Algo más sobre los impuestos al consumo

-Exclusivo de internet

El último número de “Prensa Obrera” defiende el reemplazo de los impuestos al consumo por impuestos a los beneficios capitalistas. Es claro que los capitalistas pueden transferir a los trabajadores (y se esforzarán por hacerlo) un impuesto a las ganancias y también eliminar por la misma vía el aumento del poder adquisitivo del salario que produzca una eliminación de los impuestos al consumo. Pero esta respuesta del capital es justamente la evidencia de que ambas cosas (subir precios frente a un aumento de impuestos directos o una eliminación de los indirectos) implican un ataque a la plusvalía que embolsan los capitalistas. Esto es precisamente una prueba de que la lucha por la eliminación de los tributos sobre el consumo o por los aumentos de sueldos sólo valen como parte de una lucha más general contra la propiedad capitalista: por la abolición el secreto comercial, el control obrero, etc. Aisladas, las luchas reivindicativas carecen de horizonte. Aunque “los sindicatos trabajen bien como centros de resistencia contra las usurpaciones del capital… en general, fracasan por limitarse a una guerra de guerrillas contra los efectos del sistema existente, en vez de esforzarse, al mismo tiempo, por cambiarlo, en vez de emplear sus fuerzas organizadas como palanca para la emancipación final de la clase obrera; es decir, para la abolición definitiva del sistema del trabajo asalariado” (Marx).

El economista político clásico, David Ricardo, consideraba que el valor del salario giraba en torno de un “precio natural” fijado por el valor de las mercancías que aseguraban la subsistencia del trabajador. Este planteo fue distorsionado más tarde por el alemán Ferdinand Lasalle, bajo la forma de la llamada “ley de bronce”, derivada de la teoría de la población de Malthus. Así, el salario de subsistencia estaría determinado por el hecho de que la población crece en proporción geométrica (1,2,4,8,16…) y los recursos de la naturaleza lo hacen en proporción aritmética (1,2,3,4.5…). Marx impugnó con mucha fuerza este planteo, porque “si esta teoría es exacta, la mentada ley no la podré abolir tampoco, aunque suprima yo cien veces el trabajo asalariado, porque esta ley no regirá solamente para el sistema del salario, sino para todo sistema social. ¡Apoyándose precisamente en esto, los economistas han venido demostrando, desde hace cincuenta años y aún más, que el socialismo no puede acabar con la miseria, determinada por la misma naturaleza, sino sólo generalizarla, repartirla por igual sobre toda la superficie de la sociedad!”.

Sobre las posibilidades de variación del salario más allá del mínimo de subsistencia Marx fue muy explícito. “Si comparáis los salarios o valores del trabajo normales en distintos países y en distintas épocas históricas dentro del mismo país, veréis que el valor del trabajo no es, por sí mismo, una magnitud constante, sino variable, aun suponiendo que los valores de las demás mercancías permanezcan fijos… si podemos fijar el salario mínimo, no podemos, en cambio, fijar el salario máximo. Lo único que podemos decir es que, dados los límites de la jornada de trabajo, el máximo de ganancia corresponde al mínimo físico del salario y que, partiendo de salarios dados, el máximo de ganancia corresponde a la prolongación de la jornada de trabajo, en la medida en que sea compatible con las fuerzas físicas del obrero. Por lo tanto, el máximo de ganancia se halla limitado por el mínimo físico del salario y por el máximo físico de la jornada de trabajo. Es evidente que, entre los dos límites de esta cuota de ganancia máxima, cabe una escala inmensa de variantes. La determinación de su grado efectivo se dirime exclusivamente por la lucha incesante entre el capital y el trabajo; el capitalista pugna constantemente por reducir los salarios a su mínimo físico y prolongar la jornada de trabajo hasta su máximo físico, mientras que el obrero presiona constantemente en el sentido contrario. El problema se reduce, por tanto, al problema de las fuerzas respectivas de los contendientes”. Así es.