Políticas

28/11/2002|782

19 y 20: Marchemos de las barriadas a plaza de mayo

Si alguien imaginaba que la “gobernabilidad” oficial aún cumple en Argentina una función social, la ola de corruptelas que ha estado acompañando al hambre y a la desnutrición ya lo habrá persuadido de que no es así.


No solamente ha quedado al desnudo que el mantenimiento de los gobernadores punteros, siquiera por un día más, es incompatible con la niñez y con la vida.


También ha quedado en evidencia la completa incapacidad del gobierno nacional con el séquito encabezado por Chiche Duhalde navegando por Tucumán sin orientación y sin rumbo en medio de una completa orfandad popular.


Antes que para superar el hambre, Duhalde acaparó el gobierno para darle una salida a los capitalistas endeudados en dólares y a los exportadores. Cuando se trata, en cambio, de socorrer al pueblo en inanición, se pone a contar las monedas.


El hambre no golpea sólo en el Interior ni tampoco exclusivamente a los desocupados. En el Gran Buenos Aires y en la Ciudad, decenas de miles de chicos se desmayan cada mañana por falta de alimentación y por su pésima calidad.


El Estado, en su forma capitalista, ha quedado vacío de contenido. Por eso el país enfrenta, más allá de la voluntad de cualquiera, la necesidad de una barrida general.


¿No ha quedado esto aún más en evidencia luego del apagón que afectó a 12 millones de personas durante varias horas con la inocultable finalidad de imponer un aumento de tarifas? Sin luz y sin agua, el “veranito” del que se jacta el gobierno bien podrá transformarse en un verdadero infierno.


Es precisamente para enfrentar esta situación, o sea combatir a este régimen, que los piqueteros se aferraron al Puente Pueyrredón el martes 26 y no permitieron que la “yuta” los cacheara. Con esta firmeza política obligaron al gobierno a capitular y despejaron otra vez la ruta de la rebelión popular.


Para terminar con el hambre, el apagón y la represión, necesitamos urgente un nuevo 19 y 20 de diciembre que elimine a los usurpadores del gobierno y del poder y restablezca la verdadera soberanía popular. Es decir, una Asamblea Constituyente que rompa con el FMI; termine con la deuda usuraria; aumente los salarios; ponga en marcha las empresas que han despedido trabajadores, bajo control obrero; reparta las horas de trabajo entre todos los desocupados; reorganice socialmente al país sobre nuevas bases.