Partido

11/10/2006|966

Nueva alcaldía, vieja policía

Romero inauguró la alcaldía bajo la presión de la gran cantidad de denuncias y la enorme corriente de opinión pública ante casos de apremios, golpizas, torturas y hasta incluso muertes en las comisarías de Salta. Pero, como ocurre en todos los casos, la intervención estatal y en particular la del gobierno provincial sólo sirve para empeorar las cosas. Es lo que ocurre ahora con la alcaldía para los detenidos y ‘demorados’: los familiares ya han comenzado a denunciar que no se terminaron las viejas costumbres de la policía brava de Romero.

Según lo denunciado por familiares a Pablo López, integrante de la Comisión de DDHH de la Cámara de Diputados, los presos reciben golpizas, maltratos e insultos; no reciben alimentación adecuada y no está permitido el ingreso de comida de los familiares.

Los policías requisan a los detenidos cuatro veces por día, desnudándolos, para ver si las visitas les dejaron algo (las visitas sólo pueden tener contacto a través de una comunicación telefónica y los separa un vidrio). La madre de un preso en la alcaldía relató que no se les permite estar sentados, les quitan los colchones y en la hora de recreación los tienen en un pequeño patio con las manos atrás y la cabeza hacia abajo (quien abandona esa posición es golpeado).

“Romero no se olvidó de construir en la alcaldía la famosa chancha”, señalaron los familiares haciendo referencia al calabozo de castigo. Además denunciaron que las visitas sólo duran quince minutos.

Estas denuncias ponen de manifiesto que el maquillaje demócrata o garantista de los derechos humanos que Romero quiso imprimir a su gestión (incluso con el aval de la visita de Carlotto) fue solo eso, un maquillaje, un verdadero embuste. Porque al igual que Kirchner con la mentada política de derechos humanos, encuentran su límite insalvable en la permanencia intacta del aparato represivo, que no ha sido desmantelado (ni lo pretenden hacer).

Pablo Avila