Políticas

30/11/2000|690

150.000 Piqueteros

La mayor zoncera que se escuchó en oportunidad de la extraordinaria huelga general de la semana pasada, fue que el paro había sido más importante que las movilizaciones.


Es cierto que los Ruckauf y compañía no contribuyeron con sus aparatos a inflar las concentraciones, lo cual demuestra que van por mal camino los dirigentes sindicales que procuran un frente nacional o popular con un ala de la patronal y de los políticos que la representan.


Pero igualmente cierto es que, por primera vez en la última década, los piqueteros que fueron naciendo del movimiento de lucha de las masas han sido los protagonistas fundamentales de una huelga nacional.


Sin los piqueteros, la extraordinaria huelga general de la semana pasado no habría existido. Fue a partir de los cortes de la Ruta 3, en La Matanza, y del levantamiento popular en Tartagal y General Mosconi que nació la tendencia a la huelga general. Pero lo que importa por sobre todas las cosas es que los piquetes fueron una herramienta de la huelga, como se demostró con el piquete que terminó con la circulación de trenes del Ferrocarril Sarmiento, o el que obligó a cerrar las sucursales de Coto en la Capital, o los que recorrieron las empresas para asegurar la huelga.


Los trabajadores hemos renovado, en una nueva circunstancia, una tradición que marcó épocas; los piquetes anarquistas y socialistas de principios de siglo, que se vieron incluso en las estancias, como ocurrió en la Patagonia; los grandes piquetes de huelga durante la Década Infame; después del decenio peronista, los combativos piquetes durante el período de la dictadura Libertadora y de Frondizi. Desde la década del ’60, el método de los piquetes fue sustituido por otras formas de lucha, -el paro activo tipo Cordobazo, por ejemplo-, o desapareció como consecuencia de la derrota y la desmoralización. Ha emergido de nuevo en los últimos años bajo una nueva forma.


El piquetero no es un excluido que ha caído a una condición asistencial sino un obrero o una obrera que pueden haber perdido el trabajo pero que no han perdido ni podrían perder su memoria. El protagonista es el piquetero, no el corte de las rutas, y así lo demostró el jueves y viernes pasados cuando hizo emerger de sus luchas nada menos que una huelga general, que tampoco fue un acontecimiento local sino de impacto internacional.


Los próximos años de la Argentina habrán de depender de cómo evolucione esta generación piquetera. Nada puede esperar ella de la política de concertar una emergencia con el gobierno, como propone la CTA, o de hacer un frente con los patrones nacionales para cambiar el modelo, como coinciden en plantear el Grupo Productivo de la UIA, la CGT de Moyano, la Pastoral de la Iglesia y la izquierda. Este tipo de política lleva a la derrota, como ya ocurriera en el pasado.


Estos planteos desconocen simplemente la realidad, cuando no ignoran, directamente, la áspera lucha de clases que engendra todos los días un régimen social -el capitalismo mundial- incompatible con la existencia humana.


El gran horizonte para los piqueteros es convertirse en la vanguardia política de la clase obrera y de todos los explotados. Una vanguardia obrera lucha en función de una estrategia y en base a un programa, y construye un partido propio para arrancarle el poder a los explotadores.