Partido

31/3/2016|1404

Un 2016 de grandes convulsiones políticas

La comisión internacional fue el escenario de una intensa actividad. A los planteos y aportes de los delegados del Partido Obrero se sumaron los de las delegaciones de Bolivia, Uruguay y Grecia


La comisión internacional fue el escenario de una intensa actividad. A los planteos y aportes de los delegados del Partido Obrero se sumaron los de las delegaciones de Bolivia, Uruguay y Grecia. El centro del debate se concentró en la marcha de la crisis capitalista internacional, que transita su noveno año con sus premisas económicas agravadas.


 


Su epicentro sigue concentrado en Estados Unidos. La emisión gigantesca de moneda, por parte de la Reserva Federal, ha creado un bombeo especulativo de dimensiones enormes. Pero esta burbuja ha empezado a pincharse. Esta emisión gigantesca ha acentuado, a su turno, la sobreproducción.


 


La Reserva Federal dispuso el año pasado un aumento de la tasa de interés Sin embargo, tuvo que dar marcha atrás ante el temor de que la economía norteamericana –y agreguemos mundial- marche a una depresión. Estas idas y vueltas delatan el impasse de la política capitalista.


 


Europa reproduce los mismos rasgos pero en forma agravada. El mundo de los negocios se conmovió por el derrumbe del Deutschebank. El fantasma de Lehman Brothers volvió a sobrevolar la economía mundial. El elevado nivel de la cartera incobrable es un común denominador del conjunto de la banca europea. Las noticias sobre el estado de falencia del sistema bancario aceleraron los anuncios del BCE, de un nuevo rescate.


 


La transición china


 


La bancarrota amenaza barrer una parte importante de la industria creada bajo la restauración capitalista china. Una catástrofe de esta naturaleza iría de la mano de una crisis política mayúscula y explosiones sociales. ¿China podrá evitar esta perspectiva?


 


Las medidas que ha tomado el gobierno para contrarrestar la tendencia recesiva de la economía pierden efectividad. La apuesta del 'establishment' a que el gigante asiático pase de una economía industrial de exportación a otra orientada al consumo interno a partir del auxilio económico del capital extranjero, no avanza. No hay un apetito por privatizaciones en áreas tradicionales dominadas por el Estado. Una asociación con el capital extranjero supone ventas y traspasos a precios cercanos a la quiebras. Esto es lo que no puede abordar el gobierno chino, porque representaría un salto al vacío, por un lado, y por el temor a un estallido social, del otro.


 


La guerra


 


El fracaso de los rescates está nutriendo las tendencias crecientes a una guerra monetaria y comercial, al proteccionismo y, en definitiva, a la guerra misma. La línea que está abriéndose paso es la de los acuerdos bilaterales y de bloques, como el Acuerdo Transpacífico (TTP), donde Estados Unidos y Japón han reagrupado a un conjunto de países en oposición a China y sus tentativas de expansión. Estos acuerdos acompañan las tendencias a una creciente militarización, que empalma con el agravamiento de la guerra de Medio Oriente y el creciente empantanamiento de la guerra en Ucrania.


 


La catástrofe de los refugiados expresa en forma concentrada estas tendencias, ya que se trata de un resultado directo de la guerra imperialista. La devastación provocada por la guerra del Medio Oriente ha terminado por estallarle a las potencias capitalistas en su propio territorio.


 


La etapa que se abre


 


La crisis capitalista se propaga al plano político y social. De este proceso no escapa tampoco Estados Unidos. Las victorias de Trump en las primarias han desatado un tembladeral político. El Partido Republicano corre el serio riesgo de implosionar.


 


El agotamiento del sistema político se extiende al propio Partido Demócrata, que carga con la frustración que ha provocado la gestión Obama. Esto es lo que explica la irrupción por izquierda de una figura como la de Sanders.


 


Los llamados emergentes, incluida América latina, han sido arrastrados al vendaval de la bancarrota capitalista, a partir del derrumbe de los precios internacionales y la fuga de capitales. El centro de gravedad de la situación política continental se encuentra en Brasil, que está en las puertas de un golpe inminente.


 


La crisis mundial hace inviables los esquemas económicos de los gobiernos nacionalistas y abre paso a crisis políticas en regla. Asistimos al tránsito de regímenes de contención de los trabajadores a gobiernos de ofensiva franca contra las masas. Pero ésta aporta el combustible para la creación de situaciones prerrevolucionarias o revolucionarias.


 


Frente al avance derechista, se han desarrollado dos tendencias contrarias a la lucha por la independencia de clase. Por un lado, en nombre de la lucha contra la derecha, se plantea la existencia de un mismo campo de lucha con el nacionalismo burgués -el “frente antimacrista” es la versión local de esta orientación. Resulta igualmente un crimen la abstención o el apoyo a los ataques derechistas contra los gobiernos nacionalistas impotentes, en nombre de las “libertades democráticas”.


 


La izquierda debe colocarse a la cabeza de la batalla para que la clase obrera emerja como factor político independiente en la crisis. En el debate le asignamos especial relevancia, tanto para Brasil como para Venezuela, a la consigna por la convocatoria a un congreso de trabajadores de base, dirigida a enfrentar el ajuste y elaborar una salida propia de la clase obrera en el actual escenario político.


 


El derrumbe del nacionalismo y el progresismo continental reabre una disputa por el liderazgo político de las masas y la orientación social de los países del continente. Las restauraciones derechistas sólo podrían avanzar en sus programas desatando grandes convulsiones sociales y situaciones revolucionas.