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17/11/2005|925

PUENTE PUEYRREDON | Una obediencia debida al revés

Y LOS “DOS DEMONIOS” DE YAPA

El juicio oral por la causa principal de la Masacre de Avellaneda ha entrado en su recta final. Mientras la defensa presentada por Apel trabajó para probar la autoría criminal del Estado y de Duhalde y su gabinete, la fiscalía buscó limitar el juicio a la responsabilidad de los comisarios Fanchiotti y Acosta (criterio, a su vez, “absolutorio” para Duhalde y sus funcionarios). Las defensas de la Bonaerense presentaron grietas por todos lados: Fanchiotti y Acosta se acusaron mutuamente por los asesinatos; las del resto de los policías se limitaron a despegarse de la autoría material y a abonar la teoría conspirativa piquetera, al igual que los dos policías juzgados por homicidio.

Aunque el Tribunal aceptó el pedido de la fiscalía de deslindar a Duhalde y a sus funcionarios, las declaraciones testimoniales del ministro del Interior, Aníbal Fernández (entonces secretario general de la Presidencia de Duhalde), y de Carlos Soria (ex jefe de la Side duhaldista) ratificaron la decisión política de lEstado de poner fin “sea como sea” a la protesta callejera de 2002. El decreto de Kirchner (a dos semanas del comienzo del juicio) para abrir los archivos de la Side resultó un engañabobos, y lo mismo el faltazo del mismo Kirchner a declarar “por problemas de agenda”.

Lo que viene

Consumada la mayor parte de las audiencias, el desenlace del juicio deja prever una condena de cárcel para Fanchiotti y Acosta (habrá que ver cuántos años efectivos) y la exculpación de la camarilla duhaldista, como así también una eventual pena menor para los otros cinco policías juzgados.

De esta manera, el resultado del proceso judicial será la presentación en sociedad del “fin de la impunidad” en la causa popular de Santillán y Kosteki (seguramente de la mano de Página/12, los “cumbristas de los pueblos” y todo el séquito adulador de la centroizquierda) con las condenas respectivas contra los dos bandos intervinientes en la “contienda”: los asesinos (Fanchiotti y Acosta), por haberse “excedido”, los piqueteros “violentos” (Gurián) por “no haber respetado a la autoridad”, y la preservación de la cabeza política del Estado y su columna vertebral represiva. Un monumento a la teoría de los “dos demonios”. Asistiremos a una “obediencia debida al revés”: condena a los que “cumplieron”, absolución a los que les dieron las “órdenes”.

Hernán Scoro