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10/4/2008|1032

"La cuestión agraria"

Más de cien años después, no aprendieron nada

Los terratenientes alemanes esgrimían una política proteccionista (contra la competencia de productos agrícolas provenientes del extranjero) y con esto habían logrado atraer a los campesinos y hasta a una parte de los obreros agrícolas.

La necesidad de contrarrestar esa influencia fue discutida con intensidad y hasta con pasión en la socialdemocracia. En la búsqueda de una aproximación al pequeño propietario, una fracción planteó la necesidad de revisar el programa socialista. "Ahora, lo importante – señaló uno de los voceros de esta tendencia- es la agitación práctica, no la gris teoría. A los campesinos no deberían aplicárseles los cánones de propaganda válidos para los obreros industriales". El partido socialdemócrata "debería proteger a los campesinos", de la misma forma que se protege al obrero y formular un "programa agrario". Esta fracción tomaba como antecedente las reformas introducidas en la misma dirección por el partido socialista francés, que había votado un "programa agrario" en Nantes, en 1894. Detrás de la defensa de los campesinos contra los agravios a los que eran sometido por el régimen social se colaba la reivindicación de la pequeña propiedad.

El socialismo y los campesinos
La proliferación de estas posiciones obligó a Engels a sumergirse en el debate. Engels ya había indicado a los socialistas franceses que el capitalismo destruiría la pequeña propiedad campesina, y que no tenía reparos que poner a medidas que hiciesen menos dolorosa esta ruina del pequeño campesino. "Pero pretender, en general, mantener la clase pequeño campesina sería pedir lo imposible y significaría sacrificar los principios socialistas". En un artículo escrito para el órgano oficial de la socialdemocracia alemana, Engels puso de relieve que "la tarea principal del partido socialista de Francia seguiría siendo la de convencer al campesino de que su casa y sus campos sólo pueden salvarse si se transforman en explotación cooperativa. Pero, en la medida en que los campesinos preserven la explotación individual, serán, irremediablemente, eliminados un día. No debe prometerse al campesino propietario de las pequeñas parcelas la conservación de la propiedad individual frente a la superioridad de la producción capitalista. Lo único que puede asegurárseles es que el socialismo no intervendrá en contra de su voluntad en cuanto al modo de producción".

Engels advertía sobre el peligro de esta política de seducción de los campesinos. La atracción de éstos a las filas socialistas sólo sería viable si la socialdemocracia abandonaba a los obreros agrícolas que estos pequeños productores explotaban. Con esta actitud, la socialdemocracia estaría perdiendo más de lo que supuestamente ganaba. Al referirse específicamente a Alemania, Engels fijó como gran objetivo conquistar a los obreros agrícolas, concentrados particularmente en la zona oriental, bajo el dominio de los junkers (nombre con que eran conocidos los terratenientes prusianos). "Esparcid la semilla de la socialdemocracia entre los obreros, dadles el coraje y la solidaridad necesarios para defender sus derechos (…) es mucho más importante ganar al proletariado rural del este del Elba que a los pequeños campesinos de Alemania occidental o a los campesinos medios del sur de Alemania".

Le tocará a Kautsky asumir el peso principal de la crítica a las tendencias que planteaban una ruptura con las bases históricas del programa de la socialdemocracia. De entrada, Kaut-sky planteó la cuestión de si era o no tarea de la socialdemocracia la preservación del pequeño campesino. El objetivo irrenunciable consistía en conquistar todo el poder del Estado por medio de la clase obrera. Por esta razón, sólo podrían reivindicarse reformas dentro del orden social y económico vigente en la medida que con ello se fortaleciese el poder de resistencia del proletariado.

La posición de Kaustky no colocaba a todos los campesinos en la misma bolsa. "El campesino pequeño con una propiedad de hasta cinco hectáreas pertenecía más bien al proletariado rural que al campesinado. En el transcurso de la lucha de clases sería absorbido por el proletariado por ser sus intereses idénticos a los de los obreros. No hay que temer a las botas herradas de estos campesinos. Son explotados y en caso de necesidad se volverán contra nuestros enemigos. No ocurre lo mismo con el campesino en una posición más holgada. Para la socialdemocracia sería imposible ganar a estos campesinos mientras continúen en plena posesión de la propiedad". Kautsky plantea la superioridad de la gran explotación y, consecuentemente con ello, la tendencia inevitable a la caída de la pequeña propiedad, aunque este proceso tenga lugar bajo una forma diferente que en la industria. La política de la socialdemocracia no es aferrarse a la defensa de una forma de propiedad anacrónica condenada a desaparecer, sino ser el vehículo de una transformación social. No mirar hacia atrás, sino abrir un horizonte para adelante, explicando a los campesinos que su situación sólo tiene salida como un aspecto más general de una reorganización integral de la nación sobre nuevas bases sociales.

¿Qué estamos protegiendo?
No podía aceptarse tampoco el paralelo, sobre el que tanto insistían los defensores de la revisión del programa, entre la "protección obrera "y la "campesina". La protección obrera es enarbolada por los revolucionarios como un medio de preservar la capacidad física e intelectual de los explotados para luchar contra el capitalismo, no como un medio de integración y convivencia con el orden social vigente. Al mismo tiempo, hay que explicar los límites y la precariedad de esos triunfos bajo el actual régimen de explotación y reforzar en los obreros la conciencia y la convicción sobre la necesidad de acabar con él y dar paso a un gobierno de trabajadores.

