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28/4/2011|1174

XX Congreso del Partido Obrero: Un bonapartismo tardío en la crisis mundial y las luchas de los trabajadores

El XX Congreso del PO debate la situación política

El Congreso debatió intensamente sobre el proceso que permitió a los K remontar la curva de su declinación política, de junio de 2009 hasta hoy. La derrota electoral oficialista de 2009 coincidió con el impacto más agudo de la crisis mundial sobre Argentina. Pero a partir del segundo semestre de ese año se puso en marcha una recuperación de contenido especulativo, esencialmente debida a la devaluación del dólar y a la intensa especulación hacia la suba de las monedas de los países a los que Argentina exporta. La emisión de dólares para rescatar a la banca en quiebra alimentó una nueva bicicleta, fundada en el ingreso de capitales a los “países emergentes” y en la especulación con las materias primas que éstos exportan.

Los factores en presencia no se limitan, sin embargo, a la fase de transición de la crisis mundial. En este período, el kirchnerismo logró salir airoso de varias luchas políticas al interior del régimen relacionadas con el propio manejo de la crisis. La nacionalización de los fondos de las AFJP, inicialmente criticada por el capital financiero, acabó siendo aceptada como un medio insustituible para pagar la deuda externa con la plata de la Anses. Algo parecido ocurrió con la crisis de las reservas del Banco Central. Hoy, la burguesía disfruta de un auge de negocios como consecuencia del uso espectacular de las reservas del Central para todo tipo de financiamiento. Opera como la garantía que ha permitido la valorización de mercado de la deuda pública, el principal rubro de beneficio de los bancos. El decretazo de las reservas, que la oposición había jurado no apoyar, terminó pasando por el Congreso.

Con estos episodios, el gobierno exhibió ante la burguesía una solidez superior a la de los opositores de su mismo campo social. Los sojeros volvieron a invertir en la especulación inmobiliaria. El kirchnerismo logró meter una cuña en la propia Mesa de Enlace, incluso más allá de la Federación Agraria y Coninagro. La factura del rescate del capital le fue endosada a los jubilados (con el 80% de los mismos condenados a cobrar el mínimo) y a los trabajadores (la mitad de los cuales gana un promedio de 2.500 pesos).

‘Efecto licuadora’

Frente al agravamiento de la polarización social, el gobierno echó mano de un conjunto de medidas asistenciales -asignación por hijo, plan Argentina Trabaja- para aventar el fantasma de un estallido popular, las que fueron financiadas por los recursos jubilatorios. Mientras tanto, la expansión del consumo mediante el crédito era financiada mediante una deuda en el mercado internacional, donde las tasas de interés son bajísimas, en un ‘replay’ del ‘efecto licuadora’ del primer periodo de Menem. Describir esta recuperación es caracterizar su precariedad, o sea la dependencia de la crisis mundial.

Ya la reactivación que acompañó al primer mandato kirchnerista (2003-2007) luego de la debacle de 2001 duró un periodo muy corto, a pesar de la oportunidad que ofrecía al capitalismo la enorme desvalorización de la fuerza de trabajo en Argentina. La actual se desenvuelve en medio de crisis crecientes y revoluciones, cuando la curva de la movilización obrera se encuentra en fase de ascenso. Los desequilibrios de la economía K se han potenciado, como se manifiesta en la inflación. Uno de cada cinco pesos que ingresan al presupuesto nacional subsidia a los monopolios capitalistas, menos de lo que el propio Estado recauda por el impuesto a las ganancias. En el “modelo productivo” de los K, los bancos figuran al tope de los beneficios empresarios. La recuperación kirchnerista no aumentó el empleo, sí las horas extras -la tasa oficial de desocupación no menciona a los subocupados ni de que la mitad de los ocupados gana el equivalente a un seguro de desempleo.

Precariedad política

El kirchnerismo celebra los pronósticos de las encuestas. Pero el armado oficial de camarillas rivales muestra a un régimen objetivamente agotado. En 2007, los K ganaron con una parte del radicalismo (Cobos), sin colectoras, con un proyecto ‘plural’ bipolítico -entre centroizquierda y centroderecha. Lo que existe hoy es una ‘oposición’ en desbande y una guerra en el campo oficial entre colectoras, intendentes, gobernadores y camarillas de la burocracia sindical. La Presidenta es la expresión de un bonapartismo tardío entre fuerzas que se neutralizan recíprocamente, un equilibrio en agria espera de un nuevo estallido de la especulación en los ‘mercados emergentes’. Que esto ocurra antes o después de octubre es anecdótico: la línea general de la crisis política está trazada. La incapacidad para resolver estas contradicciones empuja al gobierno a cabalgar sobre ellas, con las colectoras o “listas de adhesión”, las que violan la operación política que se trazó con la ‘reforma electoral’. Con las nuevas colectoras, se ha dado pie a un régimen electoral tan fraudulento como el de las leyes de lemas. La capitulación desenfrenada del gobierno ante la huelga petrolera del norte de Santa Cruz es el único retrato completo del régimen kirchnerista.

La oposición

El desbande de la oposición puede hacer las mieles del oficialismo, pero su efecto es una desmoralización enorme en fuerzas que, a igual título que el oficialismo, son parte del sostenimiento del Estado. En lugar de una pelea electoral con la derecha (como deseaban los K), tendrán una pelea con el centroizquierda -desde los Alfonsín, los Binner a los Solanas. Pero precisamente por esto, los Alfonsín han salido a proponer una colectora con la derecha -la última vuelta de tuerca para liquidar al centroizquierdismo de la oposición (Alfonsín busca el tutelaje de Techint, Clarín y de parte de la Asociación Empresaria). Binner teme ser bajado en Santa Fe y Solanas se bajó solo a la Ciudad. El Frente de Izquierda se encuentra ante un terreno fértil para traer a su campo a los sectores populares y progresistas que detestan la alianza de los K con la burocracia, las patotas, los ex menemistas y el robo generalizado de los cofres públicos.

Solanas y Proyecto Sur han quedado sometidos a los vaivenes de sus propias veleidades. Solanas ha ratificado en las listas santafesinas su alianza con el capital sojero, con la candidatura del FAA Peretti. En Córdoba, va con un agente de la industria automotriz: Luis Juez. La bajada de Solanas a la capital podría habilitar otro pacto, con el socialismo, el GEN y también los radicales; o sea, con una de las patas del “bipartidismo”. De todos modos, las divisiones en Proyecto Sur y el desbarranque de la burocracia de la CTA han dejado a una gran parte de su electorado sin referencia política a excepción del Frente de Izquierda. El Congreso del PO discutió una atención política especial al electorado de centroizquierda, para convocar a sus seguidores a sumar fuerzas al Frente de Izquierda.

Fragmentación y reagrupamiento

En oposición a la fragmentación política del régimen en su conjunto y a la necesidad de recurrir a un bonapartismo tardío y agonizante, el Frente de Izquierda debe expresar la tendencia de la vanguardia de los trabajadores a una compactación política contra los partidos del capital, su Estado y sus agentes de la burocracia sindical.