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30/4/2008|1035

LA CRISIS COLOMBIANA | El para-presidente

"Uribe

La detención en Colombia del ex senador Mario Uribe, primo del presidente y uno de sus más íntimos colaboradores desde el comienzo de su vida político-delictiva en el departamento de Antioquia, no aporta en sí misma mayores novedades. Es decir: no agrega demasiado a lo ya conocido en cuanto a los vínculos de la familia presidencial con el narcotráfico y los paramilitares.
En cambio, esta detención y el consiguiente escándalo que ha producido, introduce un dato político de importancia: alguien les empieza a soltar la mano, como se ha visto en el rechazo de la Corte Suprema a las presiones gubernamentales para que no se juzgara a jefes paramilitares y a legisladores vinculados con ellos. En esas condiciones se ha producido el veto de los demócratas de Estados Unidos a la firma de un TLC con Colombia.
La detención de Uribe (primo) ha generado una crisis política en el sentido más estricto del término: a partir de ella, las cosas no pueden continuar como estaban. Por eso Uribe y su banda evalúan una salida peligrosa pero, según parece, la única posible para ellos: la convocatoria a elecciones anticipadas.
Hablamos de un país que tiene a 26 de sus legisladores presos por sus vínculos con la para-narcopolítica, y a otros sesenta investigados judicialmente por la misma razón. Casi todos ellos, además, pertenecen al partido de Uribe y constituyen la cuarta parte de los miembros del Poder Legislativo. Se trata, a simple vista, de una situación insostenible. Por eso la camarilla presidencial piensa en las elecciones anticipadas, para revalidarse a sí misma.

Actualidad de noticias viejas
Los vínculos de Uribe con paramilitares y narcotraficantes son noticia antigua.
El 1º de agosto de 2004 se desclasificó un documento reservado del 23 de septiembre de 1991, elaborado por uno de los más sólidos y menos conocidos servicios de espionaje de los Estados Unidos: la Agencia de Inteligencia para la Defensa (Defense Intelligence Agency, DIA), dependiente del Departamento de Defensa. Allí se dice de Uribe:
"Político y senador colombiano dedicado a la colaboración con el Cartel de Medellín en altos niveles del gobierno. Uribe fue vinculado con una empresa implicada en actividades de narcotráfico en los Estados Unidos. Su padre fue asesinado en Colombia por sus conexiones con traficantes de narcóticos. Uribe ha trabajado para el Cartel de Medellín y ha sido amigo íntimo de Pablo Escobar Gaviria (narcotraficante muerto por la policía en diciembre de 1993)…"
En 2002, los investigadores Joseph Contreras y Fernando Garavito – ex columnista del diario colombiano El Espectador- , habían publicado un libro, "El señor de las sombras", con una minuciosa descripción de los compromisos de Uribe con el narcotráfico y los paramilitares. Casi enseguida, Garavito debió huir de Colombia y vive exilado en los Estados Unidos.
Como se ve, las noticias que tienen al gobierno de Uribe en un tembladeral político son bastante viejas, pero tienen su efecto ahora, no antes, porque la administración del mejor aliado de George W. Bush en Latinoamérica se resquebrajaba de todos modos, aun sin ellas.

Juegos de guerra
El 6 de marzo, una marcha multitudinaria se desarrolló en Bogotá y en otras ciudades colombianas – también en el extranjero- contra los paramilitares y en favor de un "acuerdo humanitario" para poner fin a la violencia política. Se trató de una actividad puramente democrática, de la cual, sin embargo, Uribe dijo que estaba organizada por las FARC. De inmediato, el grupo paramilitar Aguilas Negras declaró que quienes convocaron a esa manifestación constituían, a partir de ese momento, "objetivos militares". Días pasados, el ELN reiteró en un comunicado (Argenpress, 23/4) que "la oligarquía no permite los espacios civiles para propender por los cambios".
El Estado colombiano rechaza cualquier posibilidad de que el juego parlamentario incluya a las FARC y al ELN, porque el cese de la violencia política implica, ante todo, la supresión de la violencia paramilitar contra los campesinos y los trabajadores colombianos, que sufren un promedio alucinante de 4.500 asesinatos por año.
Ese gobierno terrorista, paramilitar y narcotraficante, es la avanzada del Plan Colombia, el ariete de Bush en Latinoamérica. Se trata de un proyecto continental que incluye la actividad sediciosa en Bolivia y los intentos de aislar a Venezuela. Resulta imperioso, por tanto, desarrollar en toda América latina una poderosa movilización antiimperialista.

Alejandro Guerrero