Policiales - Gatillo fácil
26/11/1998|609
El otro triple crimen
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Valentina Sur es un barrio humilde, ubicado en las afueras de Neuquén capital. Está desconectado del resto de la zona urbana y a más de 5 kilómetros del ‘centro’. Muchos de sus habitantes han venido del interior de la provincia, otros son ex obreros de la construcción y rurales.
Hoy en día la desocupación trepa a cifras alarmantes entre los adultos y, no es arriesgado decir, que entre la juventud ronda el 100%. Si algún joven tiene suerte y lo ‘conchaban’ en negro, a prueba por tres meses, termina volviendo a su casa luego de ese tiempo y la mayoría de las veces sin cobrar un peso.
No hay lugares de esparcimiento, no hay un polideportivo, ni hablar de un cine. Los sábados por la tarde, los jóvenes se amontonan en las esquinas y allí, cerveza tras cerveza, consumen las horas. Ir al centro cuesta no menos de 3 pesos por cabeza, de otro modo hay que ir y volver caminando.
Algunos encaran hacia la ribera del río Limay por las sendas abiertas entre la vegetación a tentar suerte con la pesca, munidos de unos pocos metros de hilo enrollados en una lata y unas lombrices como camada.
Pescar no es sólo un pasatiempo, lo fundamental es que ayuda a parar la olla.
Como tantos fines de semana, hacia allá fueron un grupo de chicos del barrio. Ni se imaginaban que ese día encontrarían el aspecto más bestial de la miseria, el de la degradación del ser humano. La degradación física, pero también la espiritual.
Una víctima de la miseria los transformó a ellos (también víctimas) en mártires de la miseria.
El agresor, asesino, fue desde siempre un ‘niño problema’, como diría algún funcionario de turno. La madre de Aquines refiere un tumor en la cabeza desde chico, que nunca ninguna institución por las que pasó hizo estudiar o tratar con seriedad. Y no pasó por pocas instituciones del ‘bienestar social’ del MPN: hospitales arancelados y sin recursos, ‘hogares’ que son cárceles juveniles. Y las infaltables comisarías de la brutalidad policíaca y las celdas sin agua y sin calefacción.
Durante años, Aquines fue perdiendo paulatinamente sú condición humana y pareciéndose cada vez más a un animal. Sin un refugio, sin cariño, sin trabajo. Puro alcohol y violencia. ‘Otro’ mundo que cada tanto roza al mundo oficial, arrancándole trozos de vida.
Aquines actuó con la lógica del mundo donde se forjó su personalidad. Una lógica donde una ofensa se paga con la vida. No hay otra, como en las cárceles y el hampa. Si hubiera actuado con una intencionalidad premeditadamente asesina, es decir, si fuera un asesino serial, nunca se habría llevado a su rancho de cuatro tablas las mochilas y los tarros de pesca de sus víctimas, que lo incriminan de lleno.
Aquines, un ‘pesado’ del barrio, recibió de lleno un pelotazo el día anterior, cuando sus futuras víctimas jugaban un picado en un baldío. Lo debe haber considerado una ofensa pública que debía lavar. Y la lavó según aprendió en ‘su’ mundo: con violencia, con toda la violencia criminal.
Entre tanta palabrería escrita y dicha sobre el tema, entre tanto periodista puesto a moralista, cabe una pregunta: ¿Quién nada hace por acabar con la explotación y la injusticia que degradan al ser humano, puede luego rasgarse las vestiduras y hasta clamar la pena de muerte, cuando ocurre un caso así? ¿No es una tremenda hipocresía esconder que el verdadero creador del ‘chacal’ no es otro que un sistema que abandona a los ‘niños problema’, qué no los cura, pero que les receta un sórdido calabozo como toda respuesta a sus problemas? En este caso, todos sientan en el banquillo al criminal. Está bien. Pero que Aquines en el banquillo de los acusados no sirva para tapar al gran criminal: el régimen de la explotación, de la desocupación, de las ART, de los jubilados de 150 pesos, de la desnutrición.
Hace poco, en otro barrio de ‘las afueras’ de Neuquén (Barrio Hipódromo), murieron 6 hermanitos cuando su casilla de madera (como la que vivía Aquines con su concubina e hijos) se prendió fuego y no había calles para que llegaran los bomberos ni agua corriente con qué apagarlo. ¿Por qué no hay aquí sentado en el banquillo y tras las rejas, algún funcionario responsable de aquella tragedia? No lo hay ni lo va a haber, porque en este caso no hay un ‘chacal’ que ejecute la violencia que el estado burgués tiene reservada para los pobres. Aquí la responsabilidad se diluye en un eufemismo miserable: “fue la fatalidad”.
Los asesinatos de Barrio Hipódromo y los de Valentina Sur ponen sobre el tapete el desprecio por la vida humana de los gobiernos capitalistas. Y entre éstos, en Neuquén, especialmente a los del MPN en todas sus variantes.
Con la destrucción de la escuela y la salud pública, con la desocupación en constante aumento, con la miseria absoluta en las barriadas, un nuevo ‘chacal’ está creciendo.
Que los defensores del sistema no se espanten mañana. Ellos son sus progenitores y cómplices.