Políticas

19/2/2009|1072

Al kirchnerismo no le queda nada

Eso de que abandonan el barco no alcanza para describir el derrumbe del kirchnerismo. Se le escapan los aliados por derecha y por izquierda. Los Ibarra, Tumini o Bonasso, ahora los Solá y los Reutemann, antes los Cobos. Los escapistas han intuido hace tiempo que la nave de la economía se le va de las manos al matrimonio oficial, y de a uno en fondo se van plegando a las presiones de los sojeros y grandes capitales de la banca y de la industria, que reclaman un giro económico y la firma de un acuerdo con el FMI. De este modo esperan respaldar una mega devaluación que les devuelva el ‘dólar alto’ que los hizo tan felices bajo los K.
La renuncia de Reutemann al bloque oficialista en el Senado deja a los K sin presencia electoral (ni siquiera ficticia) en Santa Fe, cuando ya no la tienen tampoco en la Capital. Ahora habrá que esperar un poco para que el cordobés Schiaretti arranque para el mismo lado, para que el kirchnerismo pierda cualquier ficción de presencia política en Córdoba. La pretensión de ‘Néstor’ de meter candidatos a diputados en esas provincias se ha esfumado; habrá que esperar un poco más para que el tsunami golpee a las provincias del NOA, aunque ya todo indica que perderá en Catamarca dentro de pocas semanas.

El gobierno ha tratado de reglamentar la economía para evitar una muerte súbita. Lo ha intentado, principalmente, con la estatización de las AFJP y el envío de inspectores al mercado de cambio. Pero estas medidas son insuficientes para detener el alud de la bancarrota capitalista mundial, y han sido usadas para el rescate del capital, no para proteger el desarrollo de las fuerzas productivas. Los recursos del país se van al pago de la deuda externa, a financiar a los bancos, a dilapidar el dinero de la Anses, a financiar el acaparamiento de ocho millones de toneladas de soja o los subsidios a corrales de engorde y frigoríficos, o a empresas de peajes y servicios, y a la corruptela y a la fuga de capitales. En medio de una crisis que el propio Obama definió como catastrófica, los Kirchner no han nacionalizado el comercio exterior ni los bancos, ni prohibieron sacar divisas. Han cortado por lo más delgado, apoyando suspensiones y despidos y la reducción de la jornada laboral y los salarios. Todo esto profundiza la recesión económica.

En estas condiciones, los sojeros y sus chirolitas políticos han adelantado un nuevo plan de ‘protestas’ que, aunque lo niegan, debería terminar de nuevo en cortes de ruta. La iniciativa contra los K la sigue teniendo un sector del capital, no los trabajadores. En un determinado momento, la prensa se hizo eco de una supuesta intención del ‘campo’ de no llegar a los extremos, alegando un temor ante la opinión pública por la crisis. Parecían insinuar que el derrumbe económico oficiaría de mediador para apaciguar un enfrentamiento y dejar libre de obstáculos el camino hacia las elecciones de octubre. Pero los movimientos en el banco o mercado de pases de los políticos podría sugerir que el lugar de los ‘enfrentamientos’ podría ser ocupado por un golpe parlamentario o palaciego. Llevar a los K al FMI podría certificar su defunción política.

Nada indica, sin embargo, que no se vaya a un nuevo ‘sojazo’ – algo así como a un Argentinazo de los sojeros (lo cual haría las delicias del PCR). El derrumbe mundial impactará con fuerza en las próximas semanas, lo que podría provocar una nueva ronda de especulación contra el peso, para lo cual es necesario un empalme con el ‘lock-out’ de la patronal del campo, como ocurrió el año pasado.

El pasaje del kirchnerismo por la política argentina no ha dejado nada, ni siquiera un desprendimiento de izquierda. Luego de la crisis agraria del año pasado, la iniciativa no ha vuelto aún a la oposición patronal, pero es esta oposición la que tiene la iniciativa frente al gobierno, no la clase obrera, donde aún impera la confusión y donde la burocracia sindical conserva un margen relativo para frenar; porque cuando no se trata de un ‘gordo’, opera un moyanista, y donde éste no tiene chances lo suplanta un yaskista, que puede ser reemplazado a corto plazo por un degenarista. En lo que hace a la izquierda, la bancarrota mundial no la ha homogenizado sino que ha acentuado sus divergencias de perspectivas y de tácticas. Salvo por excepción, nunca ha ocurrido de otro modo, históricamente. Las crisis acentúan las tendencias precedentes.

No es la hora para prepararse a una confrontación electoral a ocho meses vista, sino para levantar sobre la crisis una oposición de lucha y política de la clase obrera. La oposición de derecha podrá gozar de un momento fugaz de gloria, lo que no es para nada seguro debido a su enorme fragmentación, pero en todo caso sólo podrá agravar la crisis, porque de la mano del FMI no se puede esperar otra cosa. La perspectiva de conjunto favorece, como nunca antes en la historia, una lucha victoriosa para la causa del gobierno de los trabajadores y del socialismo.

Jorge Altamira