Partido

10/9/2009|1099

La Ola

Un film sobre la posibilidad actual del fascismo

Cuando el profesor Rainer Wenger (Jürgen Vogel) preguntó a sus alumnos sobre la posibilidad de que una dictadura como la del Tercer Reich volviese a instalarse en la Alemania en nuestros días, éstos se mostraron escépticos. Pocos días después, sin embargo, serían parte de un experimento “pedagógico” que los llevaría a sentirse identificados con los métodos del nazismo.

Esta es la trama de la reciente película del alemán Dennis Gansel, basada en un hecho real: el experimento llevado a cabo con estudiantes de una escuela secundaria de Palo Alto, California, en 1967, por el profesor de historia William Ron Jones. El experimento consiste en un juego de rol en donde la clase se convierte en una especie de comunidad con sus propias reglas, donde reinan la uniformidad y la disciplina, la obediencia a un líder (el profesor) y hasta se adoptan símbolos y saludos para diferenciarse del resto. Con el transcurso de los días, lo que había comenzado como un simple juego terminará transformándose en un movimiento: “La Ola”. Los alumnos comenzarán a aislarse del resto y llegarán incluso a ejercer la violencia contra aquellos que consideran diferentes o traidores al movimiento.

La película de Gansel quiere demostrar cómo es posible que personas con vidas aparentemente normales y de buen nivel cultural pueden llegar a apoyar un régimen fascista, hasta el punto de ejercer la violencia en su nombre, incluso en países con larga tradición democrática.
Gansel va más allá y sitúa la historia en una sociedad concreta: la Alemania actual, donde el malestar social, la frustración y los efectos del mundo globalizado, se combinan con una juventud abrumada por el individualismo, la competencia y la falta de contención.

Es cierto que Gansel elige exagerar las posibilidades de que un movimiento fascista prospere en el contexto de la sociedad actual, porque su objetivo es advertir al público juvenil sobre el hecho concreto de volver a repetir la historia. Pero él mismo olvida hasta cierto punto la historia porque para que las fuerzas de la reacción política logren arrastrar tras de sí a las masas de una  pequeña burguesía desmoralizada, es necesario que puedan imponer una derrota contundente a las fuerzas revolucionarias del proletariado. La Alemania de Hitler no hubiera sido posible sin los fallidos intentos revolucionarios que le precedieron (1918-1919 y 1921) producto de la traición de la socialdemocracia primero y, luego, por la llamada política estalinista del “tercer período” llevada adelante por el partido comunista alemán, que consistió en poner como enemigo principal a la socialdemocracia, allanando así el camino para el ascenso de Hitler al poder. Hoy como ayer, la posibilidad de no caer en la barbarie del totalitarismo sólo encontrará su límite en la superación socialista de este régimen decadente.

Diego Bruno