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9/11/2006|971

Ni comenzó ni termina en Misiones

Marcelo Ramal

Las ‘bajas’ de Fellner y Solá a la reelección no son un resultado “fulminante” (e inesperado) del “efecto Misiones”. Fellner venía penando desde hace un año para reunir una mayoría parlamentaria necesaria para la reforma constitucional. Solá, ni siquiera eso; había apostado su reelección a un caprichoso recurso judicial. Las reelecciones de Solá y Rovira estaban trabadas hacía mucho. Con una victoria en Misiones, Kirchner pretendía forzar éstas y otras reelecciones. Un éxito de la “patoteada” misionera hubiera levantado las posibilidades de los Fellner y Solá, por eso fue llevada hasta el final. El fracaso obliga a pasar la inversión a la cuenta de las ‘pérdidas’.

Se han caído las dos tentativas gubernamentales: una, la ‘transversalidad’ o ‘concertación plural’, ya que es evidente que los laderos del gobierno (los ‘pichones para la victoria’, los radicales ‘K’, el centroizquierda y los ex duhaldistas) no tienen la capacidad para formar una coalición política. Dos, se ha desbaratado por el momento la intentona ‘bonapartista’, que hubiera permitido a Kirchner digitar a sus punteros en todos los distritos. Desde este punto de vista, el gobierno enfrenta un ‘vacío de poder’ propio, que podría potenciar una crisis nacional. Nada pone más en evidencia esta situación que el recurso al monarca franquista para resolver una crisis sin solución, el caso Botnia. El ‘gran gritón’ del Río de la Plata se fue a Montevideo, nada menos que a mendigar al gerente general de los pulpos que manejan los servicios públicos y los hidrocarburos en Argentina y que, para colmo, es un testaferro de la Unión Europea, apoya a Botnia y es un empleado de la otra pastera, Ence.

¿Qué conclusión se saca de esto? Pues que el gobierno deberá reacomodar todo su esquema de poder para reintentar las únicas variantes con las que cuenta: un planteo formal de coalición al centroizquierda, no una simple ‘cooptación’, para lo que debería incluir cambios en el gabinete o el lanzamiento de candidaturas directas de la Casa Rosada en las principales provincias y una acentuación del régimen de gobierno personal. Ambas alternativas están condicionadas a cambios de política económica y, por lo tanto, abre una etapa de renovados desequilibrios sociales.

Un San Vicente nacional

En la provincia de Buenos Aires se ha declarado ahora una guerra abierta por la sucesión. Y le ha dado bríos a la oposición patronal. La guerra de camarillas tendrá contornos agravados en los municipios, como ya lo demuestra la ofensiva contra la reelección de intendentes. Para Solá, el recurso de la “re-re” constituía, antes que nada, un salvoconducto para poder gobernar una provincia “en rojo”, sacudida por las luchas de los estatales y por una crisis social inmensa. Ahora será el gobierno nacional quien tendrá que arbitrar directamente en el terremoto bonaerense.

Con menos estruendo, en la Capital se acaba de averiar otro intento reeleccionista, el de Telerman, como consecuencia del veto a su proyecto de presupuesto y a la destitución de su ministro de Hacienda. La Legislatura le negó mil millones de pesos para ‘bancar’ una campaña con gasto público. De paso le ‘pinchó’ a los bancos un negocio con nueva deuda pública. Macristas y kirchneristas se juntaron para ‘poner en vereda’ ‘la primera opción’ de candidato a intendente de los centroizquierdistas del tipo del ‘comunista’ Heller y del social-justicialista Lozano.

La declinación de Telerman ha servido, por otro lado, para dividir las apetencias del resto del oficialismo entre Bonasso y Scioli (este último cuenta con el apoyo de Alberto Fernández y de las dos grandes ‘patrias sindicales’ de la Ciudad: Genta, del Sutecba, y Santamaría, del Suterh. Por esta vía vamos derecho al enaltecimiento de las ‘instituciones’).

Las crisis provinciales han recobrado impulso luego del ‘rovirazo’ invertido. En Tucumán, donde la reforma constitucional reeleccionista ya está impuesta, el vicegobernador Juri amenaza al gobernador Alperovich con paralizar la Legislatura; el gobernador le responde con la amenaza de gobernar por decreto y el vice le contra-retruca con la perspectiva de encabezar un frente de centroderecha-centroizquierda.

Muy cerca, en Salta, la caída de Rovira fue “saludada” por Romero, aunque Romero no tiene nada que envidiarle a Rovira. El diputado salteño Urtubey, un pejotista-kirchnerista, hijo dilecto de Romero, se encargó de recordárselo, mientras urdía con una fracción del partido renovador una fórmula que enfrente al romerismo. En Salta se están rompiendo, simultáneamente, el oficialismo, o sea el PJ, y la oposición, o sea los renovadores, ambos en pos de alianzas ‘transversales’. A caballo de estas escisiones, se está quebrando la conspiración de silencio sobre los crímenes de campesinos y jóvenes en el interior de la provincia, abriendo una crisis política de proporciones.

