Partido

17/11/2005|925

La crisis del gobierno de Bush

La crisis del gobierno de Bush “recién empieza”, según dice el Financial Times. Los republicanos acaban de perder las elecciones a gobernador en Virginia y Nueva Jersey, en las que Bush se había involucrado directamente. En California, se votó en contra de todas las propuestas del gobernador Schwarzenegger, entre otras las de limitar el gasto público y avasallar los derechos laborales y sindicales de maestros, bomberos y enfermeros. El ‘capital político’, de Bush —reelecto hace sólo 10 meses— se encuentra en un proceso de “constante agotamiento” (Financial Times). El 60% de la población desaprueba su gobierno y pone en cuestión “la probidad y la ética” presidenciales. Varios analistas y estrategas políticos advierten que el procesamiento por obstrucción a la justicia de Libby, jefe de gabinete de Cheney y uno de los “arquitectos de la invasión a Irak”, apunta a Cheney, el vicepresidente “más poderoso de la historia”, y contiene elementos similares al Watergate, que concluyó con la renuncia de Nixon en los ‘70. “Si Cheney no puede abordar los interrogantes sobre su conducta, si no puede divulgar las actividades en su oficina que dieron inicio a esta investigación, entonces debería renunciar. En nuestra presidencia imperial actual (…) lo que podría verse como un caso limitado involucrando a un segundo… contiene el ADN de la Casa Blanca, y éste ofrece un mapa a la cultura de duplicidad del todo” (The New York Times, 31/10).

En el caso Libby se está discutiendo toda la política bélica imperialista: “No es plausible que la investigación haya durado tanto y requerido el testimonio de tantos estrategas de política exterior si la investigación estuviera enfocada puramente en el develamiento de la identidad de un agente encubierto de la CIA. De hecho, los informes sugieren que la investigación podría reorientar la atención pública hacia documentos falsificados usados por el gobierno para reforzar sus argumentos para la guerra contra Irak, que continúa cobrándose vidas americanas por una meta imprecisa” (The Financial Times). La prensa norteamericana y mundial discute abiertamente el futuro del gobierno de Bush, que no sólo está empantanado en Irak, una guerra que debía permitirle rediseñar todo el mapa de Medio Oriente. Está acosado por una crisis generalizada: al caso Cheney, al desastre del Katrina, al retiro de la nominación de la ultraconservadora Harriet Miers para la Corte Suprema deben sumarse la denuncia sobre los campos secretos de la CIA en Asia y Europa del Este —que derivó en una citación del Congreso al jefe de los servicios secretos, Negroponte—. Por si fuera poco, el pedido de que el Congreso votara una autorización a la CIA para torturar fue retirado por los mismos republicanos para evitar “una derrota vergonzosa de Cheney”, su impulsor. La denuncia de que Fallujah fue bombardeada con armas químicas puede leerse en simultáneo con un editorial de The New York Times (29/10) que advierte: “Lo esencial que deben tener en mente los americanos es lo siguiente: no había armas de destrucción masiva en Irak”.

Zbigniew Brzezinski , asesor de Seguridad Nacional de Carter y director ejecutivo de la Comisión Trilateral, en una nota titulada sin subterfugios “El desastre norteamericano” (Los Angeles Times, 10/9) afirma que “el comportamiento de Bush a partir del 11-S puede calificarse de suicida”; que la guerra de Irak “es mucho más costosa en dinero y sangre de lo que se había previsto y ha creado un déficit abismal…”. Y agrega: “Es la política estadounidense la que alienta el terrorismo y permite el reclutamiento de tales grupos. Hay que dejar a un lado a Irak y concentrarse en Irán y en el conflicto israelo-palestino”.

Todos los elementos de una crisis de régimen político —jalonada por divergencias incluso al interior del partido republicano y en el equipo de gobierno, entre Cheney y Condoleezza Rice— se complementan con la amenaza de una crisis económica internacional, de una crisis energética, la amenaza de despidos masivos y rebajas salariales, y la resistencia popular contra la guerra de Irak.

Las alternativas para superar la crisis dividen al estado mayor del imperialismo, que —lo mismo que Bush— parece por el momento sumido en la perplejidad.

Olga Cristóbal