Partido

14/12/2006|976

Las fuerzas en presencia en vísperas de la campaña electoral

Kirchner se parece cada vez más a ese personaje griego que fuera condenado por los dioses a cargar una pesada roca hasta la cima, para verla rodar de nuevo hacia abajo. Teje y desteje, hila y deshila. Capta ‘piqueteros’ y los pierde. Se acerca a Chávez y a Evo Morales (para armar un ‘eje’ hemisférico ‘nacional y popular’), pero acaba contándole al venezolano, que lo visitó hace un par de días, que ahora se ve obligado a entenderse con el gobierno de Bush y con el partido demócrata, para que las próximas elecciones transcurran tranquilas. Apenas vislumbra la posibilidad de que Blumberg pueda ser candidato opositor en la provincia de Buenos Aires, larga la candidatura de Scioli para que le haga sombra con su propio derechismo. Monta un ‘show’ con aspiraciones plebiscitarias, como ocurrió el pasado 25 de mayo, y ahora le hace decir a sus ‘chirolas’ que la candidata a la presidencia sería su mujer. Algunos comparan a Kirchner con aquel gambeteador que un día acabará enredado en sus propias piernas.

La atomización del campo oficialista es impresionante y eso preocupa a la burguesía. Marx ha escrito en el Manifiesto Comunista que las divisiones y confrontaciones de la burguesía son un campo propicio para el desarrollo del movimiento de la clase obrera. Es lo que está ocurriendo. Es probable que esa sea la razón por la que Bergoglio acaba de pedir que cesen las divisiones, con referencia a los paros ganaderos, a los enfrentamientos entre candidatos y a la amagues entre los progresistas de ambas orillas del Plata.

La digitación de Scioli para la candidatura bonaerense ha sido avalada sin chistar por los ‘nac & pop’. Verbitsky, como ‘pensador’ que es, apenas atinó a interrogarse: tomar la forma del adversario, reflexionó, ¿es la mejor forma de neutralizarlo? La hondura del tema le permitirá mantener su conciencia tranquila hasta octubre del año que viene. Espera que Kirchner o su mujer puedan manejar al hombre de todo uso (menemista, duhaldista) como lo hacen con Sancho en Santa Cruz. (De paso, ¿dónde está la plata de la provincia?) ¿O no se trata de ‘construir poder’, aunque todo indique que lo están demoliendo?

Los peronistas de todos los colores y los piquetruchos de todas las variantes han dado su asentimiento a la candidatura del derechista Scioli, pero ahora viene el ‘bolonqui’ del armado de las listas legislativas y de las candidaturas municipales. Scioli para esto no contará en absoluto. Se ve que Kirchner quiere mantener su fuerza debilitando a sus representantes. Un juego harto peligroso en una provincia convulsiva que ya tiene un déficit fiscal de mil millones de dólares. Una cosa es ejercer un poder de arbitraje presidencial cuando las contradicciones se atenúan y las clases sociales antagónicas se neutralizan; otra cosa es pretender hacerlo cuando la pelea está presente todos los días como consecuencia de un constante desarrollo de las contradicciones en vigencia. Es lo que muestran la aparición de nuevas asambleas, el crecimiento de las huelgas e incluso los amotinamientos de los ruralistas.

Por otro lado, Kirchner está promoviendo a Filmus, en reemplazo de Scioli para la capital, un personaje desprovisto de todo, en especial de versación en educación, cuyo derrumbe ha presidido imperturbable durante veinte años, sea en el gabinete nacional, sea en el de la Ciudad. A los radicales los encantó con su ‘peronismo’, lo mismo que a la Alianza, y a los peronistas tipo Grosso los encantó con su ‘progresismo’. Criado por el stalinismo en sus años jóvenes, Filmus tiene el alma del funcionario. De su intención inicial de ofrecer a un derechista, Kirchner pasó aofrecer a alguien al que pintan de progresista. Obviamente, Filmus no le gana a nadie; todo lo que pretende Kirchner es poner en posición a un títere de Alberto Fernández, o sea a alguien intercambiable, que permita extorsionar a Telerman, en el primero o en el segundo turno electoral. Todo este maniobrerismo, como solía repetir Menem, se asemeja al vuelo de la serpiente.