Hasta catorce distritos desdoblarían las elecciones provinciales de las nacionales para poder proceder a sus propios ‘ajustes de cuentas’. Las guerras de facciones oficiales terminarán por dirimirse en las elecciones provinciales. Kirchner deberá postergar el “operativo clamor” para su reelección, hasta que se zanjen los enfrentamientos en las provincias.

Un fuerte síntoma de esta disgregación oficial se aprecia en Catamarca, donde el radical Brizuela del Moral ratificó las elecciones provinciales para marzo y renunció a su condición de “radical K”: apuesta a ser reelecto sin hacer ningún frente con el kirchnerismo local. Con Brizuela, por un lado, y Barrionuevo, por el otro, la primera elección provincial de 2007 podría desarrollarse… sin un candidato del gobierno. A otro “radical K”, el mendocino Cobos, el radicalismo acaba de intervenirle el distrito, para asegurar que Iglesias —titular nacional de la UCR y opuesto a Cobos— sea el próximo candidato a gobernador.

Oposición dividida

El retroceso del campo oficial ha dado lugar a una ofensiva de la derecha, que es la que más se empeñó en destronar a Rovira. La candidatura de Lavagna, en consecuencia, se ha desdibujado aún más. Muchos duhaldistas ya se largaron a proponer el gran frente con Macri —que para eso debería despegarse de López Murphy. Se configura un intento de polarizar las elecciones nacionales entre el gobierno y la derecha.

Apenas unos días después de Misiones, Binner, el candidato de la UCR, el PS y el ARI a gobernador de Santa Fe, volvió a coincidir con Blumberg, De Narváez y Macri. Fue en el coloquio de Idea, donde reclamó, entre aplausos, “por el fin de la cultura de la calle y de los cortes de ruta”. Las banderas de la “democracia y de las instituciones” ya habían llevado a De Gennaro y al PS a sostener a De la Rúa. El centroizquierda se coloca a la derecha del gobierno y no manifiesta ningún interés en cuestionarlo con una candidatura presidencial propia. Al revés teje alianzas con el kirchnerismo en todas los distritos que le ofrecen alguna rendija para hacerlo. En la Capital, Heller y la CTA discuten con Bonasso y con Ibarra el armado de una segunda lista kirchnerista para las elecciones del distrito.

En medio de esta crisis, el gobierno asiste al agotamiento de sus parches para conciliar las contradicciones de la reactivación capitalista. Es lo que pasa con los controles de precios: la inflación “real”, dice Clarín (6/11), sería el doble de la “estadística”. La adulteración de los índices ha sido denunciada, principalmente, por los tenedores de la nueva deuda pública que se indexa con la inflación. Para afrontar esta carga explosiva, el gobierno dispuso que “el 70% de la recaudación (del impuesto al cheque) se aplique al pago de la deuda pública” (Ambito, 6/11). Miceli copia a Cavallo. Es “una suerte de garantía para que las provincias no exijan una porción mayor en el reparto” (ídem). Es decir que los San Vicente locales tendrán lugar con presupuestos provinciales exhaustos y sometidos a la asfixia nacional.

Radicalización popular

Después de la parodia de La Haya, el verano entrerriano comienza como terminó el anterior: con el pueblo de Gualeguaychú en la ruta. La decisión del gobierno de recurrir al “rey” es una reedición empeorada del recurso de La Haya. Kirchner ha pedido el arbitraje del principal lobbysta de… Ence y, en general, de todos los monopolios “españoles”. Una delegación de Gas Ban le acaba de arrancar a Kirchner la promesa de un aumento de tarifas de gas para las industrias y comercios, para antes de fin de año (El Cronista, 7/11).

La acción popular de Gualeguaychú es la cabecera de playa de un renacimiento asambleario, expresado en la lucha catamarqueña contra las minas depredadoras; en la inmensa movilización de La Matanza por el cierre del Cemase; en las asambleas porteñas de Caballito, que alertan sobre el colapso de los servicios a causa de los megaproyectos inmobiliarios. Mientras tanto, la reciente huelga telefónica ha dejado ver la mentalidad piquetera, de lucha, de osadía, de la nueva generación obrera que, en los call centers, supermercados, metalúrgicas y construcciones, lucha contra el tercerismo, la flexibilidad y la miseria salarial.

Antes de haber podido liquidar a las expresiones de lucha que emergieron del Argentinazo, Kirchner sigue condicionado por la tendencia popular que es el resultado de la polarización social que ha sido incapaz siquiera de atenuar. Antes de haber reconstruido un principio de autoridad, asiste a la explosión de la “vieja política” sobre la que él mismo se sostiene.

La disgregación de los que mandan, la renovación obrera y la inquietud popular generalizada constituyen un campo político excepcional para el desarrollo de una alternativa política de los explotados, con carácter obrero y socialista.

Marcelo Ramal