Si este concepto de "protección" es el que tiene que primar para la clase obrera, con más razón vale cuando se enarbola la "protección campesina". La reivindicación y defensa de la pequeña propiedad no sólo va a contramano del progreso social; ni siquiera es eficaz para defender la situación inmediata de los campesinos. Si la socialdemocracia estuviera en condiciones de hacerlo – pone de relieve Kaustky- se conseguiría el resultado contrario del que se persigue con la protección obrera, pues "es sabido que el campesino ha ido tirando gracias a haber explotado sin escrúpulos a su mujer y a sus hijos. El mantenimiento de la pequeña explotación en la agricultura sería, pues, la vía más rápida para el degeneramiento de la población. Por lo tanto, no hay motivos para vigorizar la miserable existencia del campesino".

La protección campesina es ante todo la protección de la propiedad agrícola. En ese carácter, el campesino tiene interés en vender los productos tan caros como sea posible, mientras el obrero quiere comprarlos lo más baratos posible. No podemos perder de vista ese antagonismo de intereses.

El movimiento y los objetivos

De entrada, la discusión en torno de la cuestión agraria empalmaba con la discusión estratégica sobre reforma y revolución, en la que se inscribe la polémica sobre el revisionismo, que ya estaba en pleno apogeo.

Kautsky no se priva en La cuestión agraria de establecer esa conexión. "La socialdemocracia es el partido del proletariado comprometido en su lucha de clases, pero no es únicamente esto; es al mismo tiempo un partido de la evolución social, aspira a conducir a todo el cuerpo de la sociedad a una forma más elevada que el estadio del capitalismo actual. Su carácter distintivo es precisamente la fuerte unidad que ella sabe establecer entre estas dos tareas. Estos dos elementos se confunden en uno solo, pues la lucha de la clase obrera por su emancipación la conduce a la abolición del régimen de explotación y a fundar un orden social superior, el socialismo".

Estas premisas fueron, precisamente, el blanco del ataque del revisionismo. "Si hoy se plantean – dice Kautsky- los interrogantes sobre si los objetivos finales son más importantes que el movimiento, si hay que adjudicarle una importancia mayor a la práctica que a la teoría, etc., esto está muy lejos de ser una señal de progreso teórico por encima de nuestros maestros; prueba, por el contrario, que hemos retrocedido en relación con ellos…".

Kautsky es muy incisivo al señalar que "la socialdemocracia se ocupa a la vez del movimiento y de los objetivos, dos cosas inseparables. Pero si estos dos elementos alguna vez entrasen en conflicto, sería el movimiento el que debería someterse. En otros términos, el desarrollo social tiene primacía sobre los intereses del proletariado y la socialdemocracia no puede proteger los intereses proletarios que obstaculicen el desarrollo social. Este conflicto en general no se presenta porque los intereses del desarrollo social coinciden con los del proletariado, el cual es, por consecuencia, el resorte efectivo de ese desarrollo. El progreso del maquinismo ha causado ciertamente una miseria infinita a la población obrera, pero la política de la clase obrera – salvo en sus albores- no ha sido destruir las máquinas o impedir su ingreso a las fábricas sino defender las condiciones laborales y salariales de la clase obrera frente a las nuevas circunstancias.

Planteamiento estratégico versus oportunismo

En lugar de colocar el énfasis en el campesinado, Engels cifra todas sus esperanzas en la conquista de la clase obrera rural de Alemania. Engels pone de relieve que, en el reforzamiento del carácter capitalista del campo, opera una conversión de los pequeños productores en obreros que va a un ritmo más lento en el campo que en la ciudad. En el medio rural se constata con más vigor un proceso contradictorio: "Dos almas viven en el interior del pequeño campesino: la del campesino y la del proletario. Los partidos conservadores tienen todas las razones para fortificar la primera, el interés del proletariado y del desarrollo social es el contrario. Un programa agrario que, en nombre de la protección de los campesinos, tenga como eje la protección de la propiedad agrícola, destruye necesariamente los sentimientos proletarios de los pequeños campesinos y refuerza en ellos los sentimientos propios del campesino. Este programa, lejos de unir a los campesinos con los obreros, pone en acción todos los factores capaces de separarlos de la masa total del proletariado."

El afán por atraer a la masa campesina no puede ser a expensas de renunciar el objetivo estratégico. Esa aproximación termina provocando el efecto inverso.

Kautsky no desechaba la formulación de un programa transicional. En su obra reflexiona sobre distintas consignas y planteamientos, entre los que figuran la nacionalización de la tierra y del comercio exterior, la nacionalización de las hipotecas, entre otras. No es el hecho de contar con reivindicaciones transitorias lo que cuestiona el dirigente socialista alemán, sino el ángulo y las características de abordaje del problema agrario, tomado en su conjunto: "Se intentaba por todas partes la elaboración de programas agrarios socialdemócratas antes de ponerse de acuerdo sobre los principios de de una política agraria socialdemócrata".

Guardando todas las distancias, asistimos a un escenario similar por parte de un sector de la izquierda que apoyó el lock-out agropecuario. Pero lo que hace cien años podríamos admitir como un atenuante, ya no vale. La figura de los pequeños propietarios fue usada por la izquierda como una coartada para apoyar a un movimiento comandado por la oligarquía fundiaria-financiera. La bancarrota política y teórica queda más al desnudo cuando salta a la vista que los protagonistas de esta rebelión no son pequeños propietarios arruinados o en vías de serlo, sino prósperos capitalistas agrarios que además de su propiedades arriendan tierras ajenas. Los pequeños propietarios pobres estaban fuera de escena. Está claro que ese accionar de esa izquierda está desprovisto del menor propósito estratégico, que es, en definitiva, lo único que importa. Con más razón ahora, cuando asistimos a una crisis de conjunto y de la cual la crisis agraria ha sido apenas una de sus manifestaciones. Esto plantea la necesidad de elaborar una salida de conjunto, que no puede ser otra cosa que obrera y socialista.

Pablo Heller