Políticas

14/10/2004|872

Acevedo debe cambiar de pueblo

Si quiere seguir gobernando

El gobernador Acevedo ha atribuido a dirigentes del Partido Obrero-FUT los “he­chos de violencia”. Para el gober­nador» la presencia de Miguel Del Plá en la movilización de la ruta 3 en apoyo a los ocupantes de la ter­minal petrolera (Termap) es la prueba de la “intencionalidad polí­tica" en la “alteración de la paz so­cial" en Santa Cruz.


Pero Santa Cruz ha sido uno de los centros de la lucha obrera y po­pular por muchos meses. Ha sido escenario de la huelga docente por el salario y la derogación del presentismo: de la huelga petrolera, también por el salario; de las tres ocupaciones de Termap; de la re­belión en Río Turbio, luego de la masacre obrera más importante de los últimos cincuenta años (cuya responsabilidad política corres­ponde por entero a la administra­ción Kirchner-Acevedo); de las de­cenas de cortes de ruta y ocupacio­nes de intendencias en Caleta, Pi­co Truncado y Las Heras (“capital” de los suicidios de la juventud por falta de horizontes).


Cuando los focos de rebelión popular son tan variados y ex­tendidos, la “tesis” de la “inten­cionalidad política” se derrumba por sí sola.


Es cierto que el gobernador ha trazado una divisoria de aguas en­tre conflictos “espontáneos” y, por esa razón, “legales” (más bien, in­conscientemente ilegales), y aque­llos (¿la mitad, un tercio?) de “ins­piración política” y, por lo tanto, “ilegales” (¡en realidad, totalmente legales por su condición política!), atribuibles al Partido Obrero-FUT.


El gobernador desconoce, ob­viamente, el concepto de la “igual­dad ante la ley”. Para el la rebelión es secundaria, sólo importan sus ‘autores´.


Santa Cruz es uno de los cen­tros del reclamo popular por dos poderosas razones.


Una, porque el obrero, la do­cente, el desocupado pueden pal­par, percibir físicamente el deso­jo del petróleo, del oro, de la pesca. Más allá de cualquier filtro mediá­tico, es muy difícil ocultar la reali­dad de la “patria petrolera” con jor­nadas de 12 horas, un ejército de desocupados, una privatización de­lictiva de YPF y una renta multimillonaria en dólares que se fuga del país.


La segunda razón del “estado de motín” en el confín de la Patagonia es eminentemente política. En Caleta Olivia, uno de los cen­tros de la rebelión, votó por Kirchner hace un año y medio, el 80% de la población. Los hombres y muje­res que provocaron este virtual ple­biscito, han comprobado en carne propia que “no pasa nada”.


Es así que los que más creye­ron en Kirchner, como suele ocu­rrir, se han convertido en sus más apasionados adversarios. ¿Santa Cruz, acaso, no adelanta al país?


A la luz de todo esto, el gober­nador Acevedo debería recordar la ironía de Bertolt Brecht, luego de la insurrección obrera en Berlín (1953) contra el régimen stalinista: “Quizás haya llegado la hora de cambiar de pueblo”.


El Partido Obrero se hace car­go, no de lo que le imputan, sino de su responsabilidad como partido consecuente. Ha estado presente en todos los escenarios de lucha a los que ha podido llegar, por el pan, el trabajo, el salario. Donde no pu­do estar, ha tratado de hacer llegar su voz. Estuvimos y seguiremos es­tando. Como corresponde a nues­tra “naturaleza” (partido de la cla­se obrera). Para llevar cada lucha a la victoria y construir la alterna­tiva política obrera y socialista frente al nacionalismo capitalista y su fracaso.