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13/3/2008|1029

PLAN COLOMBIA | El negocio de la guerra

Rolf Uesseler es un periodista de investigación alemán. Su especialidad: las mafias internacionales y los manejos oscuros en la economía mundial, sobre todo los vinculados con el principalísimo motor de acumulación del capitalismo de nuestros días: la guerra. Al hombre, obviamente, no le falta trabajo.

Uesseler, ahora, ha escrito un libro imperdible: "La guerra como negocio", en el cual desmenuza el papel en Colombia de grandes corporaciones imperialistas dedicadas al espionaje, a la provisión de mercenarios y al tráfico de armas, en complicidad principalmente con el lobby petrolero.

El periodista recuerda, por ejemplo, que de las 500 empresas más importantes de los Estados Unidos, 400 tienen o han tenido inversiones directas o indirectas en Colombia. El texto cita a Le Monde Diplomatique: "Como la política de terror (paramilitar) no fue suficiente para erradicar a las fuerzas insurgentes, Washington decidió aumentar su presencia militar".

Corresponde añadir, en ese punto, que el Plan Colombia no constituye simplemente un acto de defensa militar de los intereses y de las inversiones de las corporaciones norteamericanas. Se trata de un proyecto mucho más amplio, de control y represión a escala continental, de sometimiento tal que ha sido rechazado incluso por mandos militares, como, por ejemplo, los de Ecuador.

Producto de esa intervención y de ese terror estatal, hoy hay en Colombia 2,5 millones de desplazados y se cometen allí 4.500 asesinatos políticos por año, de los cuales las principales víctimas no son los guerrilleros sino, sobre todo, sindicalistas, campesinos y trabajadores rebeldes. Los 140 grupos paramilitares que actúan en ese país tienen vínculos probados públicamente con las bandas narcotraficantes, con las fuerzas armadas y la policía.

El trabajo de Uesseler denuncia que las corporaciones empresariales yanquis en Colombia -en especial petroleras, industrias de armamentos y de servicios de mercenarios- reunieron un monto importante de dinero "para animar la decisión del Congreso norteamericano en favor del Plan Colombia". Esto es, acudieron a la "banelco". Ellos también tienen sus De la Rúa, Flamarique, Cantarero y otros personajes de esa calaña.

Tenían sus razones: de los 13 mil millones de dólares aprobados en principio, sólo un 13 por ciento llegó a manos del gobierno colombiano. El otro 87 por ciento fue a parar a la bolsa de las empresas norteamericanas.

Quiénes son
Una treintena de compañías especializadas en espionaje y provisión de mercenarios actúan en Colombia. Ahí está, por ejemplo, California Microwave Inc, filial de la industria de armamentos norteamericana Northrop Grunman, que instaló en territorio colombiano siete radares de alta potencia conectados con un sistema de reconocimiento aéreo (esa clase de equipos permitió ubicar el campamento donde fue asesinado Raúl Reyes). Según datos del año 2004, tenía entonces 125.400 empleados con un rédito anual de 172 mil millones de dólares. Véase la magnitud de estos pulpos. En 1996, Northrop compró la Westinghouse Electronic Systems, fabricante de sistemas de radar.
Otra de las corporaciones de la guerra que opera en Colombia es ManTech International Corp., especialista en "tecnología de información" (espionaje) y, como la anterior, sus ingresos descansan en un 95 por ciento en sus contratos con el Departamento de Defensa de los Estados Unidos. En su directorio figura Mary K. Bush, uno de los "cerebros" financieros de la camarilla presidencial norteamericana. Aunque a primera vista parezca sorprendente, la señora Bush también es miembro de la fundación Global Initiative (Iniciativa Global) que dirige… Bill Clinton.
ManTech, TRW, Matcon y Alion, entre otras, se ocupan de vigilar vía satélite el territorio de Colombia, en especial las zonas controladas por la guerrilla. Toda la información que reúnen la envían al Comando Sur del ejército norteamericano. En otras palabras: Colombia ya está intervenida militarmente por el Pentágono.
La industria de guerra británica no se ha quedado afuera. Allí están, por citar sólo a un par de ellas, Control Risk Group y Global Risk, encargadas de proteger a las corporaciones imperialistas en Colombia y de entrenar militares.
Otra británica, DynCorp, se ocupa de la "lucha contra las drogas"; es decir, de la represión a campesinos. Cuando un cultivo se va de control, fumigan con pesticidas prohibidos internacionalmente, como el glifosato fabricado por la agroindustrial Monsanto, una de las controladoras de la producción de soja transgénica en la Argentina. Esas fumigaciones producen enfermedades severas y muertes por doquier en la población campesina, y esterilizan los campos por tiempo indeterminado. Antes de fumigar, ametrallan los campos desde helicópteros provistos por Sikorsky Aircraft Corporation y Lokheed Martin.
De todos ellos, el trabajo más sucio corresponde a los israelíes. Las sionistas Spearhead y GIR SA, entre otras, se encargan de entrenar a paramilitares y a escuadrones de narcotraficantes, y de proveerles armamento.
Además, la casi totalidad de esas compañías alquila ejércitos de mercenarios que combaten y asesinan por la paga en cualquier lugar del mundo. También en Colombia.
Toda esa pudrición constituye el instrumento operacional del "plan Colombia", de la "guerra global contra el terrorismo" en América Latina.

Alejandro Guerrero