Para completar el entramado, Kirchner ha animado a entrar en escena a Ibarra, a Heller, a Bonasso y a cuanto cara de ‘progre’ se encuentre en circulación, para negociar con unos y otros y para poder sacar del medio al candidato que digite Elisa Carrió. Los acompañantes de Bonasso ya han dicho, lo que es obvio, que no están contra el gobierno. Lozano y la CTA se han sumado a este contubernio, lo que no debería extrañar, porque en Entre Ríos se han agregado a un frente que incluye a radicales y lavagnistas, y en Santa Fe a una segunda versión de la Alianza encabezada por Binner. Asistimos a un intento de recrear un Frepaso devaluado, que no repara en el ridículo. Binner, por su lado, mientras intenta mantener un puente con el gobierno, no tiene reparos en hacer una alianza en el Congreso con Macri y los peronistas de Lavagna. Esto, más que una corruptela, es una muestra de completa desorientación política. Su partido, el socialista, agrupa a todas las tendencias posibles: la que está con Kirchner, la que está con Lavagna y, más prosaica, la que está con Telerman (el cual está con el que más ofrezca).

Lavagna y Macri

A partir de la solicitada que publicó Lavagna, la posibilidad de un frente con Macri parece que se ha roto. La solicitada es una declaración programática kirchnerista de cabo a rabo, porque en definitiva Kirchner aplica el programa de Lavagna. El tema del dólar alto para cobrar elevadas retenciones a la exportación no es del agrado de los Macri, como lo demuestra su reciente adquisición: el ex Banco Central Prat Gay, que se opone a lo que llama “impuestos distorsivos”. Las oportunidades de grandes beneficios que ofrece el ‘modelo’ de Lavagna y de Kirchner no debe llamar a engaño, porque no representa en todos los casos la mejor posibilidad de desarrollo para una amplia gama de capitalistas. El ejemplo de esto lo ofrecen Chile y Brasil, que no tienen sus monedas devaluadas, lo cual permite a sus capitalistas expandirse hacia el exterior. Brasil tuvo un superávit de inversiones directas, o sea que fueron superiores las realizadas por brasileños afuera que por extranjeros en Brasil. Los capitalistas brasileños están comprando sistemáticamente empresas argentinas, porque el real tiene mayor poder adquisitivo que el peso. La brasileñización de la industria argentina volverá a ocupar la plana de los diarios como eje de una confrontación política. La agro-industria argentina gana mucho exportando, pero es probable que pueda ganar más si pudiera importar insumos y maquinarias a un dólar más barato. Una revalorización del peso sería también apreciada por los capitalistas como un factor de disciplinamiento social, porque debilitaría la inflación, y al reducir la tasa de crecimiento interno frenaría la capacidad de negociación de los trabajadores. De todos modos, la continua entrada de dólares y la devaluación internacional del dólar presionan a favor de la revalorización del peso. López Murphy, que representa los intereses de la banca internacional, no demoró en saludar la ruptura con Lavagna y en criticar la solicitada.

¿Esta división favorece a Kirchner? Todo depende de si la posibilidad de ganar la reelección en la primera vuelta es independiente de las combinaciones opositoras. Pero Kirchner tiene hasta ahora solamente la expectativa de ganar la presidencia, de ningún modo los resultados en las provincias y en los municipios. La reelección de Kirchner es un tema secundario para juzgar si la ‘reconstrucción de la política’, a la que apuntan los partidos patronales, va adelante. Lo importante es si los partidos y las estructuras de poder se cohesionan o si se atomizan aún más.

