Partido

21/12/2006|977

Una política socialista para las elecciones

En Argentina se está desarrollando una contradicción que es necesario poner en evidencia.

De un lado, observamos una tendencia al alineamiento político, con vistas a la campaña electoral, que opone, de un lado, al kirchnerismo, con sus ramificaciones derechistas (Scioli), ‘progresistas’ (CTA, Ibarra, Credicoop) o nacional-populares (piquetruchos) y, del otro, a la llamada centro-derecha, que no solamente tiene a Macri, Lavagna y López Murphy, sino también a expresiones que no se reconocen de ese ‘palo’, como Carrió, que busca su apoyo, sin embargo, en el criminal-sionismo del rabino Bergman y en el clericalismo, en general, o que apoya a la pastera Botnia contra la asamblea de Gualeguaychú, y también los paros patronales de la Sociedad Rural. Oscilando entre un bloque y otro se encuentra el partido socialista de Binner y su Encuentro de Rosario, que algunas veces se inclina al kirchnerismo y otras al centro-derecha. El mismo Binner a acaba de votar en el Congreso la renegociación de las tarifas congeladas de las privatizadas.

En oposición a este alineamiento de fuerzas políticas, en la lucha social se desarrolla un agrupamiento de fuerzas diferentes. Los movimientos ambientalistas se extienden por la geografía nacional y además se radicalizan; los movimientos campesinos crecen lentamente en consistencia, por ejemplo en Chaco, Salta o Santiago del Estero; en el movimiento obrero crecen sin parar las expresiones de organización y de lucha en todos los sindicatos, destacándose los petroleros en el sur, los telefónicos, los grandes polos industriales como Zárate, San Lorenzo o incluso Pilar. En lo que hace al movimiento docente se perfila un comienzo de clases con huelgas, para 2007. Tenemos, asimismo, la movilización por la aparición de Jorge Julio López y la lucha contra el gatillo fácil. Por último, la irrupción de la Fuba no es un hecho aislado, pues se manifiesta igualmente una tendencia combativa en las Universidades del Comahue, Córdoba y del Litoral.

Contradicciones

Estos dos alineamientos no se desarrollan en forma paralela sino contradictoria. Los kirchneristas, que se reivindican como un movimiento nacional de raíces históricas, no parecen siquiera haberse dado cuenta de que carecen de cualquier protagonismo en esas luchas sociales, algo que no le había pasado al primer irigoyenismo ni al primer peronismo. Todo lo contrario. Intervienen, sí, en esos movimientos sociales, pero a través de las patotas y del patoterismo, o sea de la metodología fascista. Es lo que ocurrió en el Hospital Francés, antes contra los docentes de Neuquén y los estudiantes de la Fuba en las escalinatas de Medicina — recientemente en la llamada Asamblea Universitaria. A diferencia de lo ocurrido bajo el gobierno de Onganía, cuando los hombres con bastones castigaron a los que llevaban toga, el lunes pasado se unieron unos y otros, los de los bastones y los de la toga, para apalear al movimiento estudiantil y parir, con métodos conspirativos y ‘protección’ policial, una asamblea que, curiosamente, le quitó el uso de la palabra a sus integrantes.

En el alineamiento político de la burguesía, la batuta la tiene, incuestionablemente, el gobierno. Si hacía falta alguna prueba de ello, la acaba de disipar una reunión que encabezaron el ‘maoísta’ Zannini y el menemista Scioli en el Colegio Nacional Buenos Aires, a la cual concurrió toda la plana mayor de la burguesía industrial (se destacó la automotriz) y financiera, y en especial la plana mayor de Techint, con su presidente ejecutivo, por un lado, y sus funcionarios en el gobierno (Peirano y Nofal), por el otro. Más significativa, si cabe, fue la reunión de una hora de Kirchner con el mandamás de Techint, Paolo Rocca. Según el diario de un rival de Kirchner, El Cronista, comprado por el ‘lavagnista’ Francisco de Narváez, “El acto significó la culminación de un tejido político…”. Aunque no estuvo presente el capital agrario, sí concurrió el gobernador de Santiago del Estero, Gerardo Zamora, que es un activo promotor de la penetración del capital financiero en el agro y de la expulsión de campesinos. Hay que hacer la salvedad de que esta descripción de los alineamientos en presencia no tiene en cuenta las contradicciones sociales objetivas de la economía sobre las cuales se asienta este entramado político-empresarial. Es oportuno recordarlo porque, el martes pasado, una decisión del Banco Central de Tailandia para controlar el exceso de ingreso de capitales, como pasa también en Argentina, produjo un colapso instantáneo que estuvo a punto de detonar una crisis financiera en Asia. De una manera similar, los mercados especulativos han sufrido grandes pérdidas en Ecuador, a partir del anuncio del presidente electo, Correa, de que renegociaría la deuda externa.

