Políticas

11/9/1998|600

¿A dónde va el Mst?

En un reciente artículo en el periódico del Mst (12/8), Silvia Díaz realiza planteos francamente sorprendentes, al menos para una socialista. Dice que “Si nuestro país se pusiera firme en defender su producción nacional, si nos uniéramos a toda Latinoamérica para impedir que nos arrasen las mercancías a precios de dumping… podríamos defendernos del vendaval de la globalización”. El planteo luce como más propio de un agente de ventas que de una dirigente obrera.


Llama la atención que la compañera y su partido no estén advertidos de que detrás de la “producción nacional” se esconden muchas cosas. Se esconde, por ejemplo, ¡la producción extranjera! El ciento por ciento del armado ‘nacional’ de autos es realizado por pulpos extranjeros. Estos pulpos, como Silvia Díaz, también están de acuerdo en proteger la “producción nacional”… de autos. Es por eso que reclaman un arancel del 35% contra los importados, para”defenderse del vendaval de la globalización”. De modo que la defensa de la “producción nacional” encubre los privilegios de los pulpos imperialistas que arrasan con otros sectores de la “producción nacional”. Por ejemplo, con los autopartistas.


También se ocultan detrás de la “producción nacional” otros pulpos, que la juegan de nacionales, como Techint. Para su defensa, Techint ha conseguido que le aumenten los aranceles a la importación de acero e incluso que se prohíba la entrada de los productos que provienen de Asia y de Brasil. Pero en la misma línea proteccionista, el pulpo Techint viene exigiendo la eliminación de los aportes patronales a la seguridad social y el establecimiento de convenios de trabajo por empresa para facilitar la aplicación de la flexibilidad laboral. Al final, no hay forma más efectiva de luchar contra la competencia, que es lo que reclama Silvia Díaz, que ¡bajando los costos! Con este objetivo, precisamente, Techint está alentando la división de la UOM. Silvia Díaz nos objetará con toda sinceridad que su planteo no llega a esos extremos. Sin embargo, “la defensa de la producción nacional” no es otra cosa que la defensa de los dueños de la “producción nacional”, los cuales además pueden ser extranjeros.


La lucha contra el “dumping” (venta a precios inferiores al costo de producción) que reivindica la compañera es propia de un ‘lobby’ comercial, no de un programa obrero de lucha. No tiene nada de antiimperialista. En el momento actual, unifica a todos los capitalistas afectados por las devaluaciones monetarias en Asia, lo cual incluye, además de Japón, a Corea, Indonesia, Filipinas, países que están lejos de ser imperialistas. La industria euro-yanqui del automóvil que opera en Argentina quiere defender su “producción nacional” de la competencia japonesa y especialmente de la coreana (la japonesa Toyota ya se encuentra instalada en Argentina). También en Estados Unidos los grandes pulpos del acero norteamericanos están llamando a luchar contra el”dumping” asiático.


Es curioso que la compañera invoque a la unidad latinoamericana para luchar contra el “dumping”. Es que uno de los principales problemas de la”producción nacional” argentina es la competencia de la “producción nacional” brasileña (que tampoco es brasileña en su mayor parte). En el caso del acero, los brasileños han sido acusados por los argentinos de practicar “dumping” e incluso de tener contratos de abastecimiento exclusivos para abastecer a la industria automotriz del Mercosur. Las autopartistas argentinas denuncian que Brasil quiere acaparar la fabricación de componentes. La defensa de la “producción nacional” lleva a la división latinoamericana, no a la unidad. La unidad política de América Latina debe servir a la transformación socialista de sus naciones, no a una modificación de sus nomencladores arancelarios. El proteccionismo industrial, cuando no está fundado en la destrucción de la estructura social existente (vieja), solamente sirve para perpetuarla, de modo que el proteccionismo lo terminan pagando los trabajadores.


Llama también la atención que Silvia Díaz haya ‘comprado’ el cuento de la globalización. Esta terminología para definir a un capitalismo pujante fue inventada para ocultar la descomunal sobreacumulación de capital y el parasitismo financiero que anunciaban el derrumbe capitalista. Mientras globalizaba la miseria social por un lado, la burguesía mundial se hacía más nacionalista por el otro. El derrumbe asiático es una expresión de la feroz lucha entablada entre las burguesías nacionales imperialistas. Para resistir “el vendaval de la globalización”, Silvia Díaz no propone, sin embargo, una lucha obrera internacional sino la defensa de las fronteras y producciones “nacionales”. En este punto estratégico, se encuentra muy pero muy cerca del Frepaso y muy pero muy lejos del socialismo revolucionario.


De cualquier manera, la actual guerra comercial y las operaciones de “dumping”, no han sido desatadas por el “vendaval de la globalización”, sino por su derrumbe. Mientras la especulación capitalista iba en ascenso, el FMI y el Banco Mundial se felicitaban por la creciente apertura del comercio. La bancarrota de esa especulación ha puesto fin a ese ‘acuerdo de caballeros’. Pretender enfrentar el derrumbe de este ‘acuerdo’ y el colapso financiero y económico capitalista mediante la defensa de las “producciones nacionales”, es francamente una fantasía reaccionaria, que sólo sirve para atar a los obreros de las diferentes naciones a sus burguesías.


La compañera llega a decir que “No hay soluciones facilistas, menos en el grave contexto internacional”. Se trata de una concesión ideológica extraordinaria al imperialismo, esto porque es un planteo derrotista y desmoralizador; es precisamente lo que la burguesía mundial quiere hacernos creer para que aguantemos la crisis y, por sobre todo, para combatir la tendencia de los trabajadores a emprender una acción histórica independiente. Pretende que el derrumbe capitalista, en lugar de facilitar, dificulta las salidas socialistas. Mientras que Lenin subrayaba la sencillez de las soluciones obreras ante “la catástrofe que nos amenaza”, como la apertura de los libros de los pulpos, la abolición del secreto comercial y el control obrero de la industria y de los bancos, Silvia dice lo contrario, quizás porque, en el fondo, se da cuenta de que las soluciones estrechas que propone son simplemente inviables.


El derrotismo y el nacionalismo pequeño burgués caracterizan, precisamente, a Izquierda Unida.