Adónde van las FARC

Las FARC han recibido golpes descomunales en el año último, principalmente políticos aunque también militares. Desde el asesinato de Raúl Reyes a la liberación de Ingrid Betancourt por parte del ejército colombiano, e incluso la deserción de varios jefes de la guerrilla acompañados de rehenes. El asesinato de Reyes en territorio ecuatoriano no redundó en un aislamiento de Uribe sino, todo lo contrario, en un entendimiento de éste con Hugo Chávez y el amparo de la OEA Nº 2 -que maneja Lula en combinación con el Departamento de Estado de Estados Unidos- a la ‘seguridad democrática’ del ex paramilitar colombiano convertido en Presidente. Chávez abandonó su apoyo a un intercambio humanitario entre rehenes de las FARC y presos de la guerrilla, y el reconocimiento de un status de fuerza beligerante para las FARC, para reclamar la liberación unilateral de los secuestrados y el desarme de las FARC. En este contexto se produce ahora otro episodio de liberación unilateral de secuestrados.

Para las FARC, esta acción probaría que sigue siendo un interlocutor indispensable para la ‘pacificación’ de Colombia. La operación se hizo al margen del gobierno, con la colaboración de la Cruz Roja y la intervención de la senadora Piedad Córdoba. Uribe y su ministro Santos intentaron sabotearla mediante el envío de aviones de hostigamiento. Para el gobierno, por su lado, la liberación unilateral probaría que no hay lugar para un canje de prisioneros y que su política de ‘pacificación’ no necesita del concurso de las FARC. Uno de los liberados, luego de sufrir casi una década de retención, el ex gobernador Alan Jara, aseguró a la prensa que la guerrilla sigue fuerte y que cuenta con numerosos efectivos.

Las recientes liberaciones, de todos modos, no revierten el aislamiento de las FARC y su incapacidad para imponer la exigencia de un canje. Es incuestionable el agotamiento de la guerrilla y la formación de un contexto internacional para su disolución progresiva. La cuestión de fondo es que la guerrilla como método y política es inadecuada a la situación política de Colombia, y al espíritu y tendencia de sus trabajadores (muchos sectores de la izquierda de Colombia la denuncian por actividades de narcotráfico). La oposición a Uribe se encuentra manejada, no por las FARC sino por el Polo Democrático, que en el mejor de los casos es una combinación entre la Coalición Cívica y el Frente para la Victoria. O sea que los explotados no tienen una representación política propia. El asunto no es que las FARC se desarmen, en el marco de una supuesta ‘pacificación’, y esto por dos razones. Cuando intentaron realizar ese desarme en el pasado, sus cuadros fueron masacrados, lo cual volvería a ocurrir ahora como lo demuestran los asesinatos de sindicalistas (al punto que Obama se vale de esta situación para bloquear la firma de un acuerdo de libre comercio con Colombia). La otra razón es que Centroamérica demostró que el mero desarme puede ser un tránsito hacia una política pro-imperialista, como ha ocurrido con las ex guerrillas de Guatemala, Nicaragua y El Salvador. El pasaje de una guerrilla agotada políticamente desde hace mucho tiempo hacia nuevos métodos de lucha que permitan movilizar y organizar a las masas, requiere establecer primero una estrategia socialista revolucionaria.

Miguel Briante