Política socialista

La apreciación de la contradicción manifiesta y creciente entre los movimientos sociales, de un lado, y los alineamientos políticos de la burguesía, del otro, deben determinar la política de la izquierda socialista revolucionaria de cara a las elecciones. Se trata de desarrollar, en el plano político, la oposición entre el proceso social que viven las masas, de una parte, y el gobierno y los partidos patronales, de la otra. En primer lugar, con una plataforma de las reivindicaciones que define a la agenda popular, que debe ser presentada como una alternativa de reorganización social sobre nuevas bases. Una alternativa de conjunto, o sea de poder. En segundo lugar, convocando a todos los luchadores y a sus organizaciones, a partir de esa plataforma, a presentar listas obreras, campesinas, ambientalistas, estudiantiles, para pelear en el campo político a los partidos de la burguesía y de la pequeña-burguesía.

Dentro de este conjunto, la dirección principal de todo el trabajo político preparatorio de la campaña electoral debe apuntar a los agrupamientos y activistas de la clase obrera. Una campaña electoral de carácter socialista debe, antes que nada, fisonomizarse como de la clase obrera, y debe servir, por sobre todo, a revolucionar políticamente a la clase obrera. A través de la demagogia, por un lado, y de la burocracia de los sindicatos, por el otro, el gobierno procura someter a la clase obrera a su política; ofrece la industrialización y el desarrollo del mercado interno como una salida que favorece a todas las clases sociales. Oculta que el rédito que Techint saca de esa política no es, ni por lejos, el que obtiene un trabajador en negro. Para disputar la clase obrera a la burguesía es necesario que los luchadores obreros se agrupen políticamente, sin este trabajo no hay futuro, ni para los luchadores, ni para el socialismo. Los plenarios que está convocando el Partido Obrero para reclamar a las centrales sindicales y a los sindicatos, uno, paritarias electas en asambleas, dos, un plan de lucha contra la destrucción laboral y ambiental; estos plenarios deben servir para que los luchadores obreros integren listas obreras, populares y socialistas, y para que formemos comités políticos de acción que sostengan una campaña electoral de carácter proletario.

Es en este terreno político que el Partido Obrero llama a todos los partidos de izquierda a emprender una campaña de agrupamiento de las fuerzas sociales existentes y de las que emergen como consecuencia del desarrollo de la crisis social. No en otro. Es el desarrollo político que proponemos a las organizaciones y militantes que formaron el Frente de Unidad Clasista en la CTA.

Hay que tener presente, de todos modos, que la contradicción de fondo que estamos señalando, repetimos, entre alineamientos capitalistas enfrentados a la lucha social, y movimientos de lucha social que chocan objetivamente con el Estado y sus partidos; esta contradicción tiene todavía una expresión desigual y fragmentaria. Por eso debe ser abordada de acuerdo a sus características locales e incluso a la luz de sus contradicciones internas. Ningún movimiento de lucha social puede ser homogéneo, porque eso lo da la coherencia política; no es cierto que se consiga, como se sostiene vulgarmente, mediante la minimización de objetivos y el estrechamiento de las reivindicaciones; solamente a través de la política revolucionaria puede el movimiento social ganar cohesión. Debido a la desigualdad y a la fragmentación se debe prestar una atención excepcional a la formación de listas en los municipios. Esto significa atender a las particularidades a la hora del programa y de la forma de organización. Lo mismo vale para las provincias. Esta observación sobre el desarrollo desigual del movimiento popular refleja, en forma indirecta, una atomización política más general, que se manifiesta, aunque en forma distorsionada, en el adelantamiento de las elecciones en las provincias e incluso municipios.

Un ejemplo fuerte de los resultados que podría dar una política electoral que tenga en cuenta todo lo enumerado hasta aquí, lo ofrece la provincia de Neuquén, donde una convocatoria de Zanón y de los obreros de la petrolera Pride, que incluya a los docentes combativos, daría lugar a una lista obrera y popular que rápidamente polarizaría las elecciones neuquinas y ‘mordería’ a la base de los sindicatos y de los partidos centroizquierdistas.

Abramos el debate. Nuestro partido ya se arremanga en esta dirección, pues no vamos a perder el tiempo. Pero rematará todas las conclusiones en el congreso que se convocará para principios de abril.

Jorge Altamira