Políticas

8/8/1995|459

¡Ahora podemos ganar!

En la última semana se ha acentuado el vuelco de la situación política, que habíamos destacado en nuestra edición anterior.


La característica más importante de ese vuelco es el avance que se ha producido en la lucha popular.


Por un lado, esa lucha ha comenzado a tener un carácter de conjunto. Así lo demuestran las huelgas generales en Córdoba y en San Juan (con ocupación de edificios públicos) y las que se anuncian en Neuquén y en Entre Ríos. También lo demuestran las manifestaciones masivas ocurridas en Mar del Plata y San Nicolás. Incluso la CGT menemista está considerando, al cierre de esta edición, el lanzamiento de una jornada, manifestación o paro.


Pero, además, algunas de las luchas en curso han conseguido, por primera vez en mucho tiempo, hacer retroceder al gobierno. Es lo que ha ocurrido en San Juan con la anulación de la reducción de los salarios, aunque la burocracia permitió que se la sustituya con bonos. Es también lo que ocurrió en la Cervecería Córdoba, que fue ocupada por sus trabajadores y que obligó al gobierno a dictar  una conciliación obligatoria con la reincorporación de los despedidos. Continúan habiendo, claro está, algunas derrotas importantes, como en el caso Lockheed, en el que la burocracia de ATE se ha puesto a discutir  un aumento de las indemnizaciones y “reconversiones laborales” para las 850 despedidos, en las vísperas de una huelga general.


La política de la burocracia de los sindicatos es conformarse con los pasos atrás que los gobiernos se ven obligados a dar por la presión de las masas, sin importarle que esos retrocesos no resuelven ni mínimamente los problemas de los trabajadores, ni que constituyen respiros para emprender nuevos ataques contra el pueblo.


La otra característica del momento actual es que se acentúa el empantanamiento, el inmovilismo e incluso la división en el gobierno y entre los capitalistas.


La renuncia de Tacchi ya es interpretada abiertamente como un golpe contra Cavallo. Sin embargo, fue saludada por la Bolsa con una suba de cotizaciones, porque podría significar un perdón para las deudas impositivas de varios pulpos, en especial Macri y Antelo (Renault). Macri no vaciló en apoyar la partida del ex funcionario de la dictadura.


Con relación a la crisis industrial y a la desocupación, el gobierno no ha logrado siquiera producir anuncios. A pesar de la caída de la producción automotriz, de la construcción, de la metalúrgica y, en algunos casos, hasta de la alimenticia, e incluso del aumento de las quiebras y convocatorias de acreedores, Cavallo sólo pudo responder con la obtención de un empréstito en marcos, pero no para reactivar la producción, sino para recomprar, anticipadamente, bonos que se encuentran en circulación. Con esto pretende elevar su precio y mejorar los balances de los bancos que los tienen en su poder. El negociado se completa con la noticia de que para obtener los 500 millones de dólares para esta bicicleta financiera, el gobierno ha dejado en garantía, en el Deustche Bank, 1.250 millones de dólares, que corresponden a las reservas que están obligados a guardar los bancos en el exterior.


El mencionado préstamo en marcos impresiona como la operación de un  gobierno acabado, que está apurado por cumplir con los últimos “compromisos” con sus amigos. Lo mismo ocurre con el faraónico proyecto de la aeroisla.


Pero el desbarranque mayor del menemismo lo expresa la caída de la recaudación de impuestos, del orden del 30%, a pesar de los aumentos de impuestos que se establecieron a principios de año. Como este hecho compromete el pago de la deuda externa, el FMI está exigiendo que se mantengan los aportes patronales y que se aumente el impuesto a los combustibles.


Lejos de ofrecer una salida a las masas y a la crisis, el gobierno actúa acorralado por los acreedores, que son una de las dos patas fundamentales del gobierno menemo-cavallista.


Los retrocesos sufridos por el gobierno y las patronales ante la movilización de las masas, unido a la propia crisis e inmovilismo oficiales, nos están diciendo que es la hora de profundizar y extender la movilización popular, fundamentalmente por medio de la huelga general y la toma de edificios.


La consigna para estas luchas está dictada por la propia situación y por las necesidades populares: ningún despido, ninguna reducción de salarios, que se abran las cuentas del Estado y de los capitalistas, que se establezca un seguro al parado, que se reduzca la jornada laboral sin rebaja de los sueldos.


En el curso de esta lucha será necesario avanzar en la organización, formando comités de huelga y de lucha y exigiendo a los sindicatos y regionales cegetistas la convocatoria de plenarios de delegados con mandatos de las bases.


Se puede. Se puede. Se puede. Hay que volcar todos los esfuerzos a la tarea de GANAR.