disimular el desquicio económico que la burocracia hace en Cuba) sino que sería, en lo esencial, una lucha por la revolución socialista contra los Lula, los Kirchner, los Tabaré, o sea los falsos amigos de la ‘revolución bolivariana’, que Chávez, sin embargo, apoya y también subsidia. Chávez sostiene con todas sus fuerzas un bloque dominado por los grandes capitales, como lo es el Mercosur.

De ningún modo sostenemos que “votar a Chávez” sea, fatalmente, “claudicar”, como nos adjudica el compañero que nos ha escrito en la edición de Prensa Obrera de la semana pasada. Nosotros mismos lo hemos votado en el referendo revocatorio, que tenía la forma larvada de una guerra civil. Lo que destacamos es toda la claudicación política que ha llevado al voto a Chávez y los fundamentos políticos de ese voto.

Jorge Altamira