Centroizquierda e izquierda

Todas las manifestaciones del progresismo tradicional son kirchneristas; así lo han dejado claro los Ibarra, Heller, por lo tanto el partido comunista, incluso Lozano y la CTA. Apoyar lo bueno y criticar lo malo es la fórmula tradicional del oficialismo vergonzante. Se trata, por otra parte, de un contrasentido, esto porque un gobierno es tal y puede funcionar cuando desarrolla una estrategia, donde lo ‘malo’ está en función de lo ‘bueno’ y viceversa. Los izquierdistas que apoyan a medias a Kirchner, sólo saben a medias lo que ellos quieren. Más coherentes son los Verbitsky o los D’Elía, unos porque se tragan toda la píldora, en función, dicen, de ‘construir lo nuevo con lo viejo’, los otros, porque se ven obligados a irse cuando menos lo esperaban o querían.

Sin embargo, los izquierdistas o progresistas tienen razón en un punto: cuando no les gusta algo de Kirchner, en serio, se pasan a Lavagna. Es lo que hicieron en Misiones y lo que están haciendo en Entre Ríos, o lo que harán en Santa Fe, donde los socialistas irán con compañía radical. Si hay que desviarse, los ‘progres’ giran a la derecha, incluso porque esto les da patente de realistas.

Todo esto pone de manifiesto adónde van aquellos izquierdistas que militan en el Movimiento Intersindical Clasista (MIC) con la mira puesta en el apoyo a los Binner, Lozano o Bonasso, o simplemente con la expectativa en ellos. Remolcan a la clase obrera detrás de la patronal, incluso de la variante que expresan Lavagna, Duhalde o Alfonsín. Es una expectativa en la ‘reconstrucción de la política’ a costa de la independencia y capacidad de acción de los trabajadores. No justifica esta posición el apoyo de Kirchner a Chávez, menos aún cuando D’Elía informa que Alberto Fernández es un emisario del partido demócrata norteamericano, y cuando el propio Kirchner le dice a Chávez, según un artículo con firma de La Nación, que no fue desmentido, que se verá obligado a arreglar con los yanquis para facilitar su campaña electoral.

No hace falta destacar que la posición más perniciosa para una clase obrera independiente es esta, de una parte del MIC, por sus vasos políticos comunicantes con la política patronal, pero también de la otra parte del MIC, que encubre esta política y que está al acecho de las oportunidades que les pueda presentar esta política. Por eso enderezan sus ataques contra el Partido Obrero, no contra los seguidistas de la política patronal, y de los partidos o grupos que actúan en un campo de independencia obrera. Sería un grave error hacer cualquier clase de compromiso con estos encubridores.

Preparemos la campaña electoral

Como decíamos al principio, nuestra gran ventaja es la posibilidad que ofrecen las divisiones y peleas entre los partidos y entidades capitalistas, para favorecer el desarrollo de un movimiento obrero independiente, el cual por su lado lucha y crece en conciencia y organización. Todo lo demás es espuma. Es necesario organizar este desarrollo desde una perspectiva socialista.

Esta posibilidad quedó en evidencia, en principio, en la formación de la lista clasista en las elecciones de la CTA. Naturalmente se trata de ir mucho más allá, con una campaña de propaganda y de agitación para reclutar luchadores obreros que participen como tribunos y organizadores en una campaña electoral obrera y socialista. La política revolucionaria se puede valer de las combinaciones coyunturales como medio excepcional, no como norma. La norma es el desarrollo por medio de la discusión y la persuasión, la agitación y el reclutamiento. Una oposición real al sistema existente sólo puede tener un carácter obrero y socialista. Atravesamos un corto período de rápido agotamiento del nacionalismo burgués. Tenemos que valernos de él, no subordinarnos ni comprometernos con sus variantes, para acelerar una acumulación de fuerzas obrera y socialista.

Jorge